Ha muerto el Rey de la Literatura Swahili en Kenia

7/05/2020 | Opinión

“Esta crisis nos enseña que la mundialización es una interdependencia sin solidaridad”. Esta frase de Edgar Morin (nacido Edgar Nahum), el conocido y anciano (nacido en 1921) filósofo francés, resume bien el sálvese quien pueda de los países de la UE en estas últimas semanas. Pero también en esto, la excepción confirma la regla. Encomiable está siendo el interés preocupado de algunos medios españoles de información sobre lo que el COVID-19 está comenzando a causar en el continente africano. El País, por ejemplo, publica regularmente crónicas con las reacciones de los distintos países en contra de la pandemia. Y no sólo los estragos del coronavirus en África interesan a los media españoles. “Muere el baterista Tony Allen, el corazón que bombeaba afrobeat”, escribía Pablo Sanz en El Mundo el pasado 1 de mayo, con un subtítulo que resumía bien la importancia de Tony Allen: “El músico nigeriano, cómplice de Fela Kuti, representa la conexión orgánica entre el jazz y la música de África Occidental”. También El País, entre otros muchos, mencionaba la noticia ese mismo día, puntualizando que Allen, “uno de los músicos más virtuosos y admirados no ya en el continente africano, sino entre jóvenes rockeros de toda estirpe”, no había muerto a sus 79 años a causa del COVID-19, sino por un aneurisma abdominal en la arteria aorta.

He mencionado el interés de los media españoles por África a pesar de que la pandemia nos esté encerrando en nuestros pequeños mundos nacionales, para que no se tome como crítica si escribo que esos mismos media no han mencionado, que yo sepa*, la muerte del keniata Ken Walibora, “King of Kenyan Swahili literature” (Rey de la Literatura Keniana Swahili) según el profesor ugandés Austin Bukenya. Walibora, escritor, comunicador y promotor del kiswahili, falleció a los 56 años el pasado 10 de abril, tras ser atropellado por un “matatu” (minibús popular) en Nairobi, la capital de Kenia.

siku_njema_ken_walibora-2.jpgMe tocó estudiar el kiswahili en 1971 en la escuela de lenguas de Kipalapala, en una región de Tanzania en la que por aquel entonces el kinyamwezi era la lengua dominante y que los misioneros aprendían en primer lugar. Así como el Kinyamwezi es la lengua de los wanyamwezi, “Kiingereza” la de los ingleses y “Kihispania” la de los españoles, “Kiswahili” debiera ser la lengua de los “waswahili”. En realidad los “Waswahili” (del árabe sawahili, costeros) nunca han sido una etnia. Ése fue el nombre que en Africa Oriental dieron a los habitantes de la costa, procedentes de diversas etnias, que habían mantenido contactos seculares con los navegantes y mercaderes árabes. De ese contacto surgió una lengua de estructura bantú, pero con un léxico muy influenciado por el árabe y con aportaciones persas, hindúes, portuguesas y malasias. De la mano de comerciantes y emigrantes, el kiswahili se extendió sobre todo por Kenia, Tanzania, Uganda y una parte oriental del Congo (DRC). También se escucha en Ruanda, Burundi, Mozambique, Malaui, Zambia y Somalia. Del comorense (Islas Comoras) se suele decir que es uno de los dialectos del Kiswahili. Escrito inicialmente en árabe, adoptó la grafía occidental durante la colonización. Las autoridades lo favorecieron como lengua vehicular, especialmente en Tanzania y Kenia.

Tras la independencia, Nyerere, primer presidente tanzano, utilizó el kiswahili como factor de cohesión, erigiéndolo en la primera lengua nacional, empleada en el parlamento de Dar es Salaam (entonces capital de Tanzania) y en numerosos cursos universitarios. El mismo Nyerere tradujo al kiswahili algunas obras de Shakespeare. En 2011, pasados 40 años desde que aprendí mis primeras frases en esa lengua, tuve ocasión de utilizarla en Túnez en una misa celebrada en memoria de un jefe ghanés, antiguo alto cargo de la Banca Africana para el Desarrollo, casado con una funcionaria keniata. El origen variopinto de los asistentes puso de manifiesto que el kiswahili es hoy la más internacional de las lenguas africanas. En mayo de 2018 el kiswahili fue la primera lengua africana reconocida en Twitter. Voice of America emite diariamente cuatro horas y media en kiswahili y casi tres horas semanales de televisión en esa misma lengua. La página de la sección en kiswahili de RFI (Radio Francia Internacional transmite diariamente dos horas diarias en kiswahili), recibe unas 50.000 visitas mensuales. Y desde 2012 la BBC propone una versión en kiswahili, “Dira ya Dunia” (Brújula del Mundo), de “Focus on Africa”, su programa informativo estrella para el continente africano. A todo ello contribuyó en buena medida el keniano Ken Walibora.

