Jóvenes: se declina en plural, por Ramón Echeverría

23/01/2017 | Opinión

¿Un grupo de viejos solterones discutiendo, –y decidiendo–, sobre cómo deben ser las familias? Aún con todas las expresiones de buena voluntad, excepciones, matices y salvedades necesarias, esa fue la impresión que dieron los obispos católicos reunidos en el último Sínodo sobre la Familia. Ahora el papa Francisco quiere consultarles sobre la situación de los jóvenes, –ése será el tema de un nuevo sínodo previsto para 2018–, y ha pedido a los obispos que antes de hablar escuchen a los jóvenes, y a éstos que hagan oír sus voces. Francisco quiere aprovechar su dinamismo y franqueza, sus ideales y esperanzas para que le ayuden a deshacer algunos de los líos en los que el mundo contemporáneo está metido y de los que ellos suelen ser las primeras víctimas. Para ello el papa argentino tendrá también que ayudar a los obispos a salir del contexto más bien occidental y europeo en el que hasta ahora se ha movido la Iglesia-institución y a escuchar lo que los jóvenes de otros continentes tienen que decir. Por ejemplo los de Africa.

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Para los de Africa del Sur, el sida es una de sus mayores preocupaciones. Según Onusida la contaminación alcanza al 19% de la población. La cadena MTV, productora de una serie difundida en Africa anglófona para sensibilizar a los jóvenes en la lucha contra el sida, acaba de producir una segunda, “Shaga”, ambientada en Africa del Sur, y que será difundida a partir del próximo mes de abril.

En su edición del 6 de agosto del año pasado, The Economist presentaba la situación del egipcio Muhammad Fawzi, 21 años, estudiante de ingeniería, preocupado porque no sabe si encontrará trabajo, o si éste le permitirá ayudar a su madre viuda. Preocupado también porque sin un salario decente no podrá comprar un piso y sin un piso no podrá casarse. Por motivos religiosos no quiere tener una “amiga”, también porque no le gustaría que su hermana fuera la “amiga” de nadie. Se considera más piadoso que sus padres aunque no va muy a menudo a la mezquita. Y le gustaría que el Islam fuera en Egipto más puro y estricto, menos contaminado por las costumbres occidentales, y que luchara contra la corrupción de su país.

Casos similares se dan en todo el Magreb. Según el diario argelino Le Matin de este 15 de enero, entre los jóvenes con estudios universitarios se encuentran sin trabajo el 17’7%. Y en el conjunto de los jóvenes menores de 25 años el 26’7%. No es de extrañar el que numerosos jóvenes se hayan unido a las protestas políticas de diversos signos que han tendido lugar durante la primera semana de enero en varias ciudades argelinas.

A propósito de las fiestas de fin de año, Slate Afrique escribía el pasado 28 de diciembre: “En Kenia las jóvenes evitan pasar en familia las vacaciones por miedo a que les practiquen la mutilación genital”. Según UNICEF el 49% de las mujeres de Kenia han sufrido esa mutilación. El porcentaje desciende al 15% entre las jóvenes de 15 a 19 años, pero todavía es práctica corriente en algunas etnias, especialmente durante los dos meses de vacaciones escolares de fin de año. También en Kenia, a unos cien kilómetros de la frontera con Somalia se encuentra Dadaab, desde hace 25 años campo de refugiados gestionado por ACNUR, con 280000 habitantes en su mayoría somalíes. Varias generaciones de jóvenes han nacido allí. Y cuando periodistas de France24 les entrevistaban a principios de este mes de enero, todos compartían un mismo sueño: salir de Dadaab, donde ahora se sienten encarcelados, en busca de otro lugar, de otra vida mejor.

No son los únicos jóvenes africanos que habría que escuchar. Estarían también los jóvenes vendedores ambulantes senegaleses agredidos el 4 de enero en el barrio de Forcella, en Nápoles, porque se negaban a pagar el “pizzo”, el impuesto de la Camorra napolitana; Los estudiantes congoleses que sufrieron ataques racistas en Túnez el 24 de diciembre; Los jóvenes manifestantes de Kinshasa en cuyo favor habló el arzobispo Laurent Monsengwo; los jóvenes amigos de los marroquíes y tunecinos que perecieron en el ataque terrorista al Club Reina de Estambul; los jóvenes senegaleses que han organizado en París una asociación, “Jeunes Mackystes”, para concientizar a sus compatriotas en Francia ante las próximas elecciones de julio…

Los obispos tendrán que escuchar también a los jóvenes occidentales. No viven en otro mundo. También ellos sienten los problemas del paro y de la precariedad laboral. Les es difícil cortar el cordón umbilical, y demasiado fácil seguir siendo adolescentes tardíos… Pero por eso mismo y porque viven en el mundo de la información y de las redes sociales suelen hacer preguntas pertinentes, directas y sin matices. Ayer sábado un editorialista del semanal católico inglés The Tablet imaginaba algunas de esas preguntas: ¿Es la misa semanal la que hace que uno sea católico, o el buen comportamiento con el prójimo? ¿Por qué la Iglesia pone tantas reglas que ella misma no cumple? ¿Por qué son pecado las relaciones sexuales fuera del matrimonio?

Antes de que el papa Francisco pidiera que se consultara a los jóvenes, nuestra sección de Pamplona de Pax Romana/Solasbide había decidido que necesitábamos a los jóvenes y necesitábamos escucharlos. Sabíamos que no sería fácil contactarlos, puesto que no sienten mucha necesidad de nosotros. Hasta hemos elaborado algunas cuestiones que nos ayuden a romper el hielo. Y dos de ellas son “¿Sientes que las instituciones locales comprenden tu situación personal y la de tu generación? ¿Crees que los mayores, en tu familia y en tu entorno, pueden ayudarte en alguna manera?”

Ramón Echeverría p.b.

Autor

  • Echeverría Mancho, José Ramón

    Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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