Henry Chakava (1946 – 2024): El editor que conmovió a la gente

18/09/2025 | Cultura

 

Chakava es recordado principalmente por publicar a algunos de los gigantes de la literatura de África Oriental: Okot p’Bitek, Mazrui, Meja Mwangi, Marjorie Oludhe-Macgoye y, más notablemente (y arriesgadamente), Ngugi wa Thiong’o.

El fallecimiento de Henry Chakava marca, sin duda, el final de una era de prolongada lucha de la primera generación de editores africanos tras la independencia por situar la industria editorial africana en el centro dentro de formulación de políticas y las prácticas que configuran la educación y el amplio ámbito cultural de nuestros países. Afortunadamente, también podría ser el comienzo de una era de prolongada cosecha de los árboles frutales que plantó, y un motivo para celebrar su vida y sus logros. Si algunas de estas reflexiones parecen algo personales, es porque Henry y yo compartimos la pasión e incluso el dolor durante los últimos 52 años, pero también cierto éxito en la internacionalización del sector editorial africano. La industria editorial que África Oriental heredó del dominio colonial tenía su sede en Nairobi y era completamente británica, permaneciendo así durante gran parte de las dos primeras décadas de la independencia.

Heinemann Education, para la que HC empezó a trabajar, era una de las editoriales más importantes. Este hecho fue un trasfondo clave para nuestros contactos iniciales, Henry y yo, y para la amistad y solidaridad que se forjó entre nosotros mucho más tarde.

HC y yo, con orígenes diferentes, nos dedicamos al sector editorial el mismo año, 1972. Él provenía del mundo académico y se incorporó a Heinemann. Yo me incorporé a Tanzania Publishing House tras siete años como funcionario del Servicio Exterior. También proveníamos de dos países vecinos que en aquel momento seguían trayectorias políticas y económicas diferentes —Ubepari na Ujamaa (capitalismo y socialismo)— y con una cultura de desconfianza mutua. A HC le gustaba contar la anécdota de cómo lo «eché» de mi oficina la primera vez que la visitó, como él mismo lo expresó, porque era «representante de una multinacional de mala reputación«. Su elección de palabras fue algo exagerada, pero el sentimiento era acertado. ¿Por qué querría conocer a un comprador que se lucraba explotando a las masas solo para transferir las ganancias a los bancos metropolitanos de una multinacional extranjera?

Avanzando rápidamente hasta 1980. HC y yo nos encontrábamos en el aeropuerto de Dakar a las 2:00 a. m. esperando ser recibidos por los organizadores de la conferencia de la Reunión Regional de Expertos de la UNESCO sobre Estrategias Nacionales del Libro en África. No estaban allí. Por suerte, hablo francés y un taxista nos llevó al Hotel Atlantique, un hotel de dos estrellas y media. Más tarde esa mañana descubrimos que era el hotel donde el piloto francés Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito, solía interrumpir sus largos vuelos de Francia a Argentina en 1939. Decidimos abandonar el hotel de 5 estrellas que teníamos reservado; este pequeño hotel era un hervidero de actividades de pequeños comerciantes senegaleses, muy animado y muy diferente de la vida urbana de África Oriental de aquella época.

Nuestro siguiente encuentro para fortalecer nuestros lazos fue en la Feria Internacional del Libro de Frankfurt de 1980, donde participamos en una gran protesta contra la presencia de Sudáfrica, liderada por el gran Sembene Ousmane. Allí, Mariama Ba también recibió el primer premio NOMA de publicación en África con su novela clásica: Une si longue lettre (Mi carta más larga). Asistimos a numerosas conferencias, ferias de libro y otros eventos literarios, consolidando nuestra amistad y nuestro compromiso con publicar, que perduró hasta su fallecimiento.

En 1984, el primero de varios Seminarios de Arusha de la Fundación Dag Hammarskjöld sobre el Desarrollo de Publicación Indígena en África (denominados Seminarios de Arusha) fue un evento trascendental en la articulación intelectual de experiencias de editores africanos, los obstáculos que les imponían sus gobiernos y, aún más crucialmente, de la red de editoriales multinacionales y sus tácticas neocoloniales en el sector editorial de libros de texto. En dicha conferencia, se presentaron ponencias de alto nivel a cargo de dos distinguidos editores: Per Gedin, de Suecia, y Mathew Evans, de Faber and Faber, del Reino Unido, presentaciones por los, ahora ya  fallecidos, Amir Jamal y Amon Nsekela, distinguidos tanzanos con experiencia en financiación gubernamental y banca, y dos editores africanos, Henry y yo.

La presentación de Henry, «Una editorial africana autónoma: un modelo«, exponía detalladamente los requisitos para el emprendedor deseoso de dedicarse al sector editorial, y recomendaba un capital mínimo de 250.000 dólares estadounidenses. También abordó todos los aspectos necesarios, desde el establecer objetivos, estudiar y comprender el entorno editorial, evaluando minuciosamente las necesidades de recursos humanos, formación, precio de libros y márgenes de beneficio y rentabilidad y retorno sobre inversión y otros consejos prácticos sobre cómo proceder. Si esto sugería un objetivo de capital muy superior con el que comienzan la mayoría de las editoriales africanas, explica en parte por qué muchos de estos emprendedores africanos que entran en el sector editorial de libros de texto no permanecen mucho tiempo en él o solo operan marginalmente, publicando uno o dos libros de cuentos de vez en cuando con la esperanza de que se les recomiende como lectura complementaria en las escuelas. Ocasionalmente, una editorial puede producir un libro de texto de alta calidad o aprovechar conexiones sólidas, llevando a una adopción generalizada y a importantes beneficios económicos. Aun así, el modelo de Henry sigue siendo relevante para las editoriales que desean unirse a los actores existentes en el feroz entorno competitivo de la edición de libros de texto y permanecer en el negocio.

