Guerra en el Kivu: Ruanda entre la espada y la pared

12/06/2012 | Opinión

Ha caído el velo. No hay duda posible; el gobierno congoleño confirma lo que la opinión ya sabía: la inseguridad en el este de la RDC tiene su origen en Ruanda. El motín en curso recibe el apoyo en hombres y logística de Ruanda, mientras la comunidad internacional (EEUU, Gran Bretaña, UE, etc.) se muestra con una pasividad desconcertante. Esa misma comunidad que hace constantemente llamamientos a Kabila para que dé pruebas de democracia y buen gobierno.

El tono adoptado no se presta a equívocos. El gobierno no sucumbe ante los cantos de sirenas que vienen de las mil colinas. Ya ha pasado la época del engaño; los dirigentes ya toman conciencia de las responsabilidades que una opinión pública cada vez más exigente les impone, sobre todo en lo relativo a la recurrente inestabilidad en la parte oriental del país.

La resolución de la crisis en el este pasaba por una identificación sin equívocos del agente causal, Ruanda. El portavoz del gobierno ha revelado con firmeza que “de 200 a 300 amotinados fueron reclutados en Ruanda para ser infiltrados en la RDC. Antes de desplegarse contra las fuerzas armadas congoleñas, recibieron una preparación militar somera”. Es algo que se suma a las revelaciones hechas anteriormente por los servicios de la ONU y posteriormente por Human Rigths Watch. Para numerosos congoleños no se trata más que de una confirmación.

¿Cómo de 200 a 300 personas pueden ser reclutadas, entrenadas no lejos de la frontera y atravesarla sin ser vistas ni identificadas? Responder a esta cuestión significaría resolver el 50% del enigma.

Lambert Mende, portavoz del gobierno ha afirmado: “Informaciones provenientes de fuentes diferentes pero concordantes establecen que la banda de Bosco Ntaganda se beneficia de apoyos que parten de Ruanda y que existe una red de reclutamiento de combatientes para Ntaganda en el país vecino. (…) Sobre la base de las conclusiones de las investigaciones de nuestros servicios, podemos afirmar lo que sigue: entre los milicianos de la banda de Ntaganda y Makenga se encuentran de 200 a 300 elementos reclutados en Ruanda por una red activa. Infiltrados en RDC han seguido un entrenamiento sumario; hay menores de edad y muchachos muy jóvenes”.

Mende justifica el tiempo que Kinshasa se ha tomado para investigar, reunir las piezas del puzzle y pronunciarse; “quienes han visto en esta actitud un signo de complacencia se equivocan”.

La comunidad internacional, en su eterna conmiseración por Ruanda, se encuentra ante sus responsabilidades. La hecatombe que se vive todos los días en el este de la RD Congo constituye «un genocidio olvidado» por voluntad de la comunidad internacional. Esta comunidad internacional es testigo de las atrocidades que se cometen desde hace más de un decenio. Nadie puede pretender no estar al corriente de cuanto se trama en el este de la RDC. Conociendo como se conoce al responsable de esta inestabilidad, ya no valen más excusas. Ruanda ha planificado, organizado, entrenado armado… tropas del M23 que se baten contra las FARDC. El Consejo de Seguridad de la ONU debería tomar urgentemente cartas en el asunto. En diversas ocasiones, la Comunidad internacional ha obligado a la RDC a dar pruebas de democracia y buen gobierno. Hoy, la RDC – país post-conflicto – no aspira más que a una cosa: reconstruirse para ejercer de verdad su función en el corazón de África. Pero las tensiones recurrentes en el este han sido un hándicap, sin embargo han caído las máscaras. La ONU ha sido la primera a denunciar el juego macabro de Ruanda, seguida de HRW. Sólo queda hacer un llamamiento a la comunidad internacional a que mida la gravedad de los hechos que se imputan a Kigali. Pero más allá de Kigali están los que manejan los hilos en Washington, Londres, etc. Son los que arman Kigali para que desestabilice la RDC, impidiendo que el Congo se reconstruya. Porque Kinshasa no aspira más que una cosa: su desarrollo.

Resumen y traducción de Le Potentiel, Kinshasa, 11.06 2012 por Ramón Arozarena.

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