Alfredo Torrescalles exhibe en Uagadugú su película ‘Los párpados cerrados de Centroáfrica’
El Festival Panafricano de Cine y Televisión de Uagadugú (Fespaco), celebrado entre el 25 de febrero y el 4 de marzo en la capital de Burkina Faso, ha cumplido este año sus bodas de plata. La cita bianual, que se ha convertido en una de las más importantes del continente, ha contado en la presente edición con el documental español Los párpados cerrados de Centroáfrica, del director y productor Alfredo Torrescalles.
foto Chema Caballero
África no es un país ha tenido la oportunidad de charlar con él sobre su obra y sus impresiones del festival en un momento de descanso, mientras compartía una cerveza Brakina en uno de los numerosos bares de Uagadugú, interrumpidos por los vendedores ambulantes que continuamente pasaban a ofrecer sus mercancías: medicinas, artesanía, balones de fútbol, zapatos, camisetas, perfumes, productos de belleza, comida, golosinas…
¿Por qué has venido a Fespaco? Hemos tenido la suerte y el honor enorme de que hayan seleccionado nuestra última película Los párpados cerrados de Centroáfrica en la sección oficial de esta edición del festival, y hemos pensado que sería una buena oportunidad para presentar el proyecto personalmente y para tomar contacto con Fespaco. Es la primera vez que tengo la oportunidad de venir y conocer también el mercado que se mueve aquí, ver otras películas, conocer otros realizadores de África y como mi trabajo está centrado en este continente -yo me dedico al documental social especializado en el continente africano-, pues todo lo que sea conocer, ampliar contactos, es siempre bueno.
¿Es normal ver a directores o realizadores españoles en Fespaco? No es habitual. Es para cineastas africanos, pero dentro del festival hay una ventana donde se seleccionan películas de extranjeras, de africanos de la diáspora y también de autores no africanos que hacen obras sobre el continente. Nosotros estamos dentro de esa ventana. Pero sí, en España tampoco es que haya una obra abundante de temática africana y sobre todo de temática africana tal y como la abordamos nosotros, con un tratamiento que huye de lugares comunes, del mal absoluto o de ricos y pobres, casi sin más.
Una de las cosas que caracteriza a tu trabajo es África, toda tu obra gira en torno a este continente, ¿por qué? Ha sido una casualidad. Realmente África y yo nos hemos enamorado a primera vista. No hay una razón, no hay un motor, yo no soy de los que desde niño han soñado con conocer África, simplemente nos hemos encontrado y nos hemos gustado mucho. Yo aquí me siento muy feliz, incluso me siento mucho más Alfredo que en mi día a día europeo y siempre he sido bien acogido. Y eso me parece un privilegio.
Otro asunto que me preocupa mucho y que me vincula a este continente, es que aquí se da todos los días un rosario sin fin de injusticias graves, terribles, que no parecen importarle mucho al resto del mundo, en general. Con nuestro trabajo queremos hablar de esas realidades y hacer pedagogía profundizando en el porqué de las cosas; no solo en lo que ocurre, sino el porqué ocurre.
En tu obra retratas realidades muy duras: enfermedad, cuidados paliativos, la violencia, los niños en las fronteras… pero siempre muestras un momento de esperanza. Absolutamente. El continente parece que está predestinado a sucumbir a problemas que en occidente ya hemos superado hace tiempo. Y, simplemente, es una cuestión de tiempos diferentes. Cada sociedad tiene su ritmo, sus catarsis y sus calendarios, en función de sus características.
Para entender eso y afrontarlo con naturalidad, me gusta hablar de lo que llamo la mirada horizontal. Creo que hay mucha gente que viene a trabajar a países empobrecidos con muy buena voluntad, para ayudar a esta ‘pobre gente’, para ayudar a llegar a ‘nuestro nivel de desarrollo’… Está bien, pero a menudo, detrás de esto, hay un sentimiento de superioridad, de mirada diagonal que genera una relación paternalista, ‘buenista’, que resta dignidad y perpetúa desequilibrios.
Pues la aportación de mis documentales es la de contar cosas de los africanos de tú a tú, con la misma exigencia, trato y cariño (o no) con que haría un documental en Ucrania o en Francia.
