La ayuda no ha cambiado ni de cara ni de naturaleza , por Samir Amin

10/02/2010 | Blog Académico

La ayuda no ha cambiado ni de cara ni de naturaleza. En este prólogo al libro de Yash Tandon “Ending Aide Dependence” (Acabar con la dependencia de la ayuda), Samir Amin recuerda como la ayuda mantiene los Estados africanos en un estatus de “Estados clientes”, con una fragilización que los encierra en la lógica viciada de un sistema; esa lógica que corrompe a los dirigentes, alimenta presupuestos hasta tal punto que se convierte en indispensable y asienta un instrumento de dominación del imperialismo. Uniéndose a Yash Tamdon, hace un llamamiento en favor de otra forma de ayuda.

Si como se pretende, en la ayuda hay dos “socios” – en principio iguales – el país donante y el país beneficiarion, la arquitectura del sistema debería haberse negociado entre esos dos conjuntos de Estados. Nada de eso sucede. El debate sobre la ayuda ha sido encerrado en un corsé apretado. Su arquitectura ha sido definida en la “Paris Declaration on Aid Effectiveness” (2005), redactada en el seno de la OCDE e impuesta a los países beneficiarios de la ayuda por la “Accra Action Agenda” (2008). Así pues, desde el principio el procedimiento elegido es ilegítimo.

La condicionalidad general, definida por el alineamiento en la mundialización liberal, es omniporesente: favorecer la liberalización, abrir los mercados, ser “atractivo” para las inversiones privadas extranjeras. Por añadidura, los medios del control político de la Triada (EEUU, Europa y Japón) han sido reforzados por la introducción de una condicionalidad política: el respeto de los derechos humanos, la democracia electoral y el pluripartidismo, la buena “gobernanza”, aliñados por el discurso insípido sobre la “pobreza”. La Declaración de Paris constituye por lo tanto un paso atrás en comparación con las prácticas “de losdecenios del desarrollo” (1960-1970), cuando el principio de la libre opción por parte de los países del Sur de su sistema y de sus políticas económicas y sociales era admitido.

La pobreza, la sociedad civil, la buena “gobernanza”: la retórica pobre del discurso dominante de la “ayuda”.

El mismo término de “pobreza” proviene del lenguaje de la caridad, anterior a la constitución de un lenguaje desarrollado por el pensamiento social moderno, que busca ser científico, esto es, que trata de descubrir los mecanismos que engendran un fenómeno observable.

La “sociedad civil” en cuestión es asociada a una ideología del doble consenso:

1) que no hay alternativa a “la economía de mercado” (expresión vulgar para servir de sustitutivo al análisis del “capitalismo realmente existente”.

2) que no hay alternativa a la democracia representativa basada en el multipartidismo electoral, para servir de sustitutivo a la concepción de una democratización de la sociedad, siendo ella misma un proceso sin fin.

El concepto auténtico de sociedad civil debe restituir todo su espacio a las organizaciones de lucha: trabajadores (sindicatos), campesinos, mujeres, ciudadanos. Integra y no excluye, en consecuencia, los partidos políticos del movimiento, reformadores o “revolucionarios”. En su lugar, el discurso de la “ayuda” da preeminencia a las “ONG”. Esta opción es indisociable de otro elemento de la ideología dominante, que ve en el “Estado” el adversario por naturaleza de la libertad. En las condiciones de nuestro mundo real, esta ideología viene a legitimar “la jungla de los negocios”, como la crisis financiera en curso ilustra.

La “gobernanza” ha sido inventada como sustitutivo del “poder”. La oposición entre estos dos calificativos – buena o mala gobernanza – recuerda el maniqueísmo y el moralismo, que sustituyen el análisis de la realidad. Una vez más, esta moda nos viene de la sociedad ultra atlántica, en la que el sermón domina el discurso político. La ideología visible subyacente se emplea simplemente a evacuar la verdadera cuestión: ¿qué intereses sociales el poder establecido, sea el que sea, representa y defiende? ¿Cómo hacer avanzar la transformación del poder para que se convierta progresivamente en el instrumento de las mayorías, especialmente de las víctimas del sistema? Dando por descontado que la receta electoral pluripartidista ha probado sus límites desde este punto de vista y que, de hecho, las diplomacias de la tríada imperialista practican el principio de “dos pesos y dos medidas” sin escrúpulos, singularmente en lo que respecta a los “derechos humanos”.

