El retrovisor de la historia demuestra que aquel sueño de verano en el que muchos vieron un renacimiento y que los más cursis, por no llamarlos ilusos, bautizaron como primavera árabe, se ha quedado en poco más que en un estadío congelado en el que los oscuros intereses occidentales han logrado su objetivo, que no era otro sino estabilizar Egipto.
La radiografía de la cornisa norteafricana nos revela que Marruecos continua siendo el aliado primordial de Washington en el Magreb. Argelia es una pieza clave y a la vez “ausente”; y que siga así, pues su gas va a ser básico tan pronto estalle un conflicto en Ucrania. Túnez, cepa original del efímero ensayo democrático-laico árabe, tal vez lo logre. ¿Pero a quien le importa?; su valor es menor. La “franca” y chapucera apuesta por derrocar a Gaddafi aún nos dará alguna desagradable sorpresa; pues Libia ya es un estado incierto donde el caos se define por el peso de la que tal vez sea la sociedad civil más armada del continente. ¿Una Somalia en potencia a las puertas de Europa? ¿Y Egipto? El don del Nilo es la bisagra entre occidente y la fragua de Oriente Medio.
El peso geoestratégico de Suez y la cercanía del estado judío, dictan que lo mejor que a occidente le pudo suceder tras el fin de Mubarak y la reactivación de la amenaza islamista bajo las aspiraciones de los Hermanos musulmanes, ha sido precisamente que el [socialmente] influyente ejército egipcio haya tomado el control del país; eternizando con ello una alternancia que cargada de bonitas palabras sólo espera por un Rais que guste en La Casa Blanca y Tel Aviv. ¿Ha llegado ese momento? De alguna manera u otra, el crédito militar vuelve a fluir a Egipto y sus insaciables pedidos militares se reactivan; qué más da las moratorias de la Union Europea; como si eso realmente importara. La renovación de los helicópteros Apache y los F-16 Falcon ya engrosan las filas de la aviación egipcia. Y si eso es así, tal vez sea porque las catacumbas de la transición ya han fraguado. Objetivo cumplido. Occidente no perdió Egipto; ese era un lujo inaceptable desde cualquier punto de vista; ¿y qué más da lo que gritara la cairota Plaza Tahrir? El imperio nunca pierde.
CENTRO DE ESTUDIOS AFRICANOS DE LA ULL