Durante años, y particularmente en los últimos cinco, los sudafricanos blancos se han vendido ante la Comunidad Internacional como una minoría perseguida y cuya persecución ha ido en aumento. La narrativa de que hay un «genocidio blanco» en curso en Sudáfrica ha sido comprada por varios gobiernos de Occidente, quienes han respondido positivamente a esta afirmación falsa y peligrosa. Hablando francamente, esta afirmación sería hilarante, dada su ridiculez, si no fuera tan devastadora para un país de mayoría negra, que apenas se recupera de décadas de segregación racial, a manos de un régimen del apartheid cuyo legado aún pervive de manera atroz.

La creencia de que hay un genocidio en Sudáfrica no es nueva, viene de la continua y falsa afirmación de que los granjeros blancos están siendo deliberadamente atacados y asesinados por ser blancos. Si bien es cierto que hay ataques a granjas y asesinatos en el país, se informa que estos son una pequeña fracción de la tasa general de homicidios del país. Como declara Kate Wilkinson, investigadora principal de Africa Check: «Hasta que podamos estar seguros de qué asesinatos se están midiendo y qué definición se está utilizando para calcular el tamaño total de la población, no podemos calcular esta cifra«.

Sin embargo, la falta de datos no es reparo para que partidos políticos de derecha, como Freedom Front Plus, defiendan durante un debate parlamentario, que los asesinatos en granjas son tres veces la tasa nacional de homicidios. Y así queda claro que el tema de los asesinatos en granjas, en el que rara vez se menciona a los granjeros negros (que son tan vulnerables a los ataques como los granjeros blancos), es mucho más político que exacto. El analista político, Ryan Cummings, lo expresó de esta manera en un tweet :»Sudáfrica debe ser el único país del mundo donde un genocidio está en curso, pero donde las víctimas siguen empleando a sus asesinos para atender a sus jardines, limpiar sus casas y pasear a su perros«.

Por si fuera poco, los sudafricanos blancos, no solo cuentan con una ciudad llamada Orania, donde solo se permite a blancos de habla afrikáans vivir, sino que además algunos de ellos incluso envían a sus hijos a campamentos de entrenamiento de «supervivencia», que enseñan entrenamiento táctico, denuncian a líderes, como el fallecido veterano antiapartheid Nelson Mandela, introducen la noción de que los negros son peligrosos y cantan Die Stem, el himno nacional del apartheid, todo mientras queman la nueva bandera sudafricana y enarbolan la vieja.

Con la mayoría de la tierra en posesión de sudafricanos blancos, amplios recursos financieros y racismo institucionalizado que les permite mantener su lugar en posiciones de poder, solo un esfuerzo político puede detenerlos. Sin embargo, el actual gobierno, liderado por el Congreso Nacional Africano (ANC), está consumido por el saqueo de las arcas del Estado y no tiene ningún interés aparente en abordar las crecientes y potencialmente devastadoras repercusiones del racismo en Sudáfrica.

Rufaro Samanga

Fuente: OkayAfrica

[Traducción y Edición, Irene Ruzafa Martín]

[Fundación Sur]

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