El Mar Rojo es una región con problemas. Es una zona geográfica definida por una serie de desafíos internos y externos que toman la forma de conflictos abiertos, líderes autoritarios e importantes asimetrías de poder. En los últimos meses, esta dinámica ha ganado gravedad debido a la actual crisis de COVID-19, que se espera que empuje a la economía global a una nueva fase de recesión. La necesidad de cambiar el statu quo de la gestión del mar es clara, pero se produce sin urgencia. El mar está abierto a casi cualquier persona, ya sea navegando en un petrolero o en un buque de guerra.
Por todo ello, hay una necesidad de establecer un marco de colaboración común, idea que no es nueva. De hecho, la iniciativa más reciente fue liderada por Arabia Saudita hace menos de un año. Como se verá más adelante, esta iniciativa ha excluido a actores claves como Irán o Turquía. De esta manera, la pregunta no es tanto por qué debería establecerse un nuevo organismo de colaboración regional, sino cómo hacerlo sin repetir errores pasados. Para ello, se ha de tener en cuenta las dinámicas globales que están influyendo también en la región del Mar Rojo, como la pérdida de hegemonía estadounidense frente a China, que está transformando al Sistema Internacional en un sistema multipolar.
Por otro lado, la creación de un nuevo organismo de cooperación regional tendrá que atender a problemas como la crisis del CCG, que enfrentó a Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Egipto contra Qatar y sus respectivos aliados, lo que también estableció una brecha entre las naciones del Mar Rojo. Los jugadores más débiles, sobre todo en la costa occidental, se han visto obligados a tomar partido, pero también han intentado utilizar la crisis para sus propios beneficios. Esto ha resultado en la profundización de las divisiones y la militarización de la región en su conjunto.
Además, bajo este desequilibrio regional, los países del Golfo se están viendo obligados a aceptar la evolución global del comercio petrolero. El FMI ha estimado que la riqueza financiera del Golfo podría agotarse para 2034. Este es un golpe que afectará a productores, comerciantes, transportistas y beneficiarios por igual a través y más allá de las costas del mar. Para hacer frente a la inestabilidad de esta región y poder establecer un marco de cooperación regional duradero se debe atender a cinco principios clave:
1) Salir de la tutela
Una característica común que comparten la mayoría de las iniciativas establecidas para administrar el Mar Rojo es que han sido establecidas por poderes externos o coaliciones como la Unión Africana (UA) y la Unión Europea (UE). Para los países del Mar Rojo, este enfoque de arriba a abajo ha evocado, intencionalmente o no, recuerdos coloniales caracterizados por las nociones de ‘custodia’ y ‘tutela’ en las que las potencias mayores pasan por alto a las más débiles. Si se va a establecer una estructura multilateral, es fundamental que la propiedad de esa estructura permanezca en manos de los propios países del Mar Rojo. Estos actores también deben tener la última palabra sobre quién puede ingresar y en qué condiciones, sean países litorales o no.
2) Evitar los juegos de poder y la exclusión de actores adversarios pero claves
Al observar puntos en común en las iniciativas existentes, a menudo se da una disonancia entre cómo se han presentado las iniciativas y por qué se han establecido. Muchas, si no la mayoría, de las iniciativas han sido definidas por las preocupaciones de seguridad de los miembros fundadores, lo que hace que las iniciativas sean inaceptables para otros. Además, la enemistad de Arabia Saudita con actores como Turquía e Irán dificulta la creación de foros e instituciones que unan aliados y adversarios, foros necesarios para lograr la estabilidad de esta región.
Ejemplo de ello es el reciente Consejo de Estados Litorales Árabes y Africanos del Mar Rojo y el Golfo de Adén dirigido por Arabia Saudita. Como su nombre lo indica, el consejo incluye a Egipto, Jordania, Eritrea, Yemen, Sudán, Yibuti y Somalia, pero excluye de la mesa de negociaciones a actores regionales importantes como Etiopía, Turquía e Irán. El riesgo subyacente de la exclusión de estos tres últimos actores da a entender que el objetivo principal del foro es abordar única y exclusivamente los intereses de los participantes y no el bien común de la región del Mar Rojo.
3) Una plataforma reactiva y orientada a soluciones
La dinámica política de las naciones del Mar Rojo depende de sus vínculos económicos y militares. Tener varios niveles de membresía dentro de un marco de colaboración, de acuerdo con las circunstancias cambiantes y los problemas sobre la mesa, podría beneficiar la creación de una estructura flexible pero habilitadora. Diferentes niveles de participación podrían resolver la necesidad de mantener a unos a raya y a otros cerca, permitiendo así la creación de una plataforma reactiva y orientada a soluciones.
Esto también daría paso a la inclusión de ciertos actores como la Unión Europea y Africana, Estados Unidos, China, Rusia, Japón e India, así como otros países exportadores de petróleo y gas en diversos grados que trabajarían para el grupo central de estados litorales. Al final, si los países con la capacidad de contribuir con conocimientos en los campos de la economía, el comercio, el medio ambiente y la tecnología no forman parte del debate, el marco tendrá dificultades para alcanzar un nivel que ayude al Mar Rojo a pensar más allá de sus recursos inmediatos.
4) Colaboración con organizaciones ya existentes
La existencia de estructuras de marcos regionales con proyección en el Mar Rojo incluye a organizaciones como la UA y la Liga Árabe. Estos actores pueden actuar como garantes asegurando que los esfuerzos invertidos en un nuevo marco mantengan su enfoque y que la agenda del Mar Rojo se escuche más allá de los países litorales inmediatos. Por ello, una nueva estructura que de representación a estas organizaciones previas, podrá garantizar que las prioridades estén en la colaboración en lugar de la competencia.
5) Cooperación regional vs Soberanía nacional
Muchos observadores han expresado sus dudas sobre si una nueva iniciativa agregaría valor a la región o simplemente empoderaría a los actores que ya son poderosos. La preocupación general es la cuestión de la cooperación regional versus la soberanía nacional. Semejantes dudas no surgieron de la nada: los países poderosos siempre han utilizado las estructuras regionales como excusa para justificar su hegemonía e intervenciones en los países más débiles que rodean el Mar Rojo.
Por último, el miedo al fracaso y a repetir errores pasados puede convertirse en un freno para la creación de una nueva organización de cooperación regional, sin embargo, un enfoque humilde podría solventar la desconfianza sobre la asimetría de poder que pudiese darse dentro de la misma. De esta manera se garantizaría un futuro donde la estabilidad primaría en esta región tan importante en la arena internacional.
Oraib Al Rantawi
Fuente: The African Report-Mapa: Eric Gaba-Wikimedia
[Traducción y Edición, Irene Ruzafa Martín]
[Fundación Sur]
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