La Fin de Carème , por Félix Pérez Ruiz de Valbuena

15/10/2010 | Bitácora africana

Lo mejor del Ramadán (Carème) es cuando se acaba y lo mejor de todo es que se aprovecha para hacer la mayor fiesta del año. Al menos los musulmanes de Burkina Faso. Este año, además, ha caído en viernes con lo que han hecho ‘puente’ por así decirlo. Aunque como la mayor parte de la gente no tiene trabajo esto aquí no se nota tanto, salvo por los funcionarios.

A la puesta de sol se hace la cena de Eid-al-Fitr y el día siguiente es una gran fiesta. Todo el mundo hace comidas especiales, o simplemente hacen comidas, y unos se invitan a otros a comer o dan a los que no tienen o a los mendigos. Por eso esa semana tiene mucha más actividad crediticia que ninguna otra del año (sólo comparable a la anterior al inicio del curso escolar y pago de las matrículas de los colegios): la gente me viene a pedir dinero para poder celebrar en condiciones La Fin de Carème.

La fiesta comienza por la mañana con el rezo, pero no se hace en las mezquitas, sino en la calle para que pueda estar todo el mundo junto. Pero no revuelto: las mujeres siempre detrás.
Mi amigo Zack me llamó para llevarme a la Place de la Nation que es la más grande de Ouahigouya pero decliné la invitación. De una parte porque tres de las personas que trabajan para mí me invitaron a la fiesta de su barrio (que era el antiguo mío) y de otra porque no fuera a suponer una nueva derrama de donativos por dejarme estar tan cerca de Allah.
Le dije que ya había estado al año pasado y que ya habrá ocasión.

Así que me planté un poco antes de las 9 de la mañana frente a la cour de Oumou y allí no había ni dios. Sólo 6-10 personas cantando suras por un micrófono convocando a los creyentes.
Poco a poco fue llegando la gente, colocando sus esteras donde podían y charlando con los conocidos. Yo, con los míos, a los que fui saludando: mi guardián, Issifú, me presentó a su padre, ambos lucían un largo bubú blanco, en poliéster 120%, sencillo, tocados con bonete blanco y llamativamente pintados los ojos con khol.

Yo me mantenía sentado en un tronco de árbol caído, un poco orillado, desde donde pensaba seguir el desarrollo del acto. Tanto Issifú como Amadé me habían dicho que me fuera con ellos para el rezo e incluso me habían traído una estera para que lo hiciera, pero les dije que no, que muchas gracias, que prefería seguir los toros desde la barrera.
Aquello se estaba llenando y por un extremo de la calle se veía llegar un grupo grande de gente acompañando al Imán, guardado y destacado por una sombrilla.
Poco después la misma historia por el otro lado de la calle, esta vez el Cheik del barrio con un cortejo y otra sombrilla playera mucho más colorista, supongo que hay clases y se nota hasta en las sombrillas. Se encontraron en la cabecera de la gente y empezó el rezo.

Yo pensaba quedarme allí, viendo todo sin perder detalle y haciendo fotos, pero un grupo de personas, las más próximas, me instaron vehementemente a que rezara con ellos. No supe decir que no y allí que me fui, a una estera verde que me dejaron para mí solo, apretándose ellos un poco. ¿Cómo negarme? Me sentía un poco como el artista invitado de los conciertos y no quise hacerme el especial, bastante tengo con ser blanco en esta tierra.

Acabó la oración, nos saludamos, nos dimos mutuamente las gracias y nos hicimos unas fotos. Después pasé a saludar al Cheik y dimos por cerrada la fase religiosa de la fiesta.
Y empezó la gastronómica: tuve que pasar por 5 casas a comer a lo que me invitaban… Así no hay manera de hacer régimen.
Gente encantadora cumplimentándome con todo lo que habían cocinado para la ocasión, algunas cosas especialmente preparadas o traídas para mí.

En casa de Fatou y Salif, los padres de Rachida, la niña más encantadora que he conocido en Burkina Faso, me dieron pollo con palomitas de maíz. Y estuve con sus suegros, Issa de 90 años, y Zarata, de 82. Ella se partía de risa y vergüenza por los piropos que le echaba llamándola ‘mademoiselle’ por lo guapa y arreglada que estaba
careme

y él abrazándome con cariño porque hacía tiempo que no iba a verle desde que cambié de casa y de barrio.

