La demanda de aceite de palma incrementa la usurpación de tierras en África

20/09/2011 | Crónicas y reportajes

El vivero de palmas de aceite ocupa varias hectáreas de selva recientemente talada y de barbechos, en Sierra Leona. El director del vivero dice que para 2012 tendrán 540.000 plántulas de palma de aceite aquí, lo que sería suficiente para plantar más de 3.000 hectáreas.

El plan es plantar más de 40.000 hectáreas antes de 2017, en tierras que han sido adquiridas por un inversor extranjero por un periodo de 45 años, prorrogables por otros 21 más.

Pero para él, esta es una plantación “pequeña”. En su país natal, Malasia, tiene plantaciones mucho más grandes. Él defiende que Sierra Leona tiene que implementar este tipo de plantaciones porque ya no hay tierra suficiente para ellas en Malasia e Indonesia.

Se prevé que para el próximo año el aceite de palma sea el aceite comestible con mayor producción y demanda en el mundo. Además de su uso para cocinar, este aceite se encuentra en una gran cantidad de alimentos elaborados y cosméticos. Uno de cada diez productos que se compran en cualquier supermercado contiene aceite de palma.

Los planes de los gobiernos de Europa, China y Norte América para incrementar el uso de biocombustibles han hecho que este producto sea aún más apreciado. La creciente demanda de aceite de palma está alimentando un cruce de acusaciones sobre sus pros y sus contras, y alimentando una nueva guerra para conseguir tierras en África.

Cruce de acusaciones

En la actualidad, Malasia e Indonesia representan el 83 por ciento de la producción y el 89 por ciento de las exportaciones mundiales de aceite de palma. Pero grupos de defensa del medio ambiente y otras ONG están llamando la atención mundial sobre la forma en que las selvas tropicales han sido taladas en el Sureste asiático para la plantación, a escala industrial, de la palma de aceite, muchas de ellas destinadas a la producción de biocombustibles, que supuestamente tienen el propósito de mitigar el cambio climático, a pesar de que lo estén agravando.

El Consejo Malasio para el aceite de palma, defiende esta industria y ha abierto una Página Web para dar a conocer SUS beneficios. También existe una página llamada Oil Truth Foundation, llena de ataques virulentos contra organizaciones como Greenpeace o Amigos de la Tierra, que son muy críticos con los productores de aceite de palma. Una consulta realizada por esta periodista, por correo electrónico, a esa página no recibió ninguna respuesta.

Para tratar de contrarrestar las críticas, en 2004, los cultivadores de palma, los procesadores del aceite, los intermediarios, los fabricantes de productos que necesitan este aceite, los vendedores, los inversores y las ONG establecieron una mesa de diálogo sobre el aceite de palma sostenible, “dedicada a promover la producción sostenible del aceite de palma en todo el mundo”. Pero Amigos de la Tierra dice que la implantación del aceite sostenible está llevando a la creación de nuevas plantaciones de palmas de aceite en tierra forestales y, por tanto, provocando más deforestación.

En Indonesia, una reciente moratoria en la concesión de nuevas tierras en áreas forestales, a pesar de las muchas lagunas y agujeros que tiene, está llevando a los gigantes del sector, como Sime Darby, Olam International y Wilmar International, y a un gran número de inversores y especuladores europeos, norteamericanos y asiáticos, que quieren entrar en el pujante negocio del aceite de palma, a buscar nuevas tierras. Su objetivo es “la última frontera para la inversión”, el ya de por sí explotado continente africano.

África: la última frontera para la inversión

No hay estudios detallados que muestren la totalidad de la inversión extranjera en aceite de palma en África central y occidental, ya que los acuerdos sobre la compra-venta de tierras carecen de transparencia y solo se conocen algunos aspectos de ellos.

En Liberia, un país devastado por años de guerra, se estima que un 5.6 por ciento del total de las tierras del país ha sido arrendado a los inversores extranjeros para la producción de aceite de palma. Sime Darby tiene un contrato de arrendamiento de 220.000 hectáreas por 63 años, para plantar palmas de aceite.

La compañía Golden Agri Resources, con base en Indonesia, tiene otras 220.000 hectáreas con el mismo propósito, y Equatorial Palm Oil, una compañía británica, tiene otras 170.000 hectáreas. Esto, en un país que todavía tiene que importar el 60 por ciento del arroz que consume.

