La falta de leyes condena a los buscadores de trabajo a la esclavitud

4/12/2008 | Crónicas y reportajes

El informe Traffic/27/2005 está acumulando polvo en las oficinas de la Federación Internacional de Abogadas (FIDA) de Kenia. No se ha vuelto a abrir desde 2005, cuando el sujeto del informe desapareció.

A pocos kilómetros de ahí, se abrió otro informe con el mismo sujeto. La policía de Kenia está buscando a la mujer para que responda a las acusaciones de “robo por parte de un criado” que se han presentado contra ella.

“No sabemos qué le ha pasado”, dice Alice Maranga, directora del programa de concienciación de la FIDA en Kenia. “Su ex –“dueño” la amenazó y personas anónimas siguieron acosándola hasta que un día desapareció sin dejar rastro. No sabemos a dónde fue o qué le pasó”.
Lucy (por razones legales no podemos utilizar su verdadero nombre sin su consentimiento), keniata, madre soltera de dos pequeños, empezó a ser perseguida tras huir de la esclavitud en Alemania, donde trabajaba como criada.

Un médico expatriado de Kenia la contrató para que cuidara de sus ancianos padres en Alemania prometiéndole un muy buen salario y unas buenas condiciones laborales. Sin embargo, éste le quitó su pasaporte cuando llegó a Amsterdam, Holanda, mucho antes de llegar a su destino.

Según el informe anual de 2005 de la FIDA, una vez en Alemania, Lucy fue “recluida y fue víctima de un trato inhumano como consecuencia de una carga abusiva de trabajo y de ser alimentada insuficientemente” hasta que enfermó.

“Los vecinos le daban comida a escondidas”, cuenta Maranga. Cuando Lucy enfermó, la medicación que le mandó su “dueño”, médico, empeoró su estado de salud.

Cuando ella se quejó, éste la amenazó con hacer su vida todavía más difícil. Con la ayuda de sus vecinos alemanes, escapó y contactó con la FIDA y con una ONG alemana que la ayudó a volver a casa.

Su ex –”dueño” alemán “presentó inmediatamente una denuncia contra ella por robo e hizo una declaración jurada en Kenia”. Éste quería recuperar todo el dinero que se había gastado en Lucy, incluyendo el sueldo que le había pagado y los billetes de avión de ida a Alemania.

De repente, Lucy pasó de ser una víctima de la esclavitud a ser el objetivo de la policía de Kenia. Algo que no fue de extrañar.

Las leyes keniatas recogen el delito de “robo por parte de un criado” pero no recogen el de tráfico de seres humanos, un crimen que podrá suponer el encarcelamiento de por vida si el anteproyecto de ley presentado al ministro de justicia el pasado mes es aprobado y se convierte en ley.

Para agravar su situación, personas contratadas por el ex –”dueño” de Lucy empezaron a acosarla, cuenta Maranga.

Lucy desapareció y no se la ha vuelto a ver. Y nadie, ni siquiera sus parientes más cercanos, saben nada de ella.

Según el informe anual de la agencia, “FIDA en Kenia todavía está siguiendo el caso”. La policía tampoco se ha rendido.

“Su ex-”dueño” presentó una queja contra nosotros, eso es todo lo que sabemos”, dice una fuente de la “Vigilance House”, la sede de la policía en Nairobi.

“No recuerdo bien el caso pero lo que sé es que el tráfico de seres humanos no está recogido en nuestras leyes como delito. Es algo bastante triste. No sabemos si el ex –”dueño” tiene algo que ver con la desaparición de Lucy”.

En un país que no es consciente las nuevas formas de esclavitud (Kenia pronto promulgará leyes para luchar contra el tráfico de seres humanos), la historia de Lucy puede sonar como algo estrafalario para la mayoría de los keniatas.

