Un verano más he vuelto a Mozambique, conviviendo durante un mes con los niños y niñas del Hogar Siloé. Es “casi” una rutina organizar las clases y explicaciones durante un mes largo, y compartir lecturas, primeros pasos en la escritura, quebraderos de cabeza con el cálculo mental… y muchos juegos, ilusiones, sonrisas y (también) enfados en la “isla” que es este orfanato, un “oasis” en medio de la dura vida que soportan cada día los habitantes de Munhava, el barrio más populoso de la ciudad de Beira.
Sin embargo, no voy a hablar aquí de la vida en el “Lar”, sino de las sensaciones e impresiones que me han producido los cambios que está experimentando la ciudad, y que después de un año de ausencia son bien visibles. El primer “choque” vino en Johannesburgo, con el aeropuerto remodelado de cara a la celebración del mundial de fútbol el año próximo. No tiene nada que envidiarle a la T4 de Barajas ni a la ampliación del aeropuerto de Málaga, diseñado además con un estilo “africano” mucho más cálido que el hormigón, el acero y el cristal tan en boga en España. Como suele ser habitual, en el pequeño avión que hace la ruta hacia Beira no viajaba ningún africano. La novedad vendría por la concurrencia de un nutrido grupo de brasileños, que llenaban el ambiente con su cálido y amable acento, en medio de bromas continuas. Días más tarde me enteraría que es brasileña la empresa que ha conseguido la concesión de las minas de Moatize, lo que explicaría esa presencia carioca.
Parece ser que el peso en Mozambique del gigante de habla portuguesa va más allá de la mera influencia cultural, de la que es prueba el éxito de las telenovelas brasileñas, seguidas masivamente por la población, y cuyos efectos se notan ya en la utilización de expresiones del portugués de Brasil, tan distintas de la difícil gramática portuguesa, mezcladas en la calle con un calão a base de perífrasis verbales que no necesitan conjugar verbos ni utilizar los múltiples pronombres, preposiciones y contracciones de la lengua de Camões, inexistentes por otro lado en los idiomas locales. La verdad es que mientras no haya medios económicos para implementar el programa en las 16 lenguas locales, el problema lingüístico existirá, pues el portugués seguirá siendo preferido por la población, aunque no sea su lengua materna, ya que en secundaria el currículo se imparte completamente en portugués, y en las zonas rurales el programa bilingüe, con aulas atestadas, un profesorado precariamente formado y con pocos recursos, no consigue alfabetizar ni en sena, ni en ndao ni en portugués, y el alumnado llega a quinto sin dominar la escritura y la lectura en ninguna de las tres lenguas.
Más allá de la cuestión lingüística, tan candente todavía, y suscitando tantas controversias, lo que más me ha llamado la atención este año es el movimiento económico en la ciudad, en medio de esta crisis que se supone mundial. Cuando en las conversaciones con la gente surgía la palabra “crisis”, la sonrisa aparecía rápidamente en sus caras: “¿que si hemos notado la crisis…? Nosotros vivimos en una crisis permanente. Sois vosotros los que ahora tenéis algunos problemas que no teníais antes”. Esta es la respuesta que recibo, entre irónica y compasiva, de un joven profesor de secundaria. Después de realizar el curso preparatorio de un año en física, está dando clase de matemáticas en la “8ª classe” (equivalente a 1º ESO). Ha tenido suerte. Su escuela está sólo a 50 kilómetros de Beira, así que puede hacer el viaje diario, casi una hora ida, otra vuelta, en el turno de tarde que le han asignado. Otros compañeros han sido destinados a otras provincias, Tete o Nampula, en distritos situados a más de 1.000 kilómetros de Beira. De todas maneras, todos ellos son unos privilegiados: han conseguido realizar la “formación exprés” puesta en marcha por el ministerio de educación, y esto les asegura dos años de trabajo… siempre y cuando cumplan los objetivos previstos, es decir, un mínimo de aprobados. Que la ratio supere a menudo los cien alumnos por aula, que falten libros de texto, que el nivel de las escuelas disminuya… parece ser que no es problema, la vida sigue y hay que vivirla. Detrás está la apuesta del gobierno por la escolarización universal: hay que aprovechar la ayuda exterior por cumplir las metas del milenio. Si hablar de acceso universal y de equidad de género da dinero, el gobierno es experto en seguir los dictámenes internacionales. En una carrera contrarreloj para construir colegios y formar profesores, las escuelas de primaria acogen ya a cinco millones de alumnos y las consignas por la igualdad de la mujer y en contra del abuso sexual se oyen en todos los rincones, aunque la sociedad siga considerando a la mujer inferior al hombre y la violencia doméstica se vea como algo normal…
Esta es la escuela de Mozambique, distinta a la nuestra en cuanto a los medios, pero no tanto en cuanto a ciertas políticas de imagen. De todas maneras, viendo la precariedad y sin embargo el empeño e interés de tantos alumnos por aprender, me indignan determinadas visiones de la educación en nuestro país, cuando con lo que (literalmente) tiramos a la basura cada año en las escuelas andaluzas dotábamos de material a todas las escuelas mozambiqueñas (y no es exageración). Y me pregunto: ¿crisis presupuestaria en la escuela andaluza? ¿ratios elevadas? ¿falta de profesorado? Animaba a políticos, sindicalistas y profesorado quemado a que se dieran una vuelta por Mozambique y después ver si eran capaces y tenían la honradez suficiente para hablar de las verdaderas causas del fracaso escolar andaluz…