Ayuda, geo-economía, geopolítica y geoestrategia

Las políticas de ayuda, la elección de los beneficiarios, de las formas de intervención, son indisociables de los objetivos geopolíticos.
Las diferentes regiones del Planeta no cumplen funciones idénticas en el sistema liberal mundial. África subsahariana está perfectamente integrada en este sistema global y no está de ningún modo “marginada”, como se dice sin reflexionar a menudo: el comercio exterior de la región representa el 45% de su PIB, contra el 30% de Asia y América Latina, el 15% para cada una de las tres regiones constitutivas de la triada. Por lo tanto, África está cuantitativamente “más” y no “menos” integrada, pero lo está de modo diferente.(1)

La geoeconomía de la región reposa en dos conjuntos de producciones determinantes en el modelamiento de sus estructuras y en la definición de su lugar en el sistema global:

1) productos agrícolas de exportación “tropicales”: café, cacao, algodón, cacahuetes, frutas, aceite de palma, etc.

2) hidrocarburos y producciones mineras: cobre, oro, metales raros, diamantes, etc.

Los primeros son los medios de “supervivencia”, más allá de la producción de víveres para el autoconsumo de los campesinos, que financian el injerto del Estado en la economía local y, a partir del gasto público, la reproducción de las clases medias. Estas producciones interesan más a las clases dirigentes locales que a las economías dominantes. Por el contrario, lo que interesa grandemente a éstas últimas son los productos de los recursos naturales del continente. Hoy, los hidrocarburos y los minerales raros. Mañana, las reservas para el desarrollo de los agro-carburantes, el sol, el agua.

La carrera en pos de territorios rurales destinados a ser convertidos en productores de agrocarburantes ha comenzado en América Latina. África ofrece en este tema gigantescas posibilidades. Madagascar ha iniciado el movimiento y ya ha concedido superficies importantes en el oeste del país. La puesta en marcha del código rural congoleño (2008), inspirado por la cooperación belga y la FAO, permitiría sin duda al agri-business apoderarse a gran escala de suelos agrarios para “ponerlos en valor”, del mismo modo que antes el código minero permitió el pillaje de los recursos minerales de la colonia. Los campesinos, inútiles, pagarán el pato; la miseria agravada que les espera interesará quizás a la ayuda humanitaria de mañana y a los programas de “ayuda” para la reducción de la pobreza.

La nueva fase de la historia que se abre está caracterizada por la agudización de los conflictos para acceder a los recursos naturales del planeta. La triada pretende reservarse el acceso exclusivo a esta África “útil” (la que tiene recursos naturales), y prohibir dicho acceso a los “países emergentes”, cuyas necesidades en este terreno ya son considerables y lo serán aún más en el futuro. La garantía de este acceso pasa por el control político y por la reducción de los Estados africanos al estatuto de “Estados clientes”. La ayuda exterior cumple aquí funciones importantes en el mantenimiento de Estados frágiles.
Por lo tanto, no resulta exagerado o abusivo considerar que el objetivo de la ayuda es el de “corromper” las clases dirigentes. Más allá de inyecciones financieras (bien conocidas y respecto de las cuales se hace como si los donantes no tuvieran nada que ver), la ayuda, convertida en “indispensable” (ya que es una fuente importante de la financiación de los presupuestos) cumple esta función política. Por ello, es importante que esta ayuda no esté reservada exclusivamente e íntegramente a los hombres en puestos de mando, en el “gobierno”. Es preciso también que se interese igualmente por las “oposiciones” capaces de sucederle. El rol de la sociedad civil y de algunas ONG encuentra aquí su lugar.

