La criatura más espléndida de la selva, Cuento presentado por Paquita Reche, mnsda

26/09/2013 | Cuentos y relatos africanos

Este cuento de Zimbabwe, forma parte de un conjunto de cuentos recogido por Nelson Mandela para los niños de África. Nos explica un hecho común y bien conocido: la presencia especial de un animal doméstico en la intimidad de los hogares. Pero, el cuento no se limita a decirnos por qué y cómo los gatos se convirtieron en animales domésticos y se instalaron en los hogares, va más allá de satisfacer la curiosidad sobre el origen de algo que forma parte de la vida doméstica y cotidiana de los humanos.

A través de las distintas elecciones que hace una gata solitaria y salvaje que busca la criatura más espléndida que exista para compartir su vida, en el cuento se afirma el valor de la mujer.

Con gran humor, y a contra corriente de pensamientos y de hechos culturales que ponen la las mujeres en situación de inferioridad, puede hacer reflexionar a hombres y mujeres, para corregir prejuicios machistas en los primeros y fomentar la autoestima en las mujeres que, interiorizando mensajes vehiculazos por las costumbres y el leguaje, se consideran inferiores los hombres

Había una vez una Gata salvaje que vivía en un matorral. Cansada de su soledad decidió tomar como esposo a la criatura más espléndida que pudiera existir. Tomó como esposo a un magnífico Gato salvaje con el que le gustaba ir a pasear.

Un día que paseaban juntos, toparon con un Leopardo que se abalanzó sobre el Gato. En un santiamén el Gato quedó despanzurrado en el suelo.

-¡Vaya! -dijo la Gata-, veo que la criatura más esplendida de la selva es el Leopardo- y se fue a vivir con él.

Vivieron juntos muy felices hasta que un día, cuando cazaban en un matorral, un León saltó sobre el lomo del Leopardo y se lo merendó.

-¡Vaya! -dijo la Gata-, ahora veo que la criatura más esplendida de la selva no es el Leopardo, sino el León. Y la Gata se fue a vivir con él.

La Gata y el León vivieron juntos muy felices hasta que un día, cuando acechaban a sus presas, una figura enorme se cernió sobre ellos. Era el Elefante que se acercaba…Plaff, plaff, plaff y con su gran pata dejó planchado al León.

-¡Vaya! -dijo la Gata-, ahora veo que la criatura más esplendida de la selva no es el León, sino el Elefante. Y la Gata se fue a vivir con el Elefante.

A la Gata le gustaba trepar sobre el lomo del Elefante, acomodarse ronroneando en su cuello, justo entre sus orejas.

Vivieron muy felices hasta que un día, cuando paseaban entre las altas cañas de las márgenes del rió, se oyó una gran detonación y el Elefante se desplomó a tierra. La Gata, que apenas tuvo tiempo de saltar sobre las ramas de un árbol, sólo alcanzó a ver a un hombrecillo con una escopeta.

-¡Vaya! -dijo la Gata-, ahora veo que la criatura más esplendida de la selva no es el Elefante, sino el Hombre. Y la Gata siguió al Hombre hasta su choza. De un salto se encaramó al techo de paja y allí se instaló.

-Por fin, he encontrado a la criatura más espléndida de toda la selva, pensó la Gata.

Instalada en el techado de paja, empezó a atrapar a los ratones y a las ratas del poblado. Un día, mientras dormitaba calentándose al sol, oyó ruidos en el interior. Las voces del hombre y de su esposa fueron subiendo de volumen hasta que wara-wara-wara…!yo-ui!, por la puerta salió despedido el hombre y aterrizó en el polvo.

-Con que sí, ¿eh? –dijo la gata… Ahora sé quién es de verdad la criatura más espléndida de la selva: la Mujer.

La Gata descendió del techo de paja, entró en la choza y se arrellanó junto al fuego. Y allí ha seguido instalada desde entonces.

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