Kenia sigue sin recuperarse de la conmoción de la última serie de ataques terroristas contra civiles en todo el país, en su mayoría atribuidos a Al-Shabaab, de Somalia. El domingo, 1 de julio, 17 personas murieron y más de 40 fueron heridas en ataques contra dos iglesias en el norte de la ciudad de Garissa. Esto es consecuencia de varios ataques similares, incluyendo el bombardeo infernal en el centro de la ciudad de Nairobi el 28 de mayo, en el que una persona murió y hubo una docena de heridos. Mientras que las agencias de seguridad, locales e internacionales colaboran para tratar de identificar a los autores, su modus operandi y las modalidades para hacer frente a la crisis, una serie de factores cruciales parecen ser los facilitadores para el empeoramiento de los ataques. Estos deben ser atendidos con urgencia con el fin de abordar de manera más integral la crisis de la creciente inseguridad en Kenia y en la región.

El monitoreo del modus operandi de todos los ataques desde octubre de 2011, cuando Kenia lanzó su ‘Operación Linda Nchi’ en Somalia, y el descubrimiento de la preferencia por las armas pequeñas y armas ligeras por parte de los atacantes ha establecido claramente el papel destacado de las armas, granadas de mano y artefactos explosivos improvisados (IED). Si bien la proliferación de armas en Kenia, y de hecho en la región, no es nuevo, la disponibilidad para usarlas contra objetivos civiles plantea muchos interrogantes sobre la naturaleza de la dinámica de la inseguridad que pueden derivarse de la disponibilidad de armas.

Abordar la cuestión de la proliferación de las armas es especialmente problemático, dadas las numerosas vías para el flujo de armas hacia Kenia. El reto más importante es hacer frente a la proliferación de armas en el país porque está ligada a la inseguridad en países como Somalia. Teniendo en cuenta la realidad de las fronteras porosas y organismos de seguridad mal equipados, está claro que el verdadero éxito en el tratamiento de la crisis de la proliferación de armas en Kenia es tanto externo como interno. Sin paz y estabilidad en los países vecinos de Kenia, será imposible hacer frente con eficacia al azote de la proliferación de armas.

En estrecha relación con la cuestión de las armas está la tendencia a la militarización de los productos para el uso diario. La presunta participación de los fertilizantes en el atentado de 28 de mayo en el centro de la ciudad de Nairobi trajo esto a la palestra. A pesar de que esto tampoco es un tema nuevo, la proliferación actual de fabrícalo tú mismo, gracias a la información en Internet, incluyendo la disponibilidad de diversos manuales y videos de radicalización, hace que sea fácil para los no profesionales poder producir artefactos explosivos improvisados y ha abierto una nueva dimensión de la susceptibilidad humana frente a la radicalización creciente. En esta atmósfera que prevalece en la región a través de la apelación de grupos como Al Shabaab y la disponibilidad de jóvenes desesperados que están dispuestos a unirse a ellos, la vulnerabilidad de Kenia no se puede sobreestimar.

Es evidente que uno de los aspectos más preocupantes de esto es la naturaleza característica de los ataques esporádicos, lo que hace que sea extremadamente difícil para las agencias de seguridad preverlos y contenerlos. La creciente preferencia por los lugares de culto también es preocupante debido al potencial que tiene para establecer varios grupos religiosos unos contra otros y distorsionar la variable subyacente de la violencia en curso alejado de lo que es ahora a los ciclos de ataques de venganza entre las religiones.

Cada vez es más claro que para cualquier agencia de seguridad la posibilidad de la espontaneidad en el ataque es abrumadora y los organismos de seguridad de Kenia no son una excepción. Por ello a veces se ha pedido el apoyo de expertos externos en el análisis de la escena del crimen y la naturaleza de los atacantes. En la práctica, sin embargo, sí implica la necesidad de una respuesta más internacionalizada o regionalizada tanto en la puesta en común para compartir los conocimientos como en el seguimiento de las operaciones de aquellos que han elegido para comunicar su descontento a través de la violencia.

Dada la naturaleza fluida y amorfa de los autores y la crisis, los servicios de inteligencia aumentaron a lo largo y ancho del país para que la situación pueda abordarse de manera eficaz. Dados los limitados recursos y la naturaleza esporádica de los ataques, no hay necesidad de la implementación de estrategias pero es urgente conseguir el apoyo civil en la recolección y transmisión de información vital para la seguridad de todos los kenianos.

Se pueden hacer progresos para detener esta tendencia, pero es necesario que las fuentes y mecanismos existentes de adquisición de armas sean más estrecha y eficazmente controlados. Los esfuerzos actuales se han centrado principalmente en la gestión de la oferta de armas pequeñas y ligeras, pero los factores socio-económicas que impulsan estas demandas deben ser priorizados en los planes de acción nacionales.

Además es necesario de aumentar la visibilidad de patrullas de los cuerpos de seguridad del estado al menos, su papel en la prevención del delito. Por el momento, la seguridad y la visibilidad de la presencia del Estado se limita a los grandes centros urbanos. A medida que uno se aleja más de la capital, Nairobi, por ejemplo, hay una visibilidad cada vez menor de las estructuras de seguridad del Estado, que es un reflejo del déficit del Estado. Esto no es sólo en términos de prestaciones de la seguridad, sino también la distribución de los recursos y la infraestructura. Estos patrones han fomentado sentimientos de simpatía hacia el extremismo entre las secciones de jóvenes que no tienen ningún sentido del patriotismo o el apego a su país. Estas cuestiones, entre ellas altos niveles de desempleo de los jóvenes y la marginación de las comunidades deben ser priorizados eficazmente por medio de programas de desarrollo inclusivos.

(Institute for Securtiy Studies, Kenia, 6 de julio de 2012)

Noticia traducida y enviada por Eva Estaun, española residente en Nairobi.