La ética y la política

11/10/2021 | Editorial

cidaf-ucm_logo_blanco-5.pngAngela Merkel ha defendido en numerosas ocasiones la importancia de los valores humanos y cristianos para transformar el mundo. Merkel ha sido una mujer líder mundial de una talla excepcional, comparable a la de otros grandes gobernantes como Mandela, Adenauer, etc.

ANGELA Merkel, canciller de Alemania durante 21 años, prototipo de una mujer moderna, hecha a sí misma, socialmente comprometida, se va. Cinco veces ha sido distinguida por la revista Forbes como la mujer más poderosa del mundo. Ha recibido numerosas condecoraciones, como el premio Carlo Magno (2008), por su colaboración al desarrollo de la Unión Europea. Doctora Honoris Causa por la Universidad de Tel Aviv (2011), por su lucha contra el antisemitismo. En abril de 2018 Mauro Gambetti, superior del convento de Franciscanos de Asís, le entregaba “la lámpara de la paz por su constante esfuerzo por la convivencia amistosa entre los pueblos”.

Merkel nació el 17 de julio de 1954, en la ciudad de Hamburgo. Estudió física en la Universidad de Leipzig y, al finalizar su licenciatura, trabajó en el Instituto de Física y Química de Berlín.

Sus padres la educaron en la ética luterana, según la cual el ser humano ha sido colocado por Dios en este mundo con una misión particular, como individuo y como persona integrada en la sociedad.

Merkel aprendió en su hogar que el trabajo bien hecho, la responsabilidad, la austeridad en la vida, la sensibilidad frente a los problemas de los otros y el compromiso social son señales de que se está cumpliendo la misión para mejorar el mundo, por solidaridad con los demás.

Aunque no le ha gustado hablar en público de sus creencias religiosas, tampoco ha eludido afirmar el valor que la fe ha tenido en su vida: “Yo soy miembro de la iglesia evangélica, creo en Dios y la fe me ha acompañado siempre a lo largo de mi vida”. “Las personas, sin la fe en Dios, fácilmente nos convertimos en arrogantes”.

Merkel, en numerosas ocasiones, ha defendido la importancia de los valores cristianos para transformar el mundo. Desde esta perspectiva aludía, en Würzburg, el 23 de junio de 2017, a la importancia de la enseñanza de los valores humanos y de la fe, para nuestra sociedad.

A los europeos les recuerda: “Es cierto que Europa no es un club cristiano. Pero también es verdad que Europa es un club de valores fundamentales. Aquí deben prevalecer los derechos de las personas y de la sociedad. Estos derechos humanos y civiles descansan esencialmente en el concepto que el cristianismo tiene del ser humano”.

Su concepción de la igualdad entre hombres y mujeres quedó de manifiesto cuando, en 2018, en la clausura del Congreso de Jóvenes protestantes, finalizó su discurso diciendo: “Si me permiten una pequeña crítica. Su ejecutiva es maravillosamente masculina, pero falta el 50 % de la gente… Las mujeres enriquecen la vida. No saben lo que se están perdiendo”.

En política ha optado por el diálogo, el respeto mutuo y el multilateralismo. Los “otros deben estar siempre en el horizonte de la vida de cada persona”, porque “si quieres una sociedad en la que merezca la pena vivir tienes que conocer a las personas, acogerlas y apoyarlas”.

En otoño de 2015, año de la gravísima crisis migratoria en el Mediterráneo oriental, cuyo símbolo fue el cadáver del niño de 3 años Aylan Kurdi, depositado por las olas en la arena de la playa turca de Ali Hoka Burnu, Merkel, en una decisión sorprendente y humanitaria, apostó por una “nueva cultura de acogida”, y decidió abrir las puertas de Alemania a 890.000 refugiados y emigrantes procedentes, sobre todo, de Siria, Irak, y otros países asiáticos, ganándose el sobrenombre de “Canciller de los emigrantes”. Fue entonces cuando pronunció su famosa frase “entre todos lo vamos a conseguir”: acogerlos, protegerlos e integrarlos.

Se la ha reconocido también como “Canciller del cambio climático”. Se comprometió reducir hasta el año 2020 un 40 % la emisión de gases, según el analista Luis Sarries.

Angela Merkel se va. Entre tanto, muchos de nuestros políticos, alejados de los problemas reales de los ciudadanos, siguen en el insulto, la división y en la confrontación. Estas son las consecuencias de olvidar la ética en la política. Si algo nos falta en cada continente del nuestro mundo de hoy, es precisamente eso: lideres, profesionales y motivados por la ética y por los valores humanos universales.

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