Le encanta el vino y cuando le llevaba alguna botella me decía, riendo pícaro, delante de su mujer, que después de una botella de vino le venían las fuerzas para ‘estar’ con su mujer, haciendo gestos inconfundibles sobre lo que se trataba. Los dos se partían de risa, y yo también. El sexo, aquí, es mucho más natural que entre los blancos.

En casa de Amadé me pusieron al mismo tiempo la radio y la televisión para que viera, supongo, que ambas funcionaba. Es un gesto tan inocente como ostentoso de cierta bonanza económica, y ya no sé si es por presumir o por agradar y como deferencia a un invitado principal. El caso es que daban una película sobre Mahoma (la bendición de Allah sea siempre con él) y el comienzo del Islam, protagonizada por Anthony Quinn, que siempre quise ver y me pasé más tiempo viendo la TV que otra cosa.
En casa de Oumou los que comieron conmigo fue el jefe de su gran familia, su tío paterno, y otros hombres que no acabé sabiendo quiénes eran. Oumou también estaba, pero en el umbral de la entrada, sin comer, sólo para servirnos a los hombres. La mujer tuvo el detallazo de comprarme una CocaCola Light y bien fría que estaba. Y con hielo. También me puso un ventilador con el que mitigar mis calores, y se lo fueron pasando de una casa a otra, según fui yendo por todas ellas. Lástima que no se fueran pasando las cocas ligths, esas hay que pagarlas.

Y así, por casa de Issifú y otra, hasta que ya no pude más y pedí permiso para retirarme a mi casa a reposar tanta comida. Decidí irme a la cama sin cenar, que no conviene abusar.

PS.- Me he comprado un Tasbih para rezar. No creo que vaya a rezar mucho, pero es muy relajante. Es una especie de rosario (el cristiano se creó copiando éste musulmán) con 99 cuentas, una por cada uno de los nombres de Allah que aparecen en el Corán. Se supone que hay un nombre #100, pero nadie lo conoce. O se lo callan.
También existen versiones reducidas, más llevaderas, de 33 cuentas, mucho más manejables. Podríamos pensar que la versión completa es de interior, para tener en casa y las reducidas, de exterior, para llevar de paseo y en todo momento, que pueda uno estar rezando en cualquier sitio. Aquí me pilla, aquí que rezo.

Así que me he comprado uno grande y 2 pequeños, uno para la mochila y otro para el coche (son una especie de amuleto para mí por si los de AQMI se apiadan, si vienen). Me dijeron, después, que hay que contar las cuentas que traen porque estarán hechas con mucho fervor religioso pero por gente que sabe poco de números (ya os he hablado de que están enfrentadas la teología y la aritmética).
En el grande me pusieron 102 cuentas, más vale que sobre que no que falte, pero los pequeños estaban bien.
Voy a empezar a llevarlos siempre conmigo, en la mano. No me sé los nombres de Allah, pero aquí casi nadie tampoco. Algunos ni siquiera sabían que era para eso, aunque lo utilicen; ya he dicho que hay mucho musulmán creyente ignorando casi todo sobre el Islam. Por mi parte iré diciendo cualquier nombre que sea un piropo, por así decirlo, y seguro que acierto (el bondadoso, el justo, el clemente, el sabio, el novamás…).

Pues eso, que no sé si conseguiré ganarme el cielo o el perdón de AQMI, pero al menos no me comeré las uñas y fumaré menos. No hay bien que por bien no venga. Nadie conoce los caminos de Allah. Y Él sabe un montón.

Autor

  • Pérez Ruiz de Valbuena, Félix

    Félix Pérez Ruiz de Valbuena. ( Calatañazor, Soria, Diciembre 1954 ) Estudió economía . Marxista-leninista de formación política, afirma que no le sirvió para hacer nada demasiado útil en la vida universitaria, salvando quizás el Festival de los Pueblos Ibéricos. Empresario familiar comparte con sus dos hermanos la propiedad de una empresa de formación. reside actualmente en Burkina Faso con la esperanza de comenzar de nuevo con proyectos que le devuelvan la ilusión. Con tres hijos y un nieto, que le hacen felices los más de los días. Y como dice Soltero y sin compromiso. Es colaborador de la Revista Digital Frontera D con su Blog Negros sobre blanco , que iremos reproduciendo en nuestra sección de Bitácora Africana, agradeciendo a Frontera D la autorización para hacerlo y por supuesto a Félix Pérez Ruiz de Valbuena

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