Ken Walibora (Kennedy Waliaula fue su nombre de familia) nació en Baraki, Bungoma County, Kenia. Trabajó como maestro y como agente de libertad condicional antes de dedicarse al periodismo. Doctor en Estudios Culturales Comparativos por la universidad de Ohio y Profesor Asistente de lenguas africanas en la universidad de Wiscosin, ocupó en Kenia el puesto de “Director de Calidad del Kiswahili” en el Nation Media Group, el más importante de Kenia, y fue un presentador muy popular de noticias en Kiswahili en la NTV. De sus más de cuarenta libros, Siku Njema (Buenos Días) y Kidagaa Kimemwozea (literalmente “Las sardinillas se han podrido”, expresión con la que se indica algo así como que “la situación se nos ha escapado de las manos”) son de lectura obligada en los colegios. Waalibora popularizó la novela en kiswahili entre los jóvenes con obras como Ndoto ya Almasi (Sueño de Diamante) y Ndoto ya Amerika (Sueño de America). No dudó en tratar temas sociopolíticos en Mbaya Wetu (Nuestro Mal) y Kisasi Hapana (No a la Venganza). Y contribuyó al visible incremento de la producción literaria en kiswahili en Kenia. En los años 1970 (Walibora nació en 1964) los autores tanzanos publicaron 162 obras en kiswahili, los de Kenia sólo 53. La diferencia aumentó en los años 1980: 211 obras en Tanzania por 35 en Kenia. Cambiaron las tornas en los diez primeros años del actual milenio, cuando Walibora estaba en plena creación literaria. Tanzania estaba redescubriendo la importancia del inglés (sólo 62 obras en kiswahili) y mientras que en Kenia aumentaba el interés por kiswahili con 88 obras publicadas.

Para la crónica, un último y triste apunte. Ken Walibora ha sido el tercer periodista del Nation Media Group que ha muerto este año en la carretera. El 7 de marzo Raphael Nzioki fue atropellado por un “matatu” en el centro de Nairobi. En abril, Christine Omulando murió en un accidente junto a la mezquita Khoja, siempre en Nairobi. Y el 10 de abril le ha tocado al Rey de la Literatura Swahili en Kenia, Ken Walibora.

Ramón Echeverría


* Nota de África Fundación Sur: El Portal del Conocimiento sobre África de la Fundación Sur difundió puntualmente la información de la muerte del escritor y periodista Ken Walibora el día 16 de abril, así como se hizo eco de la importancia capital de su obra. Por otra parte, el fallecimiento de la icónica figura del músico nigeriano Tony Allen, cuya fama y reconocimiento traspasa lo meramente continental, y artista clave a lo largo de los más de 22 años de emisión del programa de radio «Africanía«, fue comunicado en cuanto los medios africanos dieron a conocer la luctuosa noticia. Para estar informados sobre la evolución del COVID-19 en África, desde su aparición como noticia en los medios de comunicación africanos en enero del presente año, les aconsejamos la lectura del artículo Tratamiento del COVID-19 en el Portal del Conocimiento de África de la Fundación Sur.

[Fundación Sur]


Artículos relacionados:

Fallece en un accidente el escritor Ken Walibora

Ha fallecido el músico nigeriano Tony Allen

«El arte de perder», una novela de Alice Zeniter

Lo mejor de la década de 2010: Novelas de escritores africanos

Escritoras africanas que nos inspiran

Conociendo a Oprah Winfrey, un relato breve de Pemphero Mphande

Tragedia del niño de la calle africano: una reseña de “Fanta Blackcurrant” de Makena Onjerika

Una dura lección, un microrrelato de Valentine Amobi

«Soy Ramata Diarra», un poema en honor a una niña albina asesinada en Malí

Mahi Binebine y Abdellah Taia, dos marroquíes con opciones al premio Renaudot 2019

La Biblioteca Islámica (AECID) premio Ibn Arabi-Hikma 2019

Huda Barakat gana el Premio Internacional de Novela de Ficción Árabe

La camerunesa Aissa Doumara Ngatansou premio Simone Veil

La nigeriana Obiageli Ezekwesili, Premio Social Forbes Mujer de África

El escritor mozambiqueño Mia Couto reivindica la literatura africana en la fiesta de Sant Jordi

Día Mundial del Libro, un buen pretexto para incentivar la lectura en Mozambique

I JORNADAS Literatura de las diásporas africanas – 20 Febrero – 14 Mayo 2019 – Logroño

Cultura, literatura y cine africano: Acercamientos desde la traducción y la interpretación

La lengua y lo afro: de la literatura oral a la oralitura

Estimado Presidente Zuma: Una carta del escritor mozambiqueño Mia Couto

ÁFRICA, de Sebastiao Salgado

Letras de África en las venas

Los 8 libros africanos de un lector tan anónimo como especial

9 escritores africanos nos descubren su voz infantil

Las literaturas africanas en clave continental

Sin tambores para despedir a Binyavanga, por Chema Caballero

Ha muerto el escritor y activista LGBT Binyavanga Wainaina

Género, política y superhéroes del Sur: reseña de la Capitana de Masuku

Chimamanda en todo

Monica Arac de Nyeko y el Premio Literario Caine

Autor

  • Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

Más artículos de Echeverría Mancho, José Ramón