Crear y compartir conocimiento son características esenciales de la humanidad; sin embargo, la legislación sobre derechos de autor se ha vuelto tan restrictiva que a veces requiere de actos de desobediencia civil para garantizar que los estudiantes e investigadores tengan los libros que necesitan y para para evitar que grandes espacios de la cultura se pierdan para siempre.
La investigación de prestigio suele seguir un conocido patrón: los artículos científicos son escritos por académicos basándose en sus investigaciones, a menudo con financiación pública. Estos artículos son entonces revisados por otros investigadores en sus respectivas especialidades y se realizan revisiones según sus comentarios. Posteriormente, la mayoría de las grandes editoriales esperan obtener los derechos de autor sobre el artículo como condición para publicarlo y venderlo a las instituciones que emplean a los académicos que realizaron la investigación y al público en general. Dado que la investigación es valiosa y que los derechos de autor constituyen un monopolio sobre la difusión de los artículos en cuestión, estas editoriales pueden cobrar tarifas exorbitantes que suponen una carga incluso para las universidades más ricas y que están simplemente fuera del alcance del público en general o de las universidades con presupuestos limitados, como las del sur global. El resultado es un problema global de derechos humanos.
Este modelo está roto, pero la ciencia continúa gracias a la generalizada desobediencia civil al régimen de derechos de autor que cierra el conocimiento creado por los investigadores. Algunos recurren a las redes sociales para pedirle a un colega con acceso que comparta los artículos que necesitan (pese a las prohibiciones de derechos de autor sobre compartir). Ciertamente, al menos parte de este intercambio está protegido por uso legítimo, pero los académicos no deberían tener que buscar asesoría legal ni correr riesgo de demandas legales por parte de las editoriales por compartir el conocimiento colectivo que generan.
Aún más útiles, aunque con una base legal más débil, son los llamados «archivos en la sombra” y agregadores como SciHub, Library Genesis (LibGen), Z-Library o Anna’s Archive. Estos son la culminación de los esfuerzos por parte de los voluntarios dedicados a defender la ciencia.
SciHub gestiona por sí solo decenas de millones de solicitudes para artículos científicos cada año y sigue operativo a pesar de las sentencias judiciales adversas, gracias tanto por estar basada en Rusia como a la comunidad de académicos que lo considera una respuesta ética a las altas barreras de acceso que imponen los editores y que le proporcionan sus credenciales de inicio de sesión para que pueda recuperar los artículos solicitados. SciHub y LibGen son una continuación del samizdat, la práctica soviética de desobedecer la censura estatal en aras del aprendizaje y de la libertad de expresión.
A menos que los guardianes de la publicación adopten prácticas mucho más equitativas y se conviertan en socios en la difusión de conocimiento, seguirán perdiendo terreno frente a, legales o no, alternativas de acceso abierto.
Kit Walsh
Licenciada en Derecho por la Facultad de Derecho de Harvard y licenciada en Neurociencia por el MIT, donde estudió interfaces cerebro-computadora y diseñó cíborgs y bacterias artificiales. Es directora de Proyectos Legales de IA y Acceso al Conocimiento. Lleva más de diez años en la Fundación Frontera Electrónica (EFF), trabajando en temas como la libertad de expresión, la neutralidad de la red, los derechos de autor, derechos de programadores, la IA, la neuro tecnología y otras cuestiones relacionadas con la libertad de expresión y el acceso al conocimiento. Durante años, ha trabajado para defender el derecho de los manifestantes políticos, periodistas, artistas de remix y tecnólogos a impulsar el cambio social y a expresarse a través de sus historias e ideas. Antes de unirse a la EFF, Kit dirigió las áreas de libertades civiles y patentes en la Clínica de Derecho Cibernético, perteneciente al Centro Berkman para Internet y la Sociedad de Harvard. Anteriormente, trabajó en un bufete privado litigando casos de patentes, marcas registradas y derechos de autor en tribunales de todo el país.
Kit Walsh
Fuente: Electronic Frontier Foundation (EFF)
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