Según Randy Fleitman, ex-agregado de la embajada estadounidense en Kenia, actualmente 17.500 personas de ese país se encuentran en una situación similar a la de Lucy cada año, y otras 30.000, en su mayoría chicas, viven en una situación de esclavitud en el país, trabajando como criadas o prostitutas para los turistas.

Según Margaret Mugwanja, la secretaria general de la Asociación keniata de Agencias de Servicio Público (KAPEA), unos 2.300 keniatas son contratados cada año para trabajar en el extranjero.

Teniendo en cuenta a los que son contratados directamente, sin pasar por agencias, siete de cada ocho personas que salen de Kenia pueden ser víctimas de cárteles internacionales que operan en Nairobi y otras ciudades y que convierten ofertas inocentes de trabajo en billetes hacia la esclavitud.

“Dado que el tráfico de seres humanos es un concepto desconocido en Kenia, es algo más sutil y suele ser considerado como un tema moral más que un tema criminal. Se transporta a las víctimas en público y a veces en vehículos privados. Rara vez se “guarda” a las víctimas juntas o en grandes grupos, siempre suelen estar solas o con unas pocas chicas más”, dice un informe de Cradle, una ONG internacional dedicada a la protección de los derechos de los niños.

El informe señala además que “algunas de las víctimas caminan largas distancias para llegar a su destino, una vez ahí son abordadas por el traficante en casas o en los hoteles hasta que son trasladadas a la casa de sus nuevos “dueños”. Personas que han sido víctimas de este fenómeno también han confirmado que hay agencias de empleo que trabajan para el tráfico de seres humanos”.

Según la declaración de Fleitman, una de cada 45 personas víctimas del tráfico de seres humanos en el mundo cada año procede de Kenia.
En sus informes, las Naciones Unidas y la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (ICFTU) denuncian que en África entre 600.000 y 800.000 personas, la mayoría mujeres y niños, son víctimas del tráfico de seres humanos en el mundo entero cada año.

Según Japheth Kasimbu, portavoz del Sistema Africano de Prevención y Protección contra el Maltrato y Abandono de los Niños (ANPPCAN), los niños menores de 12 años deben resistir cuatro días de agonía y hambre. Esto ocurre cuando viajan escondidos en las cámaras de los camiones que transportan judías desde Moyale a Eastleigh, Nairobi, para ser vendidos o llevados a Burundi, Suráfrica o Botsuana para trabajar como criados.

“Los traficantes pagan a los transportistas 15.000 chelines (162.5 euros) para que lleven a los niños hasta Eastleigh. Algunos mueren durante el camino”, dice Kasimbu.

ANPPCAN ha rescatado a 20 de ellos, algunos de ellos eran transportados desde Moyale y Somalia a Busia y ahí eran acogidos en casas residenciales mientras los traficantes preparaban los papeles y los permisos de viaje.

Kasimbu, funcionario de la ANPPCAN y encargado de coordinar el estudio sobre el tráfico de niños a través de Busia añade: “Cuando llegan ahí, les dicen que son colegios. En esas residencias es donde mantienen escondidos a los niños víctimas del tráfico de seres humanos”.

Algunos de los niños son captados en Kenia “para traficar con sus órganos, para utilizarlos en rituales religiosos o de brujería”, según la ONG Cradle en su informe Grand Illusions, Shattered Dream (Grandes esperanzas, sueños destrozados).

Según los numerosos informes, la policía keniata y la Interpol están investigando un buen número de casos similares al de Lucy.

Tras rescatar a dos niños en Tanzania el año pasado, la policía cree que otros 40 menores y seis adultos son esclavos en el país vecino.

Las investigaciones también llevan hasta Holanda e Irlanda donde se cree que hay cinco niños viviendo en la esclavitud.

ANPPCAN también está llevando a cabo investigaciones acerca del tráfico de niños.

Ken Opala

The Nation (Nairobi). Publicado el 6 de Octubre de 2008

Traducido por Amaia Casero Perpiñá.

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