La semana pasada se vivió en Zimbabue una “especie” de toma militar del aparato del estado que ha desembocado en la renuncia de Robert Mugabe a la presidencia tras 37 años al frente. Y decimos “especie”, porque lo que ocurrió en Zimbabue el miércoles 15 de noviembre no puede catalogarse de facto como un golpe militar ad hoc. El ejercito zimbabuense (ZDF) ocupó la capital (Harare), puso al presidente Mugabe y su familia bajo arresto domiciliario y tomó la televisora estatal para transmitir un mensaje de calma y negar que la acción castrense se tratase de un golpe de estado. Sin embargo esta situación nos ha devuelto provisionalmente a una etapa en el continente africano que se consideraba más propia del pasado, y nos ha parecido interesante ofrecer una pequeña retrospectiva que trate de explicar brevemente cual ha sido la relación de los golpes de estado en la historia poscolonial del África subsahariana.
Golpes de estado en África
Patrick Mcgowan, en su trabajo “African Military Coups dÉtat, 1956-2001: Frecuency,Trends and Distribution” identificó en el periodo que va desde enero de 1956 hasta diciembre de 2001 (46 años), un total de 188 golpes de estado, de los cuales 80 tuvieron éxito mientras que 108 fueron intentos fallidos, en los 48 estados independientes de África Subsahariana. A su vez, también se registraron en ese periodo otros 139 informes de complots para realizar golpes que, sin embargo, no llegaron a materializarse. A estos datos habría que sumarles los 33 golpes de estado registrados en el periodo 2000-2015, de los cuales 12 de ellos fueron exitosos. La cuenta ascendería a un total de 221 golpes de estado registrados, 92 de ellos exitosos, desde el año 1956 hasta 2015 en el África Subsahariana.
En todas las regiones subsaharianas se ha experimentado este tipo de práctica coercitiva, aunque sin duda ha sido la región del África Occidental la que ha destacado por concentrar la mayor proporción, identificándose, según los datos de Mcgowan (1956-2001), 85 golpes fallidos y exitosos de los 188 registrados en todo el continente (45.9%). Países como Benín, Burkina Faso y Nigeria son los que más lo han sufrido, con 6 golpes registrados en cada uno hasta el año 2001. En segundo lugar, la región del Noreste de África, compuesta por 10 estados, registró 53 golpes de estado (28,2%), concentrándose estos en Sudán, Uganda, Burundi y Etiopía. Finalmente las regiones del África Central (26 golpes registrados), Océano Indico (13 casos) y África del Sur (11), presentan unos índices inferiores.
Gráfico: Distribución geográfica de los golpes militares africanos fallidos y exitosos de estado, 1956-2001
En total, en el periodo estudiado por McGowan, 41 de los 48 países que componían el África Subsahariana, es decir, un 85,4%, han padecido golpes o intentos de golpes de estado, de los cuales, 30 estados (62,5%) han experimentado por lo menos un golpe exitoso y 18 (37,5%) han sufrido múltiples golpes. Únicamente seis países (Namibia, Eritrea, Sudáfrica, Botsuana, Cabo Verde y Mauricio) habrían estado completamente libres de acontecimientos de intervención militar. Ahora bien, de estos seis estados, tres de ellos (Namibia, Eritrea y Sudáfrica) consiguieron la independencia o el autogobierno en la década de los noventa, por lo que han tenido menos tiempo para demostrar que son inmunes a esta práctica.
Riesgo de ser depuesto por golpes militares y respuestas estatales
Según los datos de McGowan desde mediados de 1956 a mediados de los años 70, existía un 60% de posibilidades de que un gobierno africano fuera depuesto mediante un golpe de estado. El politólogo William Reno, añade además que en las décadas que van desde 1970 a 1990, los gobiernos africanos tenían un 72% de posibilidades de perder el poder debido a circunstancias violentas, en las cuales Reno no sólo incluía golpes de estado sino también insurgencias o rebeliones internas.
