La falta de liderazgo político en África y sus consecuencias, por Nestor Nongo

4/06/2012 | Bitácora africana

Los últimos golpes de estado que han sacudido el continente (en Mali y en Guinea-Bissau) han puesto de manifiesto una falta absoluta de auténticos líderes políticos en África. Resulta llamativo y hasta grotesco que los presidentes mediadores en estos conflictos llegaron ellos mismos al poder a través de una acción similar. ¿Se imaginan la típica solución que ofrecen estos golpistas convertidos en mediadores de golpes de estado? Que se comparta el poder, que haya un gobierno de unidad nacional… Casi nunca propugnan la vuelta al estatus quo anterior.

Llama poderosamente la atención el caso del presidente Blaise Compaoré de Burkina Faso, mediador en casi todas las crisis que han afectado África subsahariana desde los años 90. Ha sido mediador en Costa de Marfil, Togo, Centroáfrica, Níger, Mali, Guinea…

El paso del tiempo y las sucesivas elecciones, amañadas, organizadas por él mismo desde hace cerca de un cuarto de siglo en Burkina Faso nos hacen perder de vista que este señor llegó al poder a través de un sangriento golpe de estado contra su, hasta entonces, amigo y compañero de armas Thomas Sankanra, en octubre de 1987.

Este hombre, brazo derecho de Francia en la región hasta la llegada de Hollande, ha sido implicado en varios asuntos turbios en países vecinos, concretamente en las guerras que asolaron Liberia y Sierra Leona de las que acaba de ser condenado su pupilo Charles Taylor, a 50 años de cárcel. Hay estudios que así lo demuestran, a pesar de que se intente presentárnosle como hombre de paz, e incluso propuesto por algunas organizaciones a premio Nobel.

Otro ejemplo de extravagancia y de carencia de verdaderos líderes en África fue el de Gadafi (padrino de Compaoré, que le ofreció reiteradamente asilo en Burkina Faso durante la guerra de Libia). El hasta hace bien poco Guía de la revolución libia se consideraba también el jefe absoluto del continente. Mouamar Gadafi no cesaba de multiplicar actos para presentarse como el líder de África. Gracias a sus petrodólares, compró la adhesión de casi todos los presidentes africanos, a los que apoyaba generosamente. Se autoproclamó “rey de los reyes tradicionales africanos”.

La Unión Africana, esa especie de club de los dictadores, era de hecho un coto privado del iluminado libio. Fue uno de los artífices de la transformación de la “Organización de la Unidad Africana” a la actual Unión Africana. Invitó a todos los presidentes a una cumbre en su ciudad natal, Sirte, para enterrar simbólicamente la OUA y crear la UA el 09-09-1999. Su ambición era la creación de unos Estados Unidos de África, al estilo federal americano, con él como líder absoluto. ¡Quien no se acuerda de su “safari” por toda África, con 400 escoltas, 4 aviones, 60 coches blindados y un arsenal entero para promocionarse! El grupo llevó también un buque que le seguía con provisiones.

Como la inmensa mayoría de sus compadres africanos, Gadafi también llegó al poder a través de un golpe de fuerza: lideró la Revolución del 1 de septiembre en 1969 que derrocó al rey Idris I de Libia, sustituyendo el Reino de Libia por la República Árabe Libia.

Todos estos hechos vienen a confirmar nuestra tesis de que a África le faltan líderes de verdad. Si antes era Gadafi y ahora toca el turno a Compaoré, para no mencionar a Obiang, Mbiya, Museveni, Deby o Mugabe. Sinceramente el continente tiene un verdadero problema de liderazgo.

No hay que perder de vista que tanto en el ámbito privado como en la esfera pública, el capital humano es un factor clave para el éxito. El éxito de cualquier país reside en la calidad de sus hombres y mujeres, y muy especialmente la calidad de aquellos que tienen la noble misión de dirigirlo. Los dirigentes han de gestionar con inteligencia y habilidad los recursos del país, y en cada momento buscar lo mejor para su pueblo.
¿Qué encontramos en África? Generalmente unos dirigentes, para no hablar de una panda, al servicio de intereses personales o de una oligarquía, con un absoluto desprecio hacia el pueblo, al que roban todos los recursos que le pertenecen. Lo que genera el mal endémico que corroe las estructuras mismas de los Estados africanos: la corrupción y el chanchullo para poder sobrevivir.

Hoy, África es huérfana de auténticos líderes. El panorama es desolador. Si sometiéramos a todos los dirigentes políticos africanos a un test de liderazgo, de dirección o de pura gestión, los aprobados se contarían con los dedos de una mano. Esto explica también porqué el continente está dónde está en cuanto a desarrollo, democracia y derechos humanos.

Original en: Amplio mundo mi ciudad

Autor

  • Nongo, Nestor

    Nacido en Bayaya (República democrática del Congo.) Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología (universidad pontificia de Salamanca), en estudios eclesiásticos y en teología (universidad pontificia de Comillas), grado en filosofía (Saint François Xavier. Mbuji-Mayi. RD Congo). Máster en Turismo y Administraciones Públicas. Doctorando en ciencias políticas y sociología. Pertenece al Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado.

    Analista de información internacional, especialista en comunicación pública y en política africana. Consejero Técnico del Ministerio de Cultura y Deporte. Fundador de la asociación Tracaf ("Trabajando por el corazón de África").

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