Para ser políticamente eficaz, la ayuda en cuestión debe contribuir igualmente a mantener la inserción de los campesinos en este sistema global, ya que esta inserción alimenta la otra fuente de los ingresos del Estado. Igualmente, la ayuda debe interesarse por el progreso de la “modernización” de los cultivos de exportación. El caso del Níger ilustra a la perfección la articulación de los recursos minerales estratégicos (el uranio) / ayuda “indispensable” / mantenimiento del país en el estatus de Estado cliente. (2)

En un excelente artículo publicado por Le Monde Diplomatique (3), el autor ha establecido con fuerza esta relación. Para las potencias occidentales, el Níger es ante todo “un país con uranio”. Las diplomacias de la triada lo saben y la situación geográfica del Níger les hace temer lo peor, Es la razón por la que el arma de la “rebelión tuareg” es movilizada aquí con cinismo. El conflicto en torno a las concesiones, antes monopolio de Francia, revela la realidad de la amenaza (por la entrada en liza de China).

Los contornos de una ayuda alternativa que merecería ese nombre
La elaboración de una visión global de la ayuda no puede ser delegada a la OCDE, al Banco Mundial o a la Unión Europea. Esta responsabilidad corresponde a la ONU y sólo a ella. Que esta organización esté, por naturaleza, limitada por el monopolio de los Estados, considerados en principio como representantes de los pueblos, es así. Pero lo mismo se puede decir de las organizaciones al servicio de la triada. De acuerdo en que se proponga reforzar una presencia más “directa” de los pueblos al lado de los Estados. Debatir sobre las fórmulas posibles de esta presencia merece atención. Pero esta presencia debe ser concebida para reforzar la ONU. No puede ser sustituida por fórmulas de participación de ONG (elegidas a voleo) en conferencias pensadas y gestionadas por el Norte (y manipuladas forzosamente por las diplomacias del Norte). Es la razón por la que hay que apoyar la iniciativa tomada por ECOSOC en 2005 en favor de la creación del “Developpement Cooperation Forum” (DCF). Esta iniciativa inicia sobre esta cuestión la constitución de “partenariados” auténticos en la perspectiva de un mundo policéntrico. La iniciativa, como podía imaginarse, fue mal recibida por las diplomacias de la Triada.

Pero hay que ir más lejos y atreverse a franquear una « línea roja ». No se trata de “reformar” el Banco Mundial, la OMC, el FMI; no se trata de limitarse a denunciar las consecuencias dramáticas de sus políticas. Se trata de proponer instituciones alternativas, de definir positivamente las tareas y de dibujar los contornos institucionales. La opción en favor de una ayuda alternativa es indisociable de la formulación de un desarrollo alternativo. Los grandes principios que dan un sentido al desarrollo son, al menos, los siguientes:

1) El desarrollo exige la construcción de sistemas productivos diversificados, esto es, comprometidos en primer lugar en la ruta de la industrialización. No puede sino constatarse el rechazo tenaz en reconocer la necesidad de esta perspectiva para África subtropical. ¿Cómo comprender de otro modo los mensajes sobre “la deriva industrial demencial” (¿qué país africano está sobreindustrializado?) repetidos a veces por los amigos “altermundialistas”? ¿No se ve que precisamente los países que se han lanzado por esta vía “demencial” son los que hoy son llamados emergentes (China, Coreo y algunos otros)?

2) La diversificación y la industrialización exigirán a su vez la construcción de formas adecuadas de cooperación regionales. Estas formas deben ser reinventadas para ser coherentes con los objetivos del desarrollo dibujados aquí. Los “mercados comunes” regionales que dominan las instituciones establecidas (cuando existen y funcionan), no lo son, ya que han sido concebidos también ellos como constituyentes de la mundialización liberal (4). La cooperación Sur –Sur debe tomar el relevo. Por otra parte, y con buen criterio, los países donantes del Sur han rehusado participar en el “club de donantes” de la triada imperialista.

