Kagame: de la alfombra roja de Kinshasa al plantón de Zapatero en España II

30/07/2010 | Opinión

En la primera parte de este artículo, juzgábamos que al ceder a las críticas de la clase política (y a las de las ONG), Zapatero (dando plantón al presidente ruandés) constituye en adelante una excepción (rarísima) en Occidente, donde Kagame es adulado a pesar de la sangre que no cesa de verter.

En esta segunda parte, desearíamos comprender cómo este Occidente que se dice portador de los valores de la justicia, de la paz, del derecho, de la libertad e igualdad, ha llegado a apoyar algunos dictadores en el mundo en general y en África en particular. Esta cuestión, aparentemente anodina, debería incitar a los africanos a tener de manera permanente sus occidentanólogos: mujeres y hombres de nuestro continente que estudien todos los días esta parte del mundo. ¿Cómo el Occidente moderno, adepto a las Luces, da cada vez más la impresión de dejarse dominar por las Tinieblas de la muerte hasta tal punto que “los Zapatero” se convierten en una excepción “rarísima”?

En 1978, Alexandre Soljenitsyne dirigiéndose a los estudiantes americanos de Harvard acusaba a Occidente de manifestar signos demasiado visibles de cansancio moral, expresado a través del declive del coraje. Decía: “El declive del coraje es lo que quizás choca más a una mirada extranjera en el Occidente de hoy. El coraje cívico ha desertado no solamente del mundo occidental en su conjunto sino de cada país que lo compone, de cada uno de sus gobiernos, de cada uno de sus partidos, así como, evidentemente, de las Naciones Unidas”. A su juicio “este declive del coraje es especialmente sensible en la clase dirigente y en el sector intelectual dominante, de ahí la impresión de que el coraje ha desertado de la sociedad entera”. La cobardía, el servilismo, habían ganado los corazones y las mentes de la mayoría de los funcionarios políticos e intelectuales. A sus ojos “los funcionarios políticos e intelectuales manifiestan este declive, esta debilidad, esta irresolución, en sus actos, en sus discursos, y todavía más en las consideraciones teóricas que ofrecen con complacencia para probar esta manera de actuar, que fundamenta la política de un Estado en la cobardía y servilismo”. Soljénitsyne hablaba del declive del coraje poniendo en cuestión la alianza entre las democracias occidentales y el totalitarismo soviético contra el nazismo.

Más de treinta años después, en su ensayo titulado El desarreglo del mundo, Amin Maalouf llega a una constatación más o menos semejante. Escribe: “que el triunfo de Europa le haya hecho perder sus puntos de referencia no es la única paradoja de nuestra época. De la misma manera se podría sostener que la victoria estratégica de Occidente, que habría debido reforzar su supremacía, ha acelerado su declive; que el triunfo del capitalismo lo ha precipitado en la peor crisis de su historia; que el fin del “equilibrio del terror” ha hecho nacer un mundo obsesionado por “el terror”; y también, que la derrota del sistema soviético, notoriamente represivo y antidemocrático, ha hecho recular el debate democrático sobre toda la extensión del planeta”. La propensión de Occidente a transformar su conciencia moral en instrumento de dominio justifica en parte sus alianzas contra-natura con los peores dictadores de nuestro mundo. Añadamos que el triunfo del capitalismo ha exacerbado el triunfo de la codicia en la medida en que el mercado ha modelado la manera de vivir y de pensar de una inmensa mayoría de occidentales.

Joseph Dtiglitz lo subraya sin ambages cuando escribe: Hemos dejado que los mercados modelen ciegamente (¿) nuestra economía y al hacerlo también han contribuido a modelarnos a nosotros y a nuestra sociedad. La crisis financiera ha venido a dar testimonio de este estado de cosas: en el mercado financiero las personas se explotan mutuamente y viven de las ganancias de esta explotación. Y “si bien la infatigable búsqueda del provecho y la exaltación del interés personal no han creado la esperada prosperidad, han contribuido a crear el déficit moral”. Se ha producido un desmoronamiento de la responsabilidad individual y colectiva y la pérdida de la confianza mutua.

En este Occidente que mayoritariamente sufre de un déficit moral, donde la cobardía y el servilismo no cesan de ganar terreno entre los funcionarios políticos e intelectuales, el Primer ministro español, al rechazar aparecer con Kagame, plantea la cuestión de la existencia de minorías activas; la de “los pequeños restos” occidentales con los que los otros “pequeños restos” del mundo deberían aprender a trabajar más en sinergias. Por medio del gesto de Zapatero, el otro Occidente, indispensable para la re-creación del mundo mestizo del futuro, es una señal. Debe ser constantemente identificada y localizada por las minorías de actores-creadores de otro Congo y de otra África. En este otro Occidente, el triunfo del capitalismo desenmascarado no ha logrado el éxito: anular los corazones y las mentes. La pena es que no está al mando de los asuntos del mundo; es el otro, cobarde y servil, el que presta su mano al capital y el que es más visible. Su apoyo, “internacional del terror”, corre el peligro de llevar nuestro mundo a su pérdida. Su retórica hipócrita sobre la defensa de los valores y de la democracia es copiada servilmente por las elites y otros negros de servicio que han desenrollado la alfombra roja a Kagame el 30 de junio de 2010 entre nosotros en Kinshasa. Los instrumentos de su expansión (el FMI y el Banco Mundial) les dictan la política económica que aplican en nuestros países en beneficio del triunfo de las redes de la rapiña y de la muerte.

Por JP MBELU

(Le Potentiel, República Democrática del Congo, 22-07-2010)

Traducción: Ramón Arozarena.

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