Haití: cómo las mujeres sacuden el mundo político (1)

25/02/2020 | Opinión

sofa.png La originalidad del movimiento feminista haitiano radica en el hecho de que no cabe pensarlo en términos de ola (primera, segunda o tercera) (1) ni en términos de corriente definida (liberal, negra, descolonial…). Este movimiento, a contrapelo de los demás movimientos feministas, contribuye enormemente a la identificación de las realidades nacionales problemáticas, como por ejemplo las violencias cometidas contra mujeres y niñas, la participación política, la impunidad, la soberanía nacional y la lucha contra el oscurantismo.

Me parece que la metáfora de la sacudida es más apropiada para hablar del movimiento feminista haitiano. Cada vez que se plantea un problema a escala nacional, las feministas se sitúan en la primera fila del escenario para plantear reivindicaciones y definir orientaciones, como ocurrió en 1915 (ocupación de Haití por EE UU), 1957 (ascenso de Duvalier al poder), 1986 (caída de Duvalier), 1991 (golpe de Estado militar contra el gobierno de Jean Bertrand Aristide) y en 2004 (desalojo del poder del partido Fanmi Lavalas). El movimiento se estructura en situaciones críticas en que son atacados los fundamentos de la convivencia por las fuerzas dominantes, tanto internas como externas.

Estas luchas se organizan en torno a pilares estratégicos basados en reivindicaciones populares como el derecho de autodeterminación, el reparto igualitario de los lotes entre hombres y mujeres, el derecho a los recursos. El movimiento feminista lucha contra las asimetrías entre los sexos en una perspectiva popular global. Las feministas han participado siempre en las efervescencias que agitan nuestra sociedad. Fiel a esta tradición, el movimiento se alzó, después del seísmo, contra un conjunto de derivas que ponían en peligro su existencia y que se oponían a la reconstrucción real de la sociedad.

Para hablar de sus acciones en el plano político durante estos últimos diez años, pondremos el acento en los siguientes puntos. En primer lugar, las pérdidas sufridas durante el seísmo. En segundo lugar, la exclusión de las feministas haitianas impulsada por actores internacionales presentes en Haití tras el seísmo. En tercer lugar, las acciones de establecimiento de la realidad y, finalmente, las luchas contra las medidas machistas o antifeministas emprendidas por los gobiernos haitianos desde entonces.

Las pérdidas del movimiento feminista

La década de 2010 comenzó con el terrible terremoto del 12 de enero. La catástrofe golpeó duramente a todo el país. Entre las víctimas hubo varias feministas, entre ellas tres líderes históricas del movimiento, a saber: Magalie Marcelin, dirigente de Kay Fanm; Myriam Merlet, dirigente de EnfoFanm y Anne Marie Coriolan, la instigadora de la SOFA (Solidaridad de Mujeres Haitianas). Fue un momento duro para el movimiento. Las feministas ni siquiera tuvieron tiempo de llorar por sus hermanas. La llegada al país de gentes de fuera tras la catástrofe, que por su número carecía de precedentes, en forma de fuerzas militares extranjeras, contingentes humanitarios de las ONG y misioneros, vino acompañada de toda su carga de problemas y agresiones. Estos nuevos actores se instalaron con todo un aparato imponente en la sociedad y aprovecharon la ocasión para reforzar su influencia en la maquinaria estatal con la complicidad de las autoridades nacionales (Lamour 2019) (2). Peinaron el territorio nacional en función de las competencias que se atribuyeron a sí mismos esos actores e impusieron la urgencia como modo de gestión empresarial de los problemas sociopolíticos y económicos suscitados por el seísmo. Al establecer este dispositivo, impusieron la perspectiva coyuntural como modo de administración del territorio, ignorando el peso de la sociedad civil haitiana a la hora de abordar determinados problemas. Las ONG aprovecharon para adoptar decisiones, unas más inadecuadas que otras para la población haitiana.

