Hace medio siglo transcurría una guerra que ubicó África en la pantalla.
Hace 51 años comenzó la Guerra de Biafra, un conflicto fratricida que provocó no menos de medio millón de muertes a caballo entre las décadas de 1960 y 1970, en el país más poblado de África, Nigeria, aquel que los británicos unificaron como colonia única en 1912. En este territorio debieron convivir, dentro de fronteras rígidas y establecidas externamente, cientos de grupos, donde sobresalen el igbo, el yoruba así como el hausa, repartidos en líneas generales en tres regiones en donde en cada una predomina uno, si bien existen más de 500 lenguas en el país y alrededor de 250 grupos étnicos. Otra clásica división que se remarca es entre un norte, mayoritariamente musulmán, y un sur entre cristiano y animista, aunque las fronteras no son tan estáticas. Se trata de un país surcado por divisiones étnicas fuertes y que siempre ocasionan graves problemas. Algunos indicadores puntualizan que la población nigeriana ya sobrepasó los 200 millones de habitantes. Es decir, hoy día uno de cada seis africanos es nigeriano y para 2050, según diversas estimaciones, la población del “elefante africano” llegaría a los 350 millones.
Petróleo y militares
Nigeria pagó el costo de ser el mayor productor petrolero de África, desde que comenzó a explotar crudo cuando la multinacional Shell lo descubrió en el área del sur del país, el delta del Níger, en 1956. Sin embargo, al contrario de lo que podía esperarse, el crudo generó conflictos desde temprano, cuando secesionistas quisieron apropiarse de una rica zona, Biafra, lo ocurrido en 1967. Los problemas llegan al presente, la renta petrolera, en vez de aprovecharse en pos del desarrollo nacional, se despilfarra entre sabotajes y corrupción generalizada. Además, su aprovechamiento cobra una vida cada seis horas producto de actos violentos.
Recién en 1999 se estableció la democracia en Nigeria hasta hoy, sin golpes militares, tratándose de una nación independizada de la tutela británica en 1960. La componente étnica provoca tensiones y más muertes, sumadas a la de la lucha por recursos, como el petróleo. El Estado Federal, pese a querer ser visto como el garante del equilibrio étnico, muchas veces ha salido de ese marco, como entre 1967 y 1970, cuando el conflicto civil lo desbordó. Siempre se trató de ver qué grupo se haría con el control estatal, lo que generó antes de la Guerra de Biafra golpes militares en virtud de lealtades étnicas. Casi siempre la excusa de dichos golpes fue la ineptitud del gobierno federal de poder controlar los conflictos internos y mantener el denominado tribalismo político a raya.
El germen de la guerra en cuestión tiene que ver, en parte, con los recelos entre el sur y el norte, según una explicación. A comienzos de 1966, la toma del poder, entre los varios golpes militares del país que vendrían, por un militar del sur fue vista con desagrado por los sectores dirigentes del norte, pese a la excusa de combatir la corrupción como disparador de la usurpación del poder por el general Johnson Aguiyi-Ironsi, un igbo. La casta del norte entendió que el golpe fue más bien una excusa de Ironsi para hacerse con el poder y beneficiar a su grupo. Para enfurecer más al sector norteño, el gobernante dispuso que Nigeria pasara a ser un Estado unificado. Como resultado, Ironsi fue asesinado en julio de 1966 y su lugar ocupado por el norteño y cristiano teniente-coronel Yakubu Gowon. El nuevo mandatario reestableció la forma federal en el país. Pero esta medida provocó la ira del teniente-coronel oriental C. Odumegwu Ojukwu, quien retiró su región de la Federación Nigeriana y se declaró la secesión en mayo de 1967. Así nació Biafra, con un gobierno propio y la disposición de expulsión de los norteños del territorio.
Conflicto de desgaste
La guerra se extendió por espacio de dos años y medio e incluyó el apoyo de potencias y de las superpotencias a los dos bandos beligerantes, con envíos de armamento de Francia, Sudáfrica y Portugal a los rebeldes del sur, y apoyo de la URSS y de Gran Bretaña al gobierno federal. La mayoría de los gobiernos africanos apoyaron también al último para no instigar similares intentos secesionistas en sus territorios.
Los biafreños lucharon tenazmente pero en inferioridad de condiciones contra el gobierno federal, muchas veces mal armados y provistos, e intentando granjearse simpatías internacionales, en una clásica guerra de desgaste. Desde el principio, la posibilidad de supervivencia del régimen en Biafra parecía difícil siendo asediado día a día por la aviación nigeriana y por un ejército de 100.000 integrantes. Como para colocar más presión, la nación rebelde declaró que continuaría luchando hasta su total destrucción y la desaparición completa del pueblo igbo. La opinión pública internacional fue sacudida por imágenes de la pobreza extrema y hambre que padeció el pueblo de Biafra y una propaganda que las explotó en demasía como garantía de continuidad del esfuerzo bélico secesionista (y de prolongación de la guerra). La ayuda externa fue insuficiente y la coordinación mal emprendida, al menos en lo que respecta a Naciones Unidas y a la Organización de la Unidad Africana. Incluso se perfiló la posibilidad que en Biafra ocurriera un genocidio, al decir del líder rebelde, y ante el aluvión de imágenes reproducidas en los medios. De ellas aprovechó Ojukwu para presentarse como un dirigente resistente (casi un mártir) de una pequeña y bravía nación cristiana en puja contra opresores mucho más poderosos y musulmanes, solo interesados en saquear sus riquezas.
Crónica de un final anunciado
Como la fatalidad de una guerra de desgaste y asedio haría suponer, la principal víctima de la guerra resultó ser la población civil. Se estima el fallecimiento de entre 500.000 a 2 millones de personas, en buena medida por el hambre. Por primera vez este conflicto se hizo bien visible en el exterior. La guerra generó la mayor empresa privada de ayuda humanitaria hasta entonces vista. Una muy importante cobertura periodística dedicó atención a la hambruna en Nigeria en los tardíos años 60. Lo mismo se repitió en 1973 en Etiopía, aunque la gran hambruna en ese país a mediados de la década de 1980 se convirtió en icónica a nivel mundial en la forma de representar y construir estereotipos sobre África. Hasta que las imágenes de Etiopía conmovieron en los años 80, las fotografías más perturbadoras fueron las de los menores de Biafra desnutridos. Este caso también motivó la creación, en París, de la agrupación Médecins Sans Frontières (Médicos Sin Fronteras, MSF), en diciembre de 1971, con motivo en el descontento en la forma en que se trató la crisis humanitaria meses atrás en Biafra.
Además de la dimensión humana, este conflicto tuvo otras consecuencias igual de profundas. En primer término, la guerra bloqueó toda posibilidad que Nigeria pudiera convertirse en una potencia africana y, en segundo término, la aparición de gobiernos militares más como norma que como excepción en la historia nigeriana. A estos se les achacó principalmente la imposibilidad de promover y lograr el desarrollo nacional.
– Bibliografía consultada:
· Burgis, Tom (2015). The looting machine. Warlords, Tycoons, Smugglers and the Systematic Theft of African´s Wealth, London: Harper Collins.
· Meredith, Martin (2006). The State of Africa. A history of fifty years of independence, London: Simon & Schuster UK Ltd, Cap. 11, pp. 193-205.
· Oliver, Roland – Atmore, Anthony (1977). África desde 1800, Buenos Aires: Editorial Francisco de Aguirre S.A.
Original en: CEA Butlletí