«¡Ahora, reyes, entrad en razón, gobernantes terrenales, aprended la lección!» (Sal 2:10).
La guerra en Gaza dura ya diez días. Hoy ya no es una guerra, sino un crimen, una decisión de matar y reubicar a toda la población de Gaza, dos millones de personas. La guerra tiene que parar. Las palabras del salmo de hoy se dirigen a Israel y a los amigos de Israel, a Hamás y a los amigos de Hamás, así como a todo el pueblo palestino: «¡Ahora, reyes, entrad en razón, gobernantes terrenales, aprended la lección!». (Sal 2:10).
Puede que se ponga fin a la guerra en Gaza, pero el conflicto no terminará. Como ha ocurrido en guerras anteriores contra Gaza. Esto no es lo que se requiere. Se podrá llegar a un alto el fuego, pero no es una solución. La venganza no es la solución, y diezmar Gaza no es la solución. No hay paz con esas soluciones, ni para Israel ni para Palestina, ni para la región, ni para el mundo. De hecho, nuestro problema se ha convertido en un problema mundial.
Un intercambio de prisioneros es un primer paso hacia la paz. Se puede lograr si lo aceptan los poderosos y quienes están decididos a aniquilar Gaza. En primer lugar, la aniquilación de Gaza tiene que parar. Luego, los rehenes y prisioneros en poder de Hamas deben ser liberados y los rehenes y prisioneros en poder de Israel deben ser liberados. Pero Israel tiene miles de prisioneros palestinos, su número se ha acumulado a lo largo de los años. Todo el pueblo palestino está también prisionero. Todos los presos deben regresar libres a sus hogares y familias. ¿Encontrará realmente el pueblo palestino su libertad?
La humanidad necesita que la tragedia en Gaza se detenga, y que los líderes aprendan la lección de esta guerra y de las guerras anteriores, y así puedan asentar una base sólida para una paz justa y definitiva, tras la cual no veremos una nueva guerra en Gaza, ni en ningún otro lugar de Palestina. Libertad para todos, justicia para todos, igualdad para todos y paz para todos. ¿Es posible? ¿Es posible liberar al pueblo palestino de la ocupación israelí, así como liberar a los prisioneros que quedan en las distintas etapas del conflicto en manos de Hamas e Israel? ¿Es posible convocar una conferencia internacional que tome decisiones y las aplique, en cuestión de meses, y que dé a Israel lo que Israel tiene derecho, y que le dé al pueblo palestino lo que el pueblo palestino tiene derecho? La misma libertad, la misma dignidad, un Estado para cada uno, y Jerusalén capital de ambos, según una fórmula en la que están de acuerdo: Jerusalén Este para Palestina y Jerusalén Oeste para Israel.
Ésta es la cuestión fundamental, la cuestión principal que estalla una y otra vez en Gaza, Yenín y otros lugares. Es la cuestión del pueblo palestino que ha estado encarcelado durante más de setenta años. La comunidad internacional observa, sabe y da la impresión de que está satisfecha con el statu quo existente. Las Naciones Unidas tienen propuestas para una solución, pero no tienen el valor de ponerlas en práctica. La cuestión es política y humana: los prisioneros y rehenes deben regresar con sus familias y seres queridos en Israel y los prisioneros y rehenes deben regresar con sus familias y seres queridos en Palestina. Y la paz y la seguridad ser garantizadas para todos.
Ambos pueblos son capaces de hacer la paz y vivir en una tierra que Dios creó para ser una tierra de paz y salvación para la humanidad. Los pueblos palestino e israelí pueden vivir en paz, uno al lado del otro, cada uno independiente en su propio Estado. Cuando Israel haga la paz con el pueblo palestino, entonces, y sólo entonces, encontrará su seguridad, las guerras no se repetirán y habrá una paz verdadera, estable y amplia para todos los pueblos de la región.
«Reyes, sed sabios, y vosotros, jueces de la tierra, dejaos aconsejar» (Sal 2,10). Detened ahora la guerra. Regresad a lo humano. Lograd una paz justa y definitiva para el pueblo palestino y el pueblo israelí. «Vosotros que gobernáis la tierra, amad la justicia» (Sabiduría 1:1), y haced la paz en esta tierra de Dios y de la Humanidad.
Patriarca Emérito Michel Sabah
[CIDAF-UCM]
