Haití y la condena del olvido, por Ruth García Hernández

21/10/2016 | Bitácora africana

En los últimos seis años, Haití ha sufrido un terremoto de magnitud 8 en la escala Richter y el paso del huracán Matthew. Tras el seísmo las promesas de ayuda no se hicieron esperar. Ahora, después de años esperando los frutos de ese compromiso, los efectos devastadores del huracán han obtenido el casi absoluto silencio por parte de la comunidad internacional. Nadie se acuerda de Haití.

Eran los primeros días del año 2010, cuando la que aquí escribe tuvo que juntar palabras intentando contar desde Madrid lo que había ocurrido en Haití. Un terremoto de 8 grados en la escala Richter y sus posteriores réplicas hacían trizas el país que, por aquel entonces, se consideraba el más pobre del hemisferio norte. Un año después del desastre, el 12 de enero de 2011, la MINUSTAH (Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití) informaba de que el número de víctimas mortales había sido de más de 220.000 y que más de dos millones de personas se quedaban en un absoluto desamparo.

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Los desastres naturales parecen tener preferencia por las víctimas más vulnerables, cierto es que son las poblaciones más pobres las que menos medios tienen para prevenir y enfrentarse a los efectos de este tipo de fenómenos y que la colaboración, en este sentido, de países más desarrollados suele ser escasa pero irremediablemente necesaria.

En aquel entonces, las promesas de ayuda por parte de la comunidad internacional no se hicieron esperar, pero, desgraciadamente, la propagación del cólera entre la población fue más rápida que la ayuda efectiva. A fecha de 28 de octubre de 2014, antes de la devastación del huracán Matthew, se habían contabilizado 711.558 casos registrados por el Ministerio de Salud haitiano, según informaciones de Médicos Sin Fronteras (MSF).

En enero de 2015, Oliver Schulz, coordinador general de MSF en Haití, recordaba que “el 12 de enero de 2010, en un instante, se destruyó el 60% de un sistema de salud que ya era disfuncional. Además, el 10% del personal médico de Haití falleció o abandonó el país. Fue sencillamente catastrófico. MSF tuvo que reubicar servicios en otras instalaciones, construir hospitales en contenedores, trabajar dentro de refugios temporales e incluso instalar un hospital hinchable. Ya habíamos tenido presencia en Haití desde hacía 19 años, llenando brechas preexistentes en la atención médica; sabíamos que la mayoría de los sistemas de salud tendrían problemas al enfrentar un evento catastrófico como éste, y en este caso, más con las carencias que tenía en circunstancias normales”.

“La inmensa mayoría de haitianos aún tienen dificultades para acceder a la atención médica que necesitan”, señalaba Schulz al tiempo que reconocía que “la enorme afluencia de dinero tras el terremoto, en un esfuerzo por una mejor reconstrucción de Haití, no ha priorizado la atención médica” y que tal situación podría haber sido distinta si algunos proyectos de reconstrucción “se hubiesen planeado mejor”.

La llegada de Matthew

Y en estas condiciones, entre otras, Haití llegó al año 2016. Seis años después, el pasado 4 de octubre, el avance del huracán Matthew por el país no sólo se llevó vidas por delante (más de 900, según las últimas informaciones), hizo revivir el caos y el pánico, sino que también agravó la precaria situación de la que los haitianos no habían logrado sobreponerse.

Y el fracaso fue de todos. Porque las promesas de ayuda, obviamente no dieron los frutos esperados y ahora Haití vuelve a estar sumida en la desesperación de la destrucción y la nada.

El hoy de Haití tras Matthew es el siguiente: según datos de la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas (OCHA), existen 2,1 millones de personas afectadas en todo el país; 1,4 millones necesitan ayuda humanitaria, de ellas 750.000 de manera urgente. Además, 175.509 personas se han visto obligadas a desplazarse, 806.000 están en un nivel de impacto extremo de la inseguridad alimentaria, y 10.000 niños necesitan protección contra la explotación, la violación y el abuso.

De momento, Naciones Unidas ha solicitado a la comunidad de donantes internacionales que reúna 120 millones de dólares para responder a esta emergencia humanitaria. Con esta ayuda se pretende atender las necesidades de 750.000 personas durante los próximos tres meses.

Una semana después de este llamamiento a la ayuda y solidaridad internacional, la propia ONU ha tachado la respuesta recibida de “muy pobre”, al haberse logrado tan sólo el 11% de los fondos solicitados. Según el portavoz de Naciones Unidas en Nueva York, Stephan Dujarric, de los 120 millones de dólares solicitados, se han recibido apenas 15 millones hasta el momento.

“Más de 1,2 millones de personas, incluyendo a 500.000 menores, necesitan agua potable y saneamiento adecuado para evitar la propagación de enfermedades, especialmente cólera”, ha señalado Dujarric. Y es que si el cólera no se había conseguido erradicar de Haití, es ahora cuando más probabilidades hay de que la epidemia haga estragos entre la población.

