Gozando del espectáculo. ¿Y después?

18/11/2020 | Opinión

Las elecciones presidenciales americanas han salido poco en las portadas de la prensa africana. Pero no han faltado artículos de opinión, cínicos algunos, otros preocupados. Todavía no han olvidado los periodistas que Trump habló de “agujeros de mierda” refiriéndose a África. Pero acostumbrados a políticos que rechazan los resultados y a presidentes pegados a sus sillones, constatan con tristeza que los potentes Estados Unidos se están comportando como la más bananera de las repúblicas africanas. Al fin y al cabo, como explicó el analista camerunés Achille Mbembe a la DW, “No importa quién gobernará en Washington, habrá consecuencias directas e indirectas para el continente”. Y puede además que, como sugiere el marfileño Mah Camara, el ejemplo americano sirva de justificación a algunos políticos africanos. El que Trump proclamara casi inmediatamente su victoria se asemeja, según el periódico burkinés Le Pays a lo ocurrido tantas veces en África. “Trump-Biden es la versión americana de nuestros Condé-Cellou en Guinea, o Ouatara-Bédié en Costa de Marfil”, apuntaba el también burkinés Aujourd’hui. “¿Quién habría pensado que un día compararíamos las elecciones de EE. UU. con las de África?”, titulaba el sitio de noticias guineano Ledjeli. Más seria y preocupada ha sido la reacción del político sudafricano Julius Malema en The Sowetan: “Si además de los países del Tercer Mundo que nos quejamos de fraudes, también lo hacen los del Primero, es que la democracia está en peligro”.

No han faltado viñetas sobre la derrota de Trump. Una, del argelino Dilem en Liberté, presenta un Trump desenfadado y silbando confiado, dispuesto a romper el cristal del panel de urgencia con el indicador “En caso de fracaso”, del que saldrá un supremacista blanco del KKK armado con una metralleta. Ni tampoco han faltado, especialmente en la prensa anglófona, referencias a las elecciones no presidenciales en las que han participado miembros de la diáspora africana. The Nation (Kenia), tras recordar que viven oficialmente en Estados Unidos 130.000 keniatas, relata que aunque no fue elegido ninguno de los tres norteamericanos de origen keniata que se presentaron a las municipales, es ya significativo el que lo hicieran. Al parecer no olvidan que Obama tiene raíces keniatas. Por su parte The Guardian de Lagos recuerda que “de los nueve americanos de origen nigeriano candidatos a distintos niveles, dos han sido elegidos”. Uno nada menos que Oye Owolewa, del partido Demócrata, “primer nigeriano que entra en el Congreso”.

El presidente Donald Trump nunca visitó África subsahariana durante su mandato. África le era en general indiferente. A veces “hostil”, como cuando en 2018 Ruanda quiso aumentar los aranceles a la ropa usada que le vendían compañías americanas. O un “pozo de mierda”, como la describió en una ocasión. Los presidentes africanos que han felicitado a Joe Biden esperan que las relaciones África-USA mejoren. Pero ¿cuánto? Es lo que la cadena qatarí Al Jazeera preguntó a varias personalidades africanas. Las respuestas no podían ser más variadas.

eeuu_usa_bandera_cc0.pngLa mayoría refleja un cierto optimismo, partiendo del hecho que con Joe Biden no podrá ser peor que con Trump. “Con su carácter y falta de honradez, Trump ha sido un terrible modelo de liderazgo” (Chika Okeke-Agulu, nigeriano, historiador del Arte). “Fue Trump quien se opuso a que Ngozi Ikonjo-Iweala, africana y mujer, presidiera la WTO” (Gyude Moore, antiguo ministro de Liberia). “Soy consciente de que con Biden continuará la tradicional tendencia americana de cuidar ante todo sus propios intereses, pero tratará con respeto a África y a los africanos (Idayat Hassan, Directora del Centro para la Democracia y el Desarrollo, Abuja, Nigeria).

Un poco más optimista, el sudanés Suliman Baldo consultor jefe de The Sentry, organización para la prevención de la violencia en África Oriental y Central, basa su optimismo en que a pesar de la actitud de Trump hacia África, el AGOA ( African Growth and Opportunity Act, iniciado durante la presidencia de Bill Clinton para favorecer las importaciones de algunos países africanos) ha seguido funcionando durante los últimos cuatro años gracias a los esfuerzos de políticos demócratas y republicanos. Y Suliman Baldo espera que la administración Biden concluya el proceso de sacar a Sudán de la lista de países que favorecen el terrorismo. Un joven de Sudán del Sur, Gatwal Gatkuoth, director ejecutivo en Uganda de “Young Adult Empowerment Initiative”, tras constatar que también se dan líderes incompetentes en las democracias arraigadas de Occidente, se fija en sus instituciones y estructuras que hacen que, a pesar de todo, esa democracia no se desmorone. “Desde un punto de vista africano tendríamos que preguntarnos cómo construir en África esas instituciones que permiten apartar del poder a un gobierno malo sin derramar sangre”.

Pero como el gato escaldado del agua fría huye, varios de los personajes consultados por Al Jazeera tampoco se fían de Joe Biden, al menos por ahora. “En conjunto la ayuda oficial norteamericana al desarrollo ha ido disminuyendo desde la presidencia de Obama. Y en su campaña, Biden-Harris se han limitado a repetir generalidades sobre África y su diáspora” (Brian Tamuka Kagoro, experto zimbabuense en gobernanza para el desarrollo). “La administración Obama-Biden habló de planes muy prometedores, pero se limitó a acciones puramente simbólicas” (Amy Niang, profesora senegalesa de relaciones internacionales). El más duro ha sido Abukas Arman, antiguo enviado especial somalí en USA: “Biden será diferente de Trump, como Obama lo fue de Bush. Pero continuará la política de la rodilla en el cuello para asegurar las mayores ganancias posibles a unos pocos capitalistas que ya se han posicionado en países como Somalia”.

Sólo el ya mencionado Chika Okeke-Agulu tocó en su respuesta un punto primordial: “Es difícil predecir si la elección de Biden desencadenará el proceso de curación de una nación peligrosamente dividida”. Porque, a no ser por motivos de su propia seguridad, poco tiempo dedicarán los norteamericanos a África, si siguen ocupados como en estos últimos meses en insultarse y acusarse los unos a los otros.

Ramón Echeverría

[Fundación Sur]


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Autor

  • Echeverría Mancho, José Ramón

    Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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