3) Los problemas del mundo rural y del desarrollo de la agricultura no pueden no ser colocados en el centro de la definición de una estrategia a favor de otro desarrollo. La Declaración de Paris no se separa de la visión heredada de la colonización, esto es, de una agricultura de exportación de productos tropicales, que según la teoría gozarían de “ventajas comparativas”. Como contrapunto, es `preciso dar la prioridad a la agricultura de producción de víveres en la perspectiva de la soberanía alimentaria, y no de la seguridad alimentaria, que está en el origen de la “crisis alimentaria” en curso. Esta prioridad implica la puesta en práctica de políticas basadas en el mantenimiento de una población rural importante (en reducción lenta y no acelerada). El acceso tan igualitario como sea posible a la tierra y a los medios para explotarla correctamente constituye un mandato de esta concepción de la agricultura campesina. Ello implica reformas agrarias en algunos sitios, en otros, el reforzamiento de la cooperación y en todos los sitios, políticas macroeconómicas adecuadas (créditos, suministro de entrantes, comercialización de la producción).

Estas medidas son diferentes a las que el capitalismo histórico ha puesto en práctica en Europa y América del norte, fundamentadas en la apropiación del suelo, en su reducción al estatus de mercancía, en la diferenciación acelerada en el seno del campesinado y en la rápida expulsión de los excedentes rurales “inútiles” (5). La opción preconizada por el sistema dominante, basada en la rentabilidad financiera y el productivismo a corto plazo (aumentar rápidamente la producción al pecio de la acelerada expulsión de campesinos sobrantes) responde ciertamente a los intereses de las transnacionales agro-business y a los de una nueva clase de campesinos ricos asociados, pero no a los intereses de las clases populares y a los de la Nación.

La alternativa implica un replanteamiento radical de la liberalización mundializada de la producción y del comercio internacional de los productos agrícolas y alimenticios, como lo ha demostrado enérgicamente Jacques Berthelot. Pasa por políticas nacionales de construcción / reconstrucción de Fondos nacionales de estabilización y de apoyo a las producciones concernidas, completadas por establecimiento de Fondos internacionales comunes para los productos de base, que permitan una reorganización alternativa eficaz de los mercados internacionales de los productos agrícolas (6).

4) El desarrollo alternativo esbozado impone un verdadero dominio de las relaciones económicas con el exterior, además del abandono del sistema de “intercambios libres”, pretendidamente “regulados por el mercado”, en beneficio de sistemas nacionales y regionales de intercambios controlados. Se funda en el principio de la prioridad dada a los mercados internos (nacionales y regionales), y, en este marco, en primer lugar, a los mercados que responden a la expansión de la demanda de las clases populares, y no al mercado mundial. Es lo que yo llamo un desarrollo autocentrado y desconectado, uniéndome a los desarrollos propuesto por Yash Tandon en el libro al que está consagrado este prólogo

Notas:
(1) Samir Amin, Is Africa really marginalized?, in, Helen Lauer (ed), History and Philosophy of Science, Hope Public, Ibadan 2003.

(2) El caso de Niger, estudiado por un equipo del FTM es ejemplar. Este país recibe una “ayuda” excepcional (50% de su presupuesto) y sigue estando no obstante en la cola de la lista de los países más pobres. ¿Quiebra de la ayuda? O más bien ¿quiebra del modelo de desarrollo impuesto por esta “ayuda”?

(3) Bednik, Bataille pour l’Uranium au Niger, Le Monde diplomatique, Juin 2008.

(4) Samir Amin et Bernard Founou-Tchuigoua, Les régionalisations, quelles régionalisations ? Site Web FTM ; partiellement in S. Amin et alii, Afrique, exclusion programmée ou Renaissance, Maisonneuve et Larose, 2005, pp 129 et suiv.

(5) Samir Amin, Globalisation and the Agrarian Question; in, B.N. Ghosh (ed), Globalisation and the Third World, Palgrave 2006.

(6) Jacques Berthelot, Site Web.

Jean Pierre Boris, Le roman noir des matières premières, Pluriel, 2005.

Traducido por Ramón Arozarena

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