Dado que este informe fue escrito en 1984, las tecnologías desarrolladas desde entonces desafían el requisito de inversión de capital recomendado de 250.000 dólares. Gracias a las innovaciones en la preparación e impresión de manuscritos, como la impresión bajo demanda, se puede empezar con mucho menos. Lo que estamos presenciando actualmente es la proliferación de pequeñas editoriales y autoeditores que impulsan campos de conocimiento marginados como la publicación en lenguas locales, poesía y autobiografías. Por otro lado, vemos editoriales especializadas que producen libros comerciales serios que interesan, incluso, a los  más exigentes editores de libros de texto.

En otro informe presentado en la serie de Seminarios de Arusha (Arusha II), «Marketing y distribución de libros: El talón de Aquiles de publicación africana», Henry fue franco y no dudó en criticar un aspecto débil, si no el más débil, de las editoriales africanas: considerar publicar como mero producir un libro y esperar que se venda solo. Citó el versículo bíblico parafraseado: «Encienden una lámpara y la esconden bajo un celemín», lo cual constituye una  relevante observación de la debilidad de los acuerdos de marketing, ventas y distribución de las editoriales africanas. De hecho, este es el talón de Aquiles de la industria editorial africana, como él mismo lo expresó con gran colorido. Si bien desde entonces se han abierto nuevas vías para la promoción y la publicidad de libros gracias a internet y las redes sociales, todavía no hay alternativa a las visitas de campo, desarrollando y fomentando vínculos personales con los vendedores de libros, bibliotecarios y ONGs educativas para vender los libros y obtener información sobre las actividades de otras editoriales.

Estos informes están disponibles en la publicación de la EAEP de Henry Chakava, «Publicando en África: La perspectiva de un hombre».

Los logros de Henry abarcan una amplia gama de temas, lo que refleja su profunda formación intelectual y su amplio conocimiento del panorama y las tendencias políticas de Kenia. Estas cualidades le permitieron sortear con éxito las complejidades de colaboración con el gobierno de Moi a través del Ministerio de Educación, así como la gestión de relaciones con otras editoriales. A pesar de dinámicas a menudo tóxicas, en particular durante sus 10 años como presidente de la Asociación de Editores de Kenia, Henry demostró ingenio y destreza para fomentar consenso sin comprometer la integridad de las propuestas. Su actitud taciturna, hablando solo cuando era necesario, se convirtió en una perfeccionada habilidad. Además, Henry ocupó un puesto permanente en el Consejo de Administración del Colectivo Africano de Libros (ABC). A diferencia de muchas organizaciones editoriales africanas dependientes de financiación de donantes, ABC logró la independencia financiera, testimonio a la fortaleza del Consejo y la determinación del equipo directivo para alcanzar el éxito. La contribución de Henry a ese éxito será recordada durante mucho tiempo.

En conclusión, de todo lo que se ha dicho sobre Henry y su éxito como editor africano pionero, en mi opinión, nada ejemplifica mejor el carácter, la valentía, el compromiso con los ideales profesionales y la lealtad a los autores, así como la integridad de sus obras, que la relación de Henry con Ngugi wa Thiong’o y el gobierno de Moi.

Me llevó muchos años tener el valor de preguntarle qué le había pasado en su dedo meñique, ya que siempre se lo tiraba como si quisiera estirarlo. La historia de su casi secuestro y las posibles consecuencias que podrían haberle sobrevenido fue bastante humillante. Sin embargo, que no cediera y abandonara a Ngugi, y que continuara publicándolo y apoyándolo de todas las maneras que el propio Ngugi ha descrito, es verdaderamente heroico. Henry escribió (desafortunadamente no recuerdo en qué publicación) que un editor no será recordado por la cantidad de libros de texto que publicó ni por el dinero ganado, sino por qué libros publicó que contribuyeron a despertar la conciencia de las personas y a contribuir, aunque fuera mínimamente, a su bienestar físico y mental desde una perspectiva holística de Ubuntu. Es una difícil tarea para quienes trabajamos en la industria, pero vale la pena todo nuestro esfuerzo. Que el ejemplo de Henry nos inspire y que descanse en paz.

Walter Bgoya

Fuente: African Arguments

[Traducción, Jesus Esteibarlanda]

[CIDAF-UCM]

 

Autor

  • Director general saliente de Mkuki na Nyota, editorial académica independiente de Dar es Salaam, y expresidente del Colectivo Internacional de Libros Africanos. De 1972 a 1990 dirigió la Editorial Tanzania, que desempeñó un papel fundamental en convertir Dar es Salaam en un centro para intelectuales progresistas de todo el mundo. Entre sus publicaciones se incluyen "Cómo Europa subdesarrolló África" de Walter Rodney, "Esperanza Sagrada" de Agostinho Neto, "Estableciendo el Poder Popular para Servir a las Masas" de Samora Machel y "Lucha de Clases en Tanzania" de Issa Shivji. (Fuente: African Arguments).

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