Decía un tal Henry Wotton que un diplomático es un hombre muy honrado al cual se le manda muy lejos a mentir en bien de su país. La cartera de vacantes para optar a los puestos consulares ofrece codazos y conjuras maquiavélicas para los destinos premio de Nueva York o Roma y algunos menos para Burkina Faso o Mauritania; cargos de pasillo en el argot diplomático y forma de castigo para los que de padrino carecen o simplemente en desgracia cayeron. Vistiendo a lo Memorias de Africa, con pinceladas de Tintín en el Congo y un surrealista goteo al estilo Monty Python, el documental The Ambassador, El embajador, escenifica las corruptelas y golferías de algunos diplomáticos en la República Centroafricana. La misma que se sume en un caos cuya rebotica es ya habitual: corrupción, tribalismo, y los oscuros y no por ello poco latentes intereses neocoloniales en forma de diamantes, madera o petróleo.
Mads Brügger personifica a Mr. Cortzen. Un europeo con pasaporte liberiano; bien empezamos. Nacionalidad sospechosa de venderse y que en manos blancas ha estado ligada a tratantes belgas, israelíes, sudafricanos de cepa afrikáner o norteamericanos relacionados con la inteligencia de campo en Africa. Calaña íntimamente vinculada con los más sangrientos genocidios del continente. Mr. Cortzen, vestido a lo Ralph Lauren y acompañado de un negro con sombrilla, hace gala de su inmunidad diplomática para obtener así diamantes ilícitos y escudarlos detrás de una fábrica de cerillas que daría trabajo a los centroafricanos; presentándose para tales a la alta sociedad de Bangui rodeado de una pompa y ostentación que roza lo ridículo. La trama, bajo un reguero de charlatanerías con los hampones locales y su cortezuela de buscavidas, criados y pordioseros, le lleva [a cámara oculta] a los despachos de varias embajadas, de hombres de negocios y rancios asesores de seguridad franceses. En resumidas cuentas y gracias al estado generalizado de corrupción que gobierna Africa, The Ambassador es una denuncia que deja en evidencia como algunos embajadores amorales aprovechan los destinos castigo para hacer fortuna.