Kenia: los jóvenes ganan un primer asalto, por Ramón Echeverría

10/07/2024 | Bitácora africana, Opinión

 

  • “Finalmente, El 26 de junio, el presidente dio marcha atrás y anunció que no aprobaría el proyecto de ley de finanzas” (publicada en los medios de comunicación).
  • “Nunca convenceréis a nuestra generación de que se puede confiar en vosotros, nunca más” (Reacción, el 28 de junio, de Crystal Asige, persona con discapacidad visual, reconocida cantautora, senadora de la República de Kenia)

No es la primera vez que la violencia se desata en Kenia. Esta vez, desencadenadas por las propuestas del gobierno de aumentar los impuestos, las manifestaciones, pacíficas en sus inicios, comenzaron el 18 de junio. Degeneraron el 25, cuando algunos manifestantes irrumpieron en el recinto del Parlamento, incendiaron partes del edificio y se llevaron como trofeo la maza ceremonial del presidente. La policía reaccionó con fuerza. El 26 de junio, la Comisión Nacional de Derechos Humanos de Kenia informó que 39 personas habían muerto en las protestas.

En Kenia lleva años gestándose el malestar por la economía y por la aparente insensibilidad de los políticos hacia los problemas reales de la población. William Ruto, sucesor de Uhuru Kenyatta, de quien había sido vicepresidente, ganó en 2022 unas elecciones bastante reñidas, habiendo prometido que iba a hacer frente a la crisis del coste de la vida, y situar a los pobres y trabajadores en el centro de sus prioridades. Luego, al asumir el cargo, se encontró con que la deuda, 80.000 millones de dólares, equivalía a tres cuartas partes del PIB, y que el 65 % de los ingresos irán al pago de la deuda. El endeudamiento en el que se embarcaron los gobiernos africanos en la década de 2010 está a punto de vencer. Se prevé que la proporción media del gasto público que se destina al servicio de la deuda alcance el 12 % este año, el 23 % en el caso de Kenia, y muchos gobiernos africanos «se han embarcado en planes de endurecimiento fiscal considerables», dice el FMI. Aplicando medidas en buena parte acordadas con el mismo FMI, Ruto comenzó a recortar subsidios puestos en marcha por Kenyatta, en especial los de los combustibles. Su excusa, para muchos poco creíble, fue que durante la administración anterior se le había marginado de la toma de decisiones. En 2023 aumentó el 5 % el impuesto sobre las rentas altas y decretó un impuesto del 3 % sobre la vivienda. El pasado mayo se publicaron los nuevos impuestos para el ejercicio 2024-2025. Se trataba, entre otros, de imponer un IVA del 16 % al pan, y un “impuesto ecológico” que habría elevado el precio de artículos como compresas, pañales, envases, plásticos y neumáticos. Y explotó Kenia.

Esta vez, sin embargo, no fueron los políticos de la oposición los que azuzaron a los manifestantes, sino una nueva generación de jóvenes kenianos, no jerarquizados y habituados a comunicarse en las redes. Apareció así el hashtag #REJECTFINANCEBILL2024, y en TikTok circularon vídeos que describían el daño que estaban causando las políticas gubernamentales. Y el 18 de junio, en vísperas de la segunda lectura del proyecto de ley de finanzas en el Parlamento, miles de personas salieron a las calles. Espontáneamente, armados con sus teléfonos inteligentes, transmitiendo en vivo los enfrentamientos con las fuerzas del orden, se manifestaron juntos jóvenes de la GenZ, y jóvenes y menos jóvenes de los suburbios de Nairobi. “William Ruto ha logrado”, –escribiría William Wycliffe Muia para la BBC–, “lo que nunca habían conseguido generaciones de políticos: unir a un gran número de kenianos más allá de la etnia y los partidos políticos”.

Un periodista de The Economist explicaba en enero de 2023 cómo siempre los jóvenes han sorprendido a sus mayores. Los de hoy no son diferentes, y nos desconciertan. Tienen poco dinero pero gustos caros. Valoran al mismo tiempo la comodidad y la conciencia social. Anhelan la autenticidad y están constantemente inmersos en un sucedáneo digital del mundo. Puede que eso se aplique también a los jóvenes kenianos GenZ. Pero éstos son, además, y así los califica Wycliffe, “anti-tax revolutionaires”. “No sólo son valientes, son igualmente `cool´, y saben hablar y convencer”, añade la comentarista política Pauline Njoroge. También los habitantes de los suburbios y de las zonas marginadas de las ciudades están conectados a las redes. Viven con resquemor las evidentes e injustas diferencias sociales. Y en ellos han encontrado un eco inmediato los argumentos esgrimidos por los kenianos de la GenZ. Su participación en las manifestaciones antigubernamentales ha sido masiva en todo el país. Tal vez sin ellos, las manifestaciones contra Ruto no hubieran tenido la misma dimensión. El 26 de junio William Ruto retiró su proyecto de ley de finanzas, y los jóvenes ganaron lo que parece haber sido tan sólo un primer asalto.

“Nunca convenceréis a nuestra generación de que se puede confiar en vosotros, nunca más”, declaró Crystal Asige, y, cuando escribo estas líneas, las manifestaciones continúan con más fuerza. Ya no se trata de oponerse a un proyecto de ley, sino de tumbar al gobierno y barrer a toda una clase política. Se podría casi hablar de “afropopulismo”, un sentimiento antisistema nacido de una profunda frustración, especialmente entre los jóvenes urbanos, contra las élites corruptas y lo que se considera sus patrocinadores extranjeros. Y, contrariamente a lo que solía ocurrir en el pasado, la base ideológica de este nuevo asalto evoca sentimientos de nación y de clase social, más que de identidad tribal. Será mucho más difícil de ganar que el primero. Sobrevivir es la principal prioridad de los habitantes de las zonas marginadas, y manifestarse no da de comer a una familia. Y en cuanto a los jóvenes de la GenZ, es probable que muchos hayan leído “No longer at ease” (“Me alegraría de otra muerte”) que el nigeriano Chinua Achebe publicó en 1960. En la novela, Obi Okonkwo, tras sus estudios en el extranjero, vuelve a su país dispuesto a combatir la corrupción. Misión imposible, terminará siendo él mismo parte de ese sistema que tanto había criticado en sus años de juventud.

Ramón Echeverría

CIDAF-UCM

Autor

  • Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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