“Yo soy un migrante pero no tuve que arriesgar mi vida en un bote agujereado o pagar a traficantes. La migración segura no puede limitarse a una elite del planeta”. Así se expresaba el Secretario General de Naciones Unidas Antonio Guterres en septiembre de 2017.
A través de este giro memorable, el Secretario General plasma lo que es quizás uno de los desafíos más importantes que enfrenta el mundo de hoy. Vivimos en una época en la que mientras una elite privilegiada considera la movilidad mundial como un derecho virtualmente innato, tal derecho le es negado a muchos otros que se encuentran atrapados en deplorables situaciones económicas o de conflicto, sin solución alguna a la vista.
Cada 18 de diciembre celebramos el Día Internacional del Migrante.
Aproximadamente mil millones de personas en el mundo son migrantes, tanto dentro de su propio país como desplazados en otros paises
Muchos migrantes no tienen más opción que la de emprender viajes arriesgados y peligrosos para cumplir con sus sueños o simplemente para poder alimentar a sus familias. A menudo no cuentan con un acceso real a rutas seguras.
Fasan (Nigeria)
Fasan le pagó a un traficante para que lo llevara de Nigeria a Libia en donde fue secuestrado en dos oportunidades y quedó a la espera del pago de un rescate antes de que pudiera regresar a su casa.
La OIM en su calidad de Organismo de las Naciones Unidas para la Migración lo ayudó a retornar a Nigeria.
«Tras haber terminado la escuela secundaria, no tenía suficiente dinero como para continuar con mis estudios, de modo que tuve que salir al ‘mundo real’ y aprender algún oficio como para poder hacer algo de dinero. La situación en la que en este momento se encuentra Nigeria no es buena para nadie. Incluso en Libia, cuando les dije a las personas que yo era de Nigeria, me miraban como si estuviera loco. Allí, la economía está totalmente desbalanceada. Algunas personas tienen muchísimo en tanto que otras no tienen absolutamente nada. Yo no tenía nada cuando abandoné el país en 2014 – tan solo a mi madre a quien debía cuidar.
Pasé cinco días tratando de llegar a Libia. Se suponía que el chófer debía transportar a diez pasajeros, pero en lugar de eso,los traficantes cargaron a 40 personas en la parte trasera de un vehículo. Algunas personas se cayeron; otras se fracturaron las piernas o los brazos, otras murieron, pero el chófer nunca se detuvo para ayudarlas. Son muchos los cadáveres que quedaron en el desierto.
Una vez que llegué a Libia, comencé a trabajaren una panadería. Trabajé muy duro por un par de años e incluso había logrado ahorrar un poco de dinero, pero tuve que enfrentar muchas malas experiencias. Si uno quiere trabajar en Libia, tu lugar de trabajo no puede estar demasiado lejos de tu casa porque de lo contrario se corre el riesgo de ser secuestrado.A las 8 de la noche todo cierra.
Me secuestraron y pidieron 10.000 dinares de rescate para liberarme. En mi lugar de origen, si tienes esa cifra eres rico.Mis amigos negociaron y acordaron pagar tan sólo 5.000. No podía llamar a mi madre para comentárselo; ella hubiera muerto si se hubiera enterado que yo estaba en prisión. Mi amigo usó los 3.000 que yo había podido ahorrar y consiguió otros 2.000, fue así que logramos que me liberaran. El año pasado me secuestraron otra vez y tuve que pagar nuevamente. ¿Qué sentido tiene trabajar si al final del día te secuestran y te roban todo el dinero? No podía seguir así.
Esta ruta debe cerrarse. Los hombres pueden en cierta manera llegar a sortear los peligros de esta ruta, pero para una mujeres terrible. A diario venden a las mujeres como prostitutas. Vi a jóvenes nigerianas de 15 años que eran forzadas a hacerlo – es una pesadilla. Por suerte, las cosas cambiarán pronto en Nigeria y podremos construir un futuro para nosotros allí.»
Cada día cientos de jóvenes de África Occidental inician la peligrosa travesía rumbo a Libia y Europa sin visas ni medios reales de solicitarlas. Terminan pensando que su única opción es poner sus vidas en manos de los traficantes, interesados en el beneficio económico y no en la protección de la vida de sus clientes.
Amina, de Etiopía a Yibuti ,
Amina, en Djibouti, sin trabajo debido a sus problemas de salud, logra sobrevivir gracias a la ayuda de otros migrantes etíopes.
Amina es una mujer etíope que vive en un hogar temporal en Aquiba, Yibuti . Ha estado viviendo en una villa de emergencia durante los últimos tres años desde que llegó al país.
Debido a que tiene problemas crónicos de salud,le ha resultado difícil conseguir cualquier tipo de empleo. La mujer de 32 años de edad ha podido sobrevivir gracias a la generosidad de otros migrantes etíopes.
Miles de etíopes dejan su país cada mes. Muchos pasan por Yibuti para llegar hasta Yemen y luego a Arabia Saudita con la ayuda de los traficantes. Algunos simplemente quieren encontrar empleo en Yibuti sin intenciones de seguir con el viaje mientras que otros se quedan sin dinero y por ende terminan varados.
Fuente: Organización Internacional para las Migraciones
[Fundación Sur]
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