El proceso de humanización exige una mayor integración en África y en el globo para superar las ideologías extremistas que dividen, sean étnicas, políticas o religiosas.
El sentido de comunidad en la ética tradicional africana para la promoción de la justicia, la paz, y el desarrollo sostenible puede ser una fuente de inspiración para todas las culturas.
