Toda energía, incluso la potencialmente peligrosa, puede ser transformada en motor para el desarrollo de la sociedad.
La noticia asombrosa sobre la transformación del metano en el lago Kivu en electricidad, va a duplicar la producción de electricidad en Ruanda, al mismo tiempo que transforma la amenaza de una posible explosión mortal en energía comercializable.
El lago Kivu, con unos 2.500 km2, situados entre Ruanda y la RD del Congo, contiene en sus capas profundas una mezcla, potencialmente mortal, de metano y CO2. Los investigadores afirman que el lago Kivu presenta serios problemas, sobre todo por la proximidad del volcán Nyirangongo.
La empresa americana “ ContouGlobal” termina los preparativos del proyecto KivuWatt, cuyo objetivo es transformar la amenaza en una ganga para finales de 2014.
El metano va a permitir diversificar las fuentes de energía de Ruanda. Además, no hay sondeos ni perforaciones. El gas es aspirado desde las capas inferiores de las aguas del lago que están saturadas de metano, y el gas es enviado a una central. De este modo, la estructura del lago y la fauna y flora no quedan afectadas.
Esta “bomba de gas”, potencialmente mortal, y transformada en nueva fuente de energía para el desarrollo de un país, me ha recordado otros tipos de “bombas explosivas”, que en principio pueden ser perjudiciales pero también pueden potenciar el desarrollo inclusivo y sostenible de una sociedad.
La indignación de gran parte de la sociedad, tanto en África como en Europa, puede resultar destructiva, de no ser comprendida y atendida, y puede provocar violencia, destrucción y una mayor radicalización, porque el abuso de poder y la corrupción siempre generan violencia.
Pero esta misma indignación puede contribuir a recrear una sociedad revitalizada, más democrática y pujante, justa, transparente y solidaria, donde todas las personas, incluidos los emigrantes, puedan tener acceso a los bienes comunes y vivir con dignidad.
Pienso que el potencial del gas metano en el lago Kivu, es un símbolo muy adecuado, del potencial de una sociedad indignada, y estas existen en muchos países africanos y europeos.
¿Seremos capaces de transformar esta inmensa energía social en potencial para el desarrollo, a través del diálogo y de una distribución más justa de las riquezas?
¿O seguiremos ciegos y sordos del clamor de tantos pueblos, hasta que llegue la explosión?
En algunos países de África, como en Uganda, Ruanda, Sudan etc., todos los cambios de gobierno, desde la independencia hasta este momento, han sido violentos. En otros países, como Tanzania, Zambia, Malawi, etc, los cambios han sido pacíficos.
El poder de transformación sigue con nosotros-as.
