La crisis de la desigualdad en África y en el mundo en punto crítico

16/02/2022 | Editorial

cidaf-ucm_logo_blanco-20.pngLas crecientes desigualdades económicas, raciales y de género, entre países y dentro de ellos, en África y en los otros continentes tienen una causa principal, que no es la climatología, la historia, ni la posición geográfica, sino que se deben a un sistema económico llamado capitalismo, que en los momentos actuales se desarrolla de forma extrema ejerciendo lo que el Informe de Oxfam califica de “violencia económica”. Tiene que ver con decisiones políticas y económicas, con desarrollos normativos y legislativos que van encaminados a favorecer los privilegios de una élite económica mundial y cuya repercusión sobre el resto de las poblaciones del planeta son desastrosas.

Algunos datos:

El panorama actual de desigualdades es alarmante: el 12 % más rico dispone de 84,8 % de la riqueza mundial; la clase media del 13,7 % y los pobres, que son la mitad de la humanidad (3.400 millones), del 1,3 %.

El 1 % más rico ha acaparado cerca de 20 veces más riqueza global que la mitad más pobre de la humanidad, conjuntamente. Y solo 252 hombres poseen más riqueza que los mil millones de mujeres y niñas de África, América Latina y el Caribe.

Hablando de África, según el informe de Oxfam, Nigeria encabeza la lista de las sociedades más desiguales del continente. En Nigeria, considerada la economía más grande del continente, el hombre más rico gana unas 150.000 veces más de lo que el 10 % más pobre de los nigerianos gastan en promedio en su consumo básico en un año.

Según el mismo informe, «costaría alrededor de 24 mil millones de dólares al año elevar a todos los nigerianos por encima de la línea de pobreza extrema, que se encuentra en 1,90 dólares por día. En comparación, la riqueza de los cinco nigerianos más ricos combinada es de 29,9 mil millones de dólares, más que todo el presupuesto del país en 2017«.

Causas más relevantes:

La exacerbación de la desigualdad en África se ha convertido en una crisis y ha llegado a un «punto crítico» en casi todo el continente, según el informe La crisis de la desigualdad en África, que fue presentado en un seminario sobre desigualdad en África, organizado por la Comisión Económica para África, en colaboración con Oxfam. Ante esta realidad injusta, cruel y escandalosa, que es global, prima el encubrimiento, el fatalismo o incluso la complicidad de otros líderes, y hasta de parte de la sociedad.

La situación actual es dramática y no hay manera de justificarla. Las acciones de justicia social deberían ser hoy en día de carácter urgente y obligatorio por todos los gobiernos del mundo y las organizaciones internacionales (ONU). Sin embargo, las minorías que acaparan la riqueza del mundo disponen de tanto poder político, militar e informativo que el cambio parece algo imposible.

Frente a esta realidad escandalosa, injusta e inhumana, sorprende, no tanto la complicidad de la mayoría de los gobernantes, como la pasividad y el fatalismo de gran parte de la sociedad hacia los desafíos más urgentes y relevantes de la actualidad social a nivel global, como son: la exclusión de la mitad de la humanidad condenada a subsistir empobrecida, sin acceso a tierras, a la educación, cuidados de la salud, empleo digno y sufriendo la violencia de los opresores. Sin compromiso social conjunto, no hay solución.

Ante esta realidad, la mayoría de los líderes políticos se comportan según dictan los poderes económicos que solo buscan perpetuar un sistema injusto en su misma raíz, negándose a promover una economía más colaborativa para potenciar un desarrollo sostenible para el Buen Vivir de toda la sociedad.

Perspectivas de futuro:

Es evidente, que el cambio de este abuso de poder y de recursos, solo puede brotar desde la humanidad oprimida y esclavizada, que, por falta de conciencia y compromiso común, no es consciente de que el poder está en su mano y que debe ser protagonista de su propia liberación y de la transformación económica y social.

El propio informe abunda en situar la Igualdad en el centro del debate, abordando con valentía políticas públicas redistributivas en todos los órdenes. Así, los gobiernos deben trabajar para “promover activamente una mayor igualdad económica y reivindicar la igualdad racial y de género a partir de objetivos explícitos, cuantificables y con plazos concretos”, como los indicados en el los ODS de la ONU.

El informe asegura que “no falta dinero ni recursos; eso quedó claro cuando los gobiernos movilizaron 16 billones de dólares para la respuesta ante la pandemia. Lo que falta es voluntad para abordar las desigualdades y la riqueza y el poder de los ricos y poderosos, así como imaginación para liberarnos del asfixiante corsé que constituye el neoliberalismo extremo”.

Cambiar el rumbo requiere redistribuir de una manera más justa el poder y los ingresos, a través de acuerdos sociales para garantizar una gestión del poder y de los recursos que respeten la dignidad humana y el Bien Común.

África, sigue siendo el continente más pobre y el segundo más desigual del mundo, después de América Latina. Como parte de una lista de recomendaciones en el informe, los países del continente deberían «gastar lo suficiente en servicios públicos de calidad universal que reduzcan la brecha entre ricos y pobres, así como las disparidades de género«. También se llama a los gobiernos a redistribuir la riqueza de los más adinerados a los más pobres a través de impuestos progresivos, en lugar de simplemente imponer impuestos al consumo, lo que, en su opinión, equivaldría en la mayoría de los casos a «castigar a los pobres«.

Sólo la suma de ciudadanos comprometidos por una gobernanza justa, responsable y colaborativa, con conciencia del Bien Común, en cooperación con líderes íntegros y profesionales, permitirá dar un vuelco a lo que es la peor desigualdad y empobrecimiento social de la historia, en África y en todos los continentes.

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