En la vecina Sierra Leona, otra nación intentando adquirir su propia seguridad alimentaria y también curarse tras sufrir una larga guerra civil, compañías europeas y asiáticas están procurándose arrendamientos a largo plazo (50 años) sobre, al menos, medio millón de hectáreas de tierra de cultivo, algo así como el 10 por ciento de la tierra cultivable de todo el país.

De ese total, casi 300.000 hectáreas han sido adquiridas por compañías de inversión de Europa y del Sureste asiático para la plantación de palmas de aceite.

En Camerún, inversores extranjeros provenientes de Asia, los Estados Unidos y Europa, están adquiriendo grandes cantidades de tierra, a menudo en las frágiles zonas de selva, para la plantación de palmas de aceite. Lo mismo sucede en Benín, Nigeria, Gabón, la República del Congo y la República Democrática del Congo donde una compañía china está intentando arrendar 2.8 millones de hectáreas para plantar palmas de aceite destinadas a la producción de biocombustibles.

Los gobiernos africanos que apoyan y permiten esta ola de adquisiciones parecen haber olvidado las largas y dolorosas luchas por la independencia de sus pueblos. Ellos no solo permiten, sino que también alientan a los inversores y especuladores extranjeros a repetir los atropellos del los colonizadores del ayer.

Tomando posesión de los árboles, consecuentemente de la tierra necesaria para que crezcan

Aparte de alguna plantación establecida durante los tiempos de la colonia o alguna otra, de propiedad gubernamental, creada por los nuevos gobiernos que surgieron tras la independencia, en África del oeste y central las palmas de aceite crecen de forma silvestre o son cultivadas de forma sostenible por pequeños agricultores.

Hay que hacer constar que la palma de aceite que ha proporcionado el enriquecimiento de esta industria –Eleais guineesis- es nativa, y realmente pertenece a las gentes de África central y del oeste. Ha formado parte de la dieta alimentaria de las poblaciones indígenas de la zona desde mucho antes de que existan registros históricos. Se ha encontrado en tumbas egipcias que datan del año 3.000 A.C.

Pero una vez que los europeos descubrieron este tesoro africano, comenzó la toma de posesión. Durante el periodo del tráfico atlántico de esclavos, el aceite rojo de palma se usaba para aprovisionar a los barcos esclavistas. Más tarde, la Revolución Industrial británica usó el aceite para lubricar las máquinas y para fabricar velas. En el siglo XX, los europeos tenían plantaciones en África central y el Suroeste asiático.

Hacia 1969, Malasia se había convertido en el mayor productor mundial de aceite de palma, y las plantaciones gigantes de monocultivo se convirtieron en la norma. El aceite que se producía era muy refinado y se exportaba a todo el mundo.

Durante el reciente auge de este negocio, empujado por su demanda para la producción de biocombustibles, en 2007, Indonesia pasó a Malasia como el mayor productor mundial. Todo este lucrativo negocio en Asia procede de los descendientes genéticos de cuatro especímenes del árbol africano que se llevaron al Jardín botánico de Bongor, en Indonesia, en 1848.

Los productores y consumidores africanos no refinan, blanquean y perfuman el aceite para transformarlo en el producto que demanda el mercado mundial. Cada vez más, la ciencia reconoce lo que la gente de África ha sabido desde siempre, que el aceite rojo, localmente cultivado y procesado, es nutricional. Es una excelente fuente de vitaminas E y K y está lleno de carotenos, que el cuerpo puede convertir en vitamina A. También es medicinal.

En África central y del oeste, la palma de aceite es cultivada, normalmente, por la población rural en plantaciones de una o dos hectáreas, junto a otros árboles importantes, dentro y alrededor de sus tierras de cultivos y en los bordes de las selvas. Crecen bien en los barbechos forestales y en huertos junto a otros árboles como el de la cola, cítricos, frutales locales, árboles para madera, bananos, cacao y café.

La palma de aceite local es muy apreciada en la región. El rico y rojo aceite que se extrae manualmente del fruto de la palma es un elemento básico de la dieta alimentaria, imprescindible junto al arroz u otro grano o cereal que constituya el alimento básico de la zona.

Se usa en sopas y salsas, para freír y en masas hechas a partir de alimentos tradicionales como la yuca, el arroz, el banano, el ñame y las judías. Incluso el fruto de la palma puede ser cocido o asado con un poco de azúcar, adquiriendo así un sabor parecido al del dátil. El aceite claro que se extrae manualmente del hueso del fruto se utiliza para fabricar jabón.