Una lucha ideológica impuesta por los actores externos

En esta lógica, estos nuevos actores se interesaron por la cuestión de las violencias cometidas contra las mujeres, despreciando el saber hacer desarrollado desde hacía más de dos décadas por las organizaciones feministas tras el fin de la dictadura. A fin de imponer su legitimidad para abordar las violencias, los actores internacionales utilizaron el concepto de epidemia de violaciones para hablar de las violencias cometidas contra las mujeres en el campo. De ahí se derivó una idea de los haitianos como predadores sexuales y de las haitianas como sus presas. Estos planteamientos despolitizaron la violación y las violencias sexuales sufridas por las mujeres, cuando la construcción política de la violación constituye un enfoque estructural fundamental del movimiento feminista desde 1915.

Las organizaciones feministas creadas a partir de 1986 se rebelaron contra esta situación. Refutaron el discurso construido y rechazaron asimismo la colaboración propuesta por determinadas ONG, denunciando en los medios estas intrusiones insanas. Para neutralizar a las feministas y continuar con sus planes, estos actores propagaron a escala mundial el rumor de la “muerte del movimiento” (Magloire, 2018; Côté, 2018) (3). El resultado fue una valoración negativa del feminismo haitiano, que quedó así descalificado como interlocutor para la resolución de la crisis nacional tras la catástrofe. La circulación de este rumor facilitó la difusión de un discurso victimizante, encaminado a negar toda forma de reconocimiento con respecto a la labor ya realizada por las feministas dede el fin de la dictadura. La palabra de las feministas supervivientes de la catástrofe también quedó deslegitimada. En esta lucha por la información, las feministas vieron restringido el acceso a las plataformas mediáticas y su visibilidad se redujo en beneficio de organizaciones de mujeres creadas tras el cataclismo.

En esta lucha, que pretendía ignorar a las personas organizadas sobre el terreno, las ONG dejaron de financiar los programas de las organizaciones o propusieron a estas últimas unas sumas exageradas, que debían gastar en un tiempo récord so pretexto de la urgencia (el Estado haitiano no financia a su sociedad civil). Las organizaciones que rechazaron estas condiciones sufrieron una caída vertiginosa de su financiación durante los primeros años posteriores al seísmo, pese a que prosiguieron con su labor política de acompañar a mujeres. El movimiento quedó postergado. Al emprender esta vía, los actores externos reafirmaron la subordinación de las mujeres en el debate sobre la reconstrucción del país.

En esta fase, el dispositivo creado por los actores internacionales facilitó la domesticación de la sociedad civil al invadir los espacios de debate y controlar los recursos disponibles: por un lado, afirman el principio discursivo de reconocimiento de los derechos de las mujeres, y por otro impiden el acceso de las feministas a los foros mediáticos y a los recursos para continuar esa misma lucha. En esta tesitura, el dispositivo asegura que las organizaciones que componen el movimiento aparezcan más como objetos que no sujetos de un discurso construido en el plano interno.

Las acciones de afirmación sobre el terreno

Para luchar contra estas derivas y refutar el discurso de impotencia de las feministas, las feministas haitianas retomaron su labor de acompañamiento y apoyo a las mujeres víctimas de violencia en condiciones extremadamente difíciles desde febrero de 2010. Conmemoraron las principales jornadas del movimiento, a saber, el 8 de marzo y el 3 de abril. En efecto, en marzo de 2010 crearon una estructura móvil de atención psicológica con miras a acoger a mujeres en refugios provisionales (4), sin dejar de llevar a cabo la labor de sensibilización contra las violaciones en el campo. Además de estas acciones, sus esfuerzos fueron múltiples, acogieron en sus casas a mujeres violentadas y apoyaron el relanzamiento de actividades generadoras de ingresos junto con otras mujeres.