Me identifico con la visión del papa Benedicto XVI respecto a esto: “la caridad sin justicia es puro sentimentalismo”, algo que han entendido y aplicado muy bien misioneros y misioneras que he conocido en el camino, muchos de ellos, verdaderos ejemplos de amor y de búsqueda de la justicia.
Sin embargo, yo no hago películas como cooperante, simplemente quiero entender y contar otras realidades, las de otros seres humanos que son igual que yo pero que viven en otras circunstancias. Y lo que pretendo con esto es establecer puentes de conocimiento, de comprensión y de comunicación entre un mundo y otro. No se trata tanto de denunciar sino de entendernos entre seres humanos para comprender. Es decir, que un espectador que vea, por ejemplo Los párpados cerrados de Centroáfrica, cuando salga del cine tenga una visión más amplia que antes sobre Centroáfrica, sobre las cosas que mueven a la gente, sobre sus preocupaciones, su forma de ver la vida. Pero sin ver el mundo en blanco y negro.
Creo que algunos de los problemas de los que hablamos hoy en occidente derivan del miedo a quien no conocemos y el miedo, a menudo, es producto de la ignorancia y la ignorancia se combate con el conocimiento, y es ahí donde entramos nosotros. Aportar nuestro humilde grano de arena para comprender mejor el mundo y tratar de combatir el miedo que genera rechazo y odio.
Cómo ha sido la acogida de Los párpados cerrados de Centroáfrica? Ha sido buena. Teniendo en cuenta que en esta zona del mundo los problemas son muchos, para un burkinabé preocuparse de las profundidades abismales de Centroáfrica es un lujo. Si los propios centroafricanos tienen difícil configurar un diagnóstico claro de su situación por la casi ausencia de medios de comunicación, entre otras cosas, imagínate desde Burkina cómo se ve lo que pasa allí en la distancia…
Para casi todo el mundo, el problema actual de Centroáfrica es una guerra de religión: cristianos contra musulmanes… cuando hay un análisis sobre el país, más allá de la simplificación, se sorprenden y a la vez entienden que, igual que en Burkina, las cosas obedecen a complejidades e intereses cruzados y que merece la pena ser escéptico con los titulares de los medios de comunicación, que, con frecuencia, obedecen a una determinada agenda antes que a la realidad.
Háblanos de Fespaco, de la experiencia que ha supuesto para ti el estar aquí por primera vez. He vivido casi toda la vida en San Sebastián y conozco bien este festival desde varios ángulos, como profesional y como espectador, y comprendo la diferencia entre eso que llaman glamour, o sea, famoseo de alto nivel, fiestas nocturnas, películas de moda… y cine. Pues pienso que con Fespaco pasa un poco lo mismo, lo siento.
Por otro lado, el festival Fespaco es tremendamente positivo para la ciudad y el país. Es una referencia cultural internacional que suma en positivo aunque contrasta con la realidad que ves en la calle, ajena a la alfombra roja. O, como me decía mi amigo burkinés, Karim: “para nosotros es una semana en la que llenamos el hotel y vienen muchos extranjeros a dejar dinero en Ouaga”, pero no conozco a nadie de mi entorno que vaya a ver películas.
Da la impresión de que Uagadugú vive de espaldas al festival. Y por otro lado, hay una fuerte presencia de la francofonía. Estoy totalmente de acuerdo. Fespaco es un festival muy importante y con muy buena reputación pero también es cierto que Uagadugú vive Fespaco como una feria, como un acontecimiento un poco para los de fuera: vienen cineastas, gente del arte, se montan en la feria un montón de stands de venta de comida, de bares nocturnos, de stands de venta de todo tipo… todo eso está muy bien, pero creo que, de alguna manera, la agenda artística no está pensada para los uagaduguenses.
También es un escaparate muy bueno para conocer lo que está pasando en África en el ámbito del cine y la televisión. Hay festivales muy importantes en este continente que también dan oportunidades al cine africano aunque quizá no con tanto sabor africano. Fespaco tiene buenos chacras. Hay muchos aspirantes a cineastas que se acercan a buscar su espacio, escuelas de cine, cortometrajistas… hay chavales que vienen con su peli y les permiten poner su cartelito en cualquier sitio, meterse en la feria, participar y eso es algo apreciable porque no se ve en otros festivales con esa naturalidad.