El árbol florece en natural asociación con otros cultivos claves como la yuca y el ñame. El material que queda después del prensado se utiliza como forraje. Las hojas de la palma sirven para la construcción de los techos de las casas.

Tantos las palmas cultivadas como las silvestres, son, en África central y del oeste, fuente de uno de los manjares más exquisitos de la región, el vino de palma, que se recoge directamente del árbol y constituye un medio importante de ingresos para los recolectores. Cultivado y usado de la forma que tradicionalmente se ha hecho en África, la palma de aceite también cumple una función medioambiental. Puede ayudar a regenerar las tierras degradadas, actuando como un árbol que produce una excelente sombra en plantaciones biodiversas de cacao y café, y los residuos que quedan tras la extracción del aceite puede usarse para fertilizar los suelos.

Pero todo esto aplica solo cuando el aceite de palma es cultivado y usado por pequeños agricultores. Como tantos tesoros africanos, una vez que los empresarios extranjeros pusieron sus manos en él, se apoderaron de él y la palma de aceite se ha convertido en algo muy diferente.

En las manos de las grandes empresas, el aceite de palma fue transformado en un producto muy rentable para el mercado mundial y su producción industrial ha causado inmensurables daños medioambientales en el Sureste asiático. Ahora parece preparado para hacer lo mismo en África.

El dogma económico imperante hace hincapié en la economía a gran escala y una mayor rentabilidad a través del tamaño de las plantaciones. No tiene en cuenta lo que lo que la tierra pierde cuando se transforma en interminable filas de palmeras de aceite, clones unas de otras, o el daño medioambiental causado por los plaguicidas y los fertilizantes que requieren los monocultivos.

A los lugareños se les dice que este tipo de inversiones extranjeras directas en sus tierras traerá desarrollo, trabajo y la modernización de la agricultura. Pero no se les suele informar de lo que está en juego –sus granjas, las fuentes de agua, el medioambiente, la biodiversidad, la seguridad alimentaria y la soberanía nacional.

Los gobiernos y los líderes tradicionales parecen cegados por el mito de que asignar grandes porciones de tierra a los inversores extranjeros conducirá a la “modernización” de la agricultura.

Ellos, y todos los que promueven este tipo de negocios con la tierra como una forma de inversión en la agricultura, nos quieren hacer creer que cualquiera que defienda la producción a pequeña escala es un “romántico”. Pero parecen olvidar, voluntariamente, los graves riesgos que esta entrega de tierras significa para sus pueblos y sus naciones.

Las pequeñas explotaciones agrícolas emplean gran cantidad de personas, lo cual es importante para la reducción de la pobreza. Ellas necesitan apoyo e inversiones que traigan el desarrollo a partir del trabajo de las granjas, no inversiones extranjeras que destruyan sus explotaciones agrícolas. “La adquisición de grandes extensiones de tierra durante el aumento de demanda de los productos básicos puede ser particularmente perjudicial para el desarrollo económico y social”, escriben Vera Songwe y Klaus Deininger, este último es el autor principal del importante informe del Banco Mundial sobre la adquisición de grandes extensiones de tierra, de 2011.

Y, sin embargo, la adquisición de grandes extensiones de terreno durante el incremento de la demanda de un producto básico se está llevando a cabo en África central y occidental, donde gran número de tierras agrícolas productivas y preciosas selvas, bosques y reservas de biodiversidad están siendo acaparadas por inversores asiáticos, europeos y norteamericanos. Ellos están dispuestos a invertir en la reciente demanda de aceite, lo que involucra a la humilde palma de aceite africana, que está, tristemente, amenazada por la necesidad de cultivar su variedad “mejorada” en millones de hectáreas de preciosa tierra de cultivo africana.

Cuando las empresas y los gobiernos extranjeros llegan al continente africano para apoderarse de su aceite, tienden a causar masivos daños medioambientales, problemas sociales y políticos e, incluso, a favorecer conflictos.

Pero cuando llegan al continente para acaparar grandes extensiones de tierra cultivable para producir aceite de palma para el mercado mundial, están haciendo algo todavía mucho más terrible. Están haciéndose con el control de la tierra y el agua de la que depende la gente del lugar para producir su comida y que constituyen su medio de vida, en definitiva, su propia supervivencia.

Por Joan Baxter para Pambazuka News.

Fuente: Pambazuka News, 16.09.11.

Traducción: Chema Caballero.

Autor

Más artículos de Administrador-Webmaster