La lista de gobiernos militares que han suplantado a gobiernos civiles ha afectado a más de la mitad de los estados africanos. Los efectos y peligros subyacentes a esta práctica coercitiva en el continente –aunados a los riesgos de rebeliones e insurgencias- apoyaron la construcción de un tipo de estado particular. Por un lado, esta realidad alentó a algunos gobiernos a evitar centralizar las estructuras de mando militares, a la par que se mantuvo a los grupos considerados rivales fuera de las estructuras de poder, o fraccionados y divididos en los estamentos castrenses. Por otro lado, se instrumentalizó la cuestión étnica-regional con prácticas neopatrimoniales que trataron de comprar las lealtades de grupos claves distribuyendo recursos, lo cual socavó la capacidad del estado para prestar servicios a la población en general. Lo que algunos autores denominaron la construcción de “estados sombra” (Reno), “quasiestados” (Jackson), “estados vientre” (Bayart) o“estados gatekeeper” (Cooper).
Esta situación de amenaza permanente de los regímenes africanos condujeron a muchos de estos gobiernos a una importante paradoja: construir un ejército fuerte para defender al estado de amenazas internas/externas (guerras civiles, invasiones de terceros países), lo que incrementaba las posibilidades de padecer un golpe de estado de su propio ejército; o mantener estructuras castrenses débiles y fragmentadas para evitar la posibilidad de un golpe, lo que aumentaba la vulnerabilidad del estado ante una posible guerra civil.
Tendencias y evolución
En su estudio McGowan dividió el periodo en dos partes: de 1958 a 1979 y de 1980 a 2001. En el primer periodo se registraron 93 intentos de golpes de estado de los cuales 47 fueron exitosos, es decir, un 50,5%. En el segundo periodo el número de intentos fue similar, 95, pero tan solo 33 fueron efectivos, reduciendo el porcentaje al 34,7%.
Tabla: Golpes de estado exitosos y fallidos por períodos de cinco años, 1956-2001
Al respecto, una de las conclusiones que explican esta variación para McGowan es que los regímenes africanos eran más capaces de sobrevivir a los intentos de golpe en el segundo período que en el primero, debido en parte a que estos regímenes tuvieron más tiempo para estabilizar las estructuras de estado después de la independencia, logrando que sus sistemas políticos se institucionalizaran. A su vez, la reducción también se explicaría debido a que los gobiernos habían aprendido técnicas para aislarse de los golpes exitosos. William Reno también incide en esta lectura, explicando como el descenso significativo de golpes de estado, sobre todo a partir de la década del 2000, se explicaría en gran medida debido al aumento en el número de países que habían transformado sus sistemas en democracias multipartidistas, lo cual no significaba la eliminación completa del riesgo, pero si incidía en su periodicidad.
Otra conclusión se refiere al posible vínculo entre el fin de la Guerra Fría y las democratizaciones en el continente. Al contrario de lo que cabría suponer, este hecho no había incidido en reducir el número de golpes de estado hasta el año 2001. Si bien en los años noventa se observó una tasa de éxito mucho menor en comparación con las décadas anteriores, ello no significó una reducción significativa en la propensión de los militares africanos a lanzar intentos de golpe. Los nuevos gobiernos democráticos débilmente institucionalizados, eran tan propensos a sufrir el virus del golpe como lo eran los débiles regímenes unipartidistas y militares.
Gráfico: Evolución tendencias golpes de estado
Tras décadas de inestabilidad política en el continente -que hay que leer en el marco de los procesos de reajuste que emergieron con las independencias- la Organización de la Unidad Africana (OUA) reaccionó en el año 2000 con la declaración de Lomé, que prohibió los cambios inconstitucionales de gobierno en el continente. La declaración se incluyó como un principio en la Carta Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos, y posteriormente fue recogida por la Unión Africana en el año 2007 en la Carta Africana sobre Democracia, Elecciones y Gobernabilidad. En consecuencia, algunos de los más recientes golpes de estado, como los ocurridos en Guinea (2008), Madagascar (2009), Níger (2010), RCAfricana (2013) o Burkina Faso (2015) se saldaron con el no reconocimiento de la UA de los gobiernos golpistas, la suspensión de esos países del organismo regional, y la imposición de sanciones a sus líderes, obligando al retorno constitucional y abriendo escenarios de transición política y la realización de elecciones.
Queda sin duda mucho trabajo por hacer para la UA, pero sin duda se ha abierto un nuevo camino para tratar de eliminar definitivamente la cultura de la impunidad y la facilidad de legitimación y reconocimiento de los golpistas.
Original en : Africaye