La antaño tierra de regreso de los esclavos liberados acabaría tornándose en un horror de guerra civil ejemplarizando al genuino megalómano africano en las efigies de Doe o Taylor. Diamantes, drogas, niños soldado, tráfico de armas y corrupción a
raudales. En la actualidad, Liberia es presidida por Ellen Johnson Sirleaf. Una señora vestida a lo african queen y ganadora del nobel de la paz. El pequeño país de Africa occidental vive un boom minero en el que la divisa entra a raudales y con la misma acaba dilapidada. Hierro, madera y oro, han atraído a las multinacionales del expolio.
El gigante minero Aurea tiene tres concesiones para explotaciones auríferas donde la más representativa sostiene una previsión de extracción que ronda el billón de euros. Un potosí que apenas repercute en mejoras para la población civil y que a pesar
del bonito cuento de hadas de Sirleaf, hace que nos volvamos a topar de bruces con el ya [tristemente] habitual pecado africano: los ingentes beneficios procedentes del subsuelo se reparten entre una minúscula elite social, altos funcionarios y las
multinacionales. Un desagüe económico cuyo pozo séptico nos lleva a las cuentas bancarias de las Islas vírgenes.
La estructura es simple. Un lavado de cara de la vieja maquinaria colonial. La multinacional toca directamente a las puertas presidenciales donde reparte sus sobres y la concesión se obtiene sobre la marcha. Para dar color local y aparentar, se nombra a un
nepote como presidente de la corporación minera, preferiblemente gordinflón pues siempre le vestirá más el Rolex de oro. Los técnicos son blancos pagados a 15,000 dólares/mes, los mineros se buscan en las callejuelas embarradas de Monrovia y, olvidaba la seguridad: siempre hay algún chico malo sudafricano –blanco- disponible para cualquier arrabal africano.
“Si esto sale bien y la mina aguanta un par de años más, me jubilo a los 50”, me dice mi amigo Jan mientras posa con un bloque de oro en bruto de unos 25 kilogramos del que tengo la foto. Africa no ha cambiado un ápice desde el Congo belga, Mobutu o Rhodes; siempre hay un blanco con dólares, un negro gordo al que untar y un no
problem my friend.
CENTRO DE ESTUDIOS AFRICANOS DE LA ULL.