La fuerza escondida que hay en un saludo, por Alberto Eisman

18/09/2009 | Bitácora africana

Desde donde vivo hasta la emisora de radio donde trabajo hay una distancia de casi dos kilómetros y medio que normalmente cubro en 20-25 minutos de agradabilísimo paseo entre cultivos agrícolas, árboles, casas de campo, algún hotel y alguna que otra oficina de la administración local.

Una de las cosas que en estos meses más me ha llamado la atención es que por lo menos la mitad de las personas que me encuentro en el camino me saludan. No estamos hablando de las mismas personas todos los días, sino diferentes personas que me encuentro en momentos diversos de mi pequeño paseo.

Como si fuera un impulso natural o lo más normal del mundo, uno se cruza con alguien – huelga decir que no importa si es desconocido – y le suelta un “buenos días, señor” o un “¿cómo está Ud.?” que a mí – lo confieso -, a veces me desarma quizás por aquello de la educación que uno ha recibido y la cultura que uno ha mamado. En algún post hablé ya de la costumbre africana de llamar ‘hermano’ siendo esto algo espontáneo que no es en absoluto forzado o dictado por la costumbre.
Y que conste que según sé, aquí esas normas o hábitos que menciono no dictan que se tenga que saludar a nadie. Me da la impresión que la mayoría de las personas lo hacen simplemente porque les da la real de la gana y quizás porque han crecido con menos tapujos que muchas otras sociedades quizás mas maleadas por el hacinamiento que experimentamos en grandes ciudades con la consecuente deshumanización que conlleva y que nos hace cada vez más aislarnos en nosotros mismos y abrirnos menos al vecino.

Nuestro mundo se llena de tecnologías y mundos virtuales, pero nuestro “mundo real y vital” se reduce cada vez más, quizás a unos metros cuadrados, a una televisión o a una pantalla de ordenador. No queremos ni saber quién vive al otro lado del rellano porque ya tenemos suficiente con nuestros propios problemas. Y participar en una actividad comunitaria en el barrio o en algún círculo social… “¿para qué?, yo ya estoy de vuelta de todos esos rollos” Creo que pagamos un precio demasiado grande por vivir el tipo de vida que tenemos – incluso a niveles de salud física y mental – y lo peor es que le estamos pasando estas neuras de urbanitas a nuestros hijos.

No quisiera ni por asomo demonizar la ciudad civilizada y ensalzar acríticamente el campo como si fuera la arcadia ideal… pero mi experiencia – acabo de salir de varios años de vivir regularmente en una gran ciudad como puede ser Nairobi – me dice que encuentro lo mejor del carácter humano en situaciones como estas donde todavía hay lugar para la “ternura” con los demás, si es que puedo ponerlo así. Recuerdo al llegar a mi último piso en Nairobi, más de una persona me advirtió por activa y por pasiva que “no fuera demasiado amable con los vecinos” y cuando pregunté por la razón de este consejo se me dijo “para que no te tomen por el pito del sereno.” Si comenzamos así de huraños nuestro día y si nuestra preocupación fundamental en la vida es que nadie se nos desmadre o nos tome por el pito del sereno, no me extraña que luego nos salgan todas enfermedades que no sabemos de donde vienen pero que nos fastidian y nos amargan la existencia… o mejor dicho nos siguen amargando una existencia que nosotros ya previamente nos hemos encargado de amargar con nuestros prejuicios, nuestros orgullos y nuestras barreras.

Cuando sin venir a cuento te dan un hola o donde el vecino que se acaba de mudar viene a presentarse para que lo conozcas y para que sepas que está ahí “para lo que sea,” ahí es cuando me siento más persona, más humano, más tenido en cuenta, más querido y respetado. Ni siquiera me acuerdo de qué es un sereno y ni de cómo son sus pitos.

Original en

http://blogs.periodistadigital.com/enclavedeafrica.php

Autor

  • Alberto Eisman Torres. Jaén, 1966. Licenciado en Teología (Innsbruck, Austria) y máster universitario en Políticas de Desarrollo (Universidad del País Vasco). Lleva en África desde 1996. Primero estudió árabe clásico en El Cairo y luego árabe dialectal sudanés en Jartúm, capital de Sudán. Trabajó en diferentes regiones del Sudán como Misionero Comboniano hasta el 2002.

    Del 2003 al 2008 ha sido Director de País de Intermón Oxfam para Sudán, donde se ha encargado de la coordinación de proyectos y de la gestión de las oficinas de Intermón Oxfam en Nairobi y Wau (Sur de Sudán). Es un amante de los medios de comunicación social, durante cinco años ha sido colaborador semanal de Radio Exterior de España en su programa "África Hoy" y escribe también artículos de opinión y análisis en revistas españolas (Mundo Negro, Vida Nueva) y de África Oriental. Actualmente es director de Radio-Wa, una radio comunitaria auspiciada por la Iglesia Católica y ubicada en Lira (Norte de Uganda).

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