Sería muy positivo que todos tengan las mismas oportunidades de mostrar su propuesta, algo que cada vez está más condicionado por el totalitarismo de lo políticamente correcto. Estaría muy bien que los países africanos que tienen festival se independicen realmente de tutelas, pasen un poco de los modelos de otros festivales y que se abran a voces libres de quienes quieren expresar en su discurso sin condicionantes, su propia mirada, su propia sensibilidad, sin dependencias de quien patrocina, financia u ofrece supuestos caminos de futuro a cambio de la sumisión a la corriente dominante del pensamiento único.
No se ve una gran presencia de Nollywood aquí que se dice que es la gran meca del cine africano. Lo que nos lleva a la gran cuestión de la francofonía y de la barrera idiomática. Nollywood es genuinamente narrativa africana, porque trabaja con códigos africanos, con las preocupaciones y formas de sentir de las sociedades de esta región. La estética y el acabado responde a su espejo social y es difícil que tenga encaje en otro contexto social y cultural. Sin embargo, zona francófona y anglófona se miran con distancia.
Detrás de esto podemos hacer una gran cantidad de lecturas. ¿Y si los pueblos africanos prescindiesen de las lenguas de los colonizadores europeos, como se está reclamando desde diferentes esferas políticas? ¿Sería posible la industria de Nollywood teniendo en cuenta las miles de lenguas y dialectos del continente? Como es costumbre, aquí se pone de relieve la pugna entre intereses culturales asociados a otro tipo de intereses de fondo y es un debate interesantísimo.
La televisión tiene también un peso muy importante aquí. Hay varios puestos mostrando telenovelas, por ejemplo. ¿Es también un mercado muy fuerte en África? Un mercado con mayúsculas. Las telenovelas trabajan las relaciones humanas principalmente y el interés por esa temática te lo encuentras en todas partes y en todos los países de este continente. O sea, el interés por las historias cotidianas de amoríos, traiciones y aventuras sentimentales interesan mucho aquí porque retratan la realidad de “la calle”. La influencia que tiene la televisión aquí es espectacular, creciente. Cada vez hay más casas con televisor. Las cadenas quieren audiencia-venta de publicidad-beneficios económicos, seguramente obviando otras funciones que deben inspirar a un sector con tanta influencia. Me refiero a contribuir también a construir una sociedad más crítica y formada. No todo debe ser entretenimiento en sociedades con tantos problemas urgentes.
Sería interesante que como productor cualquiera de tus documentales se pudiera pasar por televisiones africanas... Por supuesto. Aspiro a que nuestros documentales, y muchos otros, tengan un espacio en las pantallas africanas. Especialmente las obras que profundizan en las cuestiones latentes y que lo hacen buscando reflexión y ofreciendo ideas para el debate y la comprensión del ser humano.
Pienso que hay demasiadas películas donde la fórmula es: presentar un problema o una tragedia y señalar culpables pero, a menudo, bajo una perspectiva cultural y moral occidental y sin contextualizar. Muchas producciones autocomplacientes y maniqueas que solo buscan enemigos y depredadores, generando un discurso de enfrentamiento que ofrece refugio a quien busca pretextos para no asumir su propia responsabilidad en la construcción de un mejor entorno social. Hacen falta documentales con un poso más analítico, con más contexto y más afán por huir de los lugares comunes, que profundicen con libertad y sin miedo a afrontar determinadas evidencias aunque eso suponga salirse de los discursos más populistas y fáciles. Mirada horizontal. Así de claro.
¿Tras Fespaco, cuáles son tus planes más inmediatos? Estamos terminando de editar un documental sobre el neopentecostalismo africano. Lo he repasado recientemente para corregir algunas cosas y me encantó. Hacía varias semanas que no lo veía seguido y pienso que va a ser un documental que va a impactar y que va a dar mucho de sí. Lo presentaremos en la segunda parte de este 2017.
Mi siguiente proyecto es otro documental social, también de temática africana que está despertando muchísimo interés. Ahora estoy empezando a poner las bases, a documentarme y a investigar. Probablemente estaré un año haciendo trabajo de campo en varios países africanos. Inshallah.
Original en Blogs de El País – África no es un país