La primera gran batalla después del terremoto que libraron las mujeres fue la relacionada con el PDNA (Evaluación de necesidades después de la catástrofe), el documento que definía las acciones encaminadas a la reconstrucción. El PDNA fue el resultado de un procedimiento de dos meses que aplicó el gobierno haitiano y que reunió a más de 250 personas que representaban a Naciones Unidas, el Banco Mundial, la Unión Europea y el Banco Interamericano de Desarrollo. A pesar del número de agentes implicados, el documento no integraba la dimensión de género en las estrategias propuestas por el gobierno haitiano para la recuperación de las políticas macroeconómicas, sociales, medioambientales, infraestructurales y de gobernanza.

Durante ese mismo periodo, las feministas haitianas impulsaron, con el apoyo de Gérandal Thélusma –política haitiana, diputada en la 48ª legislatura–, la lucha por la aprobación de la ley de paternidad responsable por el parlamento haitiano. Y ganaron la batalla.

Una información más realista sobre las condiciones de las mujeres

Para contrarrestar el PDNA, las feministas elaboraron, con la ayuda de aliadas internacionales, un contrainforme en el que denunciaban la ausencia en el documento de toda referencia a los problemas específicos que afrontaban las mujeres. El 3 de abril (5) de 2010, la CONAP (Coordinadora Nacional de Defensa de los Derechos de las Mujeres) publicó una nota para denunciar las relaciones de dependencia estructural del país con respecto a las potencias imperialistas, cuestionando la legitimidad de la CIRH (Comisión Temporal de Reconstrucción de Haití) como órgano encargado de la reconstrucción. En un artículo publicado en la página web de Radio Kiskeya, el 3 de abril de 2010, la CONAP anunció lo siguiente:

Para este 3 de abril de 2010, la CONAP proclama su independencia de agentes oportunistas o de cualquier planteamiento populista implicados en gestiones encaminadas a recoger las migas de un pastel envenenado y cuya receta, como siempre, se cocinó sobre las espaldas de las mujeres y, una vez más, en detrimento del pueblo reivindicativo y, por tanto, en contra de los intereses de la nación hatiana (6).

Sabine Lamour socióloga y feminista, dirigente de SOFA (Solidaridad de Mujeres Haititanas).

Notas

Notas:

(1) Bibia Pavard, “Faire naître et mourir les vagues: comment s’écrit l’histoire des féminismes”, Itinéraires, 2017-2 | 2018, en línea desde el 10/03/2018, consultado el 14/01/2020. URL: http://journals.openedition.org/itineraires/3787; DOI: 10.4000/itineraires.3787

(2) Sabine Lamour, “L’irresponsabilité, une compétence de dominant”, Revue Internationale des études du développement, n°239, septiembre de 2019.

(3) Danièle Magloire, “L’antiféminisme en Haïti” y Denyse Coté, “Défense des droits des femmes en Haïti: les effets déstructurants de l’aide humanitaire”, en Déjouer le silence: contrediscours sur les femmes haïtiennes. Bajo la dirección de Sabine Lamour, Denyse Coté y Darline Alexis, Montréal y Puerto Príncipe: Remue-ménage, Mémoire d’encrier et Press UniQ, 2018.

(4) Ronald Colbert, “Des cellules mobiles d’intervention psychosociale pour soutenir les femmes victimes de violences”, Alterpresse, https://www.alterpresse.org/spip.php?article9425#.Xh3NPEdKiM8, publicado en línea el 9/04/2010, consultado en línea el 10/01/2020.

(5) El 3 de abril es la jornada de las mujeres haitianas, en conmemoración de la manifestación del 3 de abril de 1986 organizada por las feministas tras la caída de la dictadura.

(6) Declaración de la CONAP contra el “proyecto de reconstrucción” adoptado en Nueva York, http://www.radiokiskeya.com/spip.php?article6679). Las organizaciones firmantes son Fanm Deside Jakmel, Kay Fanm, REFRAKA, SOFA; consultada en línea el 13/01/2020.

Fuente: Viento Sur

[Fundación Sur]


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