Médicos Sin Fronteras informa de que las zonas más afectadas se encuentran a lo largo de la costa suroriental de Haití y en el interior del departamento Grande Anse. “En estas áreas, el acceso al agua y el saneamiento básico eran ya insuficientes y los servicios de salud débiles y escasos de recursos”, advierten.

“El paso del huracán por Haití no ha hecho más que agravar estas carencias y los riesgos de salud a los que la población local se enfrenta ahora han aumentado enormemente a causa de la destrucción de hogares, carreteras e instalaciones médicas. El 11 de octubre pasado, en Port-à-Piment, en el departamento Sur, uno de nuestros equipos atendió a 87 pacientes con cólera. Muchos de ellos llegaron desde los distritos de Chardonnières y Port-à-Piment, donde estamos construyendo un centro de tratamiento de cólera con 150 camas. Además, desde que llegamos a la ciudad, hemos atendido a un total de 77 personas con heridas”, informan.

Evitar que una enfermedad como el cólera se propague es una constante carrera contra el tiempo y por eso desde la propia ONU se urge a actuar. “Debemos decirles que nuestra respuesta al huracán y al cólera incluye el compromiso de ayudar a forjar soluciones y programas de largo plazo. Debemos abordar los problemas subyacentes de pobreza y fragilidad que hacen que cada nuevo fenómeno cause mucho más daño”, declaraba el vicesecretario general de Naciones Unidas, Jan Eliasson.

Dicha organización internacional pretende poner en marcha dos líneas de trabajo para encarar el cólera en Haití, por un lado, con el tratamiento y la eliminación del cólera y, por otro, mejorando el acceso a largo plazo a los servicios de agua limpia y saneamiento. Para ello, se solicita a la comunidad internacional unos 400 millones de dólares que se estima precisaría el nuevo plan durante los próximos dos años.
Pequeños plazos, de 3 meses y 2 años, para dar una respuesta inmediata, rápida y capaz de atender a las más urgentes necesidades de los primeros días tras la tragedia. Porque sí, este huracán Matthew ha sido otra tragedia no buscada que ha golpeado a quien no se había repuesto de otra catástrofe. Y porque la ayuda no llega para dar lo más básico a un país que ha perdido todo, hasta el ser recordado. Ni siquiera las redes sociales han fingido su solidaridad con el pueblo haitiano. ¿Alguien siquiera sabe cómo es su bandera? Nadie se acuerda de Haití y mucho menos a largo plazo, con el transcurso de los días.

Original en : Crónicas Olvidadas

Autor

  • García Hernández, Ruth

    Yo respiro y escribo. No sé si al mismo ritmo ni si llevo algún compás. Solo sé que son dos acciones, dos necesidades vitales para mí. ¿Cuándo empecé? A respirar cuando nací, a escribir no tengo recuerdo…

    Mis raíces segovianas brotaron en la primavera de 1985 en Madrid, donde también nació temprano mi vocación por el Periodismo. Soy licenciada en Periodismo, Magíster en Relaciones Internacionales y Comunicación por la Universidad Complutense de Madrid y Master en Periodismo Internacional por la UNED y Agencia EFE. He estado trabajando en diferentes medios offline y on line que me han enseñado mucho sobre esta profesión-pasión.

    Durante los últimos años de licenciatura hice prácticas en el portal PRNoticias y en la revista YO DONA, del grupo Unidad Editorial. En 2009 empecé mi relación con la Fundación Cultural y Comunicación, donde ocupé el cargo de Responsable de Comunicación, al tiempo que escribía para el blog de la fundación Panorámica Social. Fue en este período cuando me inicie en el Tercer Sector, no sólo especializándome en la Comunicación Solidaria, sino conociendo y participando en actividades desarrolladas por pequeñas ONG y organizaciones sin ánimo de lucro.

    En el verano de 2010, tuve la maravillosa oportunidad de conocer Mauritania y sus gentes al participar en el proyecto de cooperación Esperanza para Mauritania. El conocimiento de la injusticia y desigualdad del mundo en el que vivimos pasó a ser una realidad tangible en ese mismo momento. En 2011 me trasladé a Dublin, donde no solo he mejorado con creces mi conocimiento de la lengua de Shakespeare, sino donde también he tenido la oportunidad de conocer a personas maravillosas, provenientes de diferentes continentes, a las que querré y estaré eternamente agradecida por ayudarme a abrir más aún mi mente.

    En febrero de 2014 decidí volver a casa, a Madrid, para encontrar mi sitio en el mundo de la comunicación. Mientras he podido trabajar con la Agencia EFE, en su departamento de Cultura, como voluntaria en el departamento de comunicación de la Fundación ANAR y colaborar en proyectos de compañeras y amigas como son Miradas por el Desarrollo y Planeta Low Cost.

    Como la vida es un continuo aprendizaje, me sigo formando: cursos de fotografía, redes sociales, community management… Pero como no puedo dejar de lado mi sino de lectora y escritora incansable he decidido abrir aquí mi propio espacio, donde denunciar las injusticias que siguen pasando en este loco mundo y que, por desgracia, siguen pasando desapercibidas para muchos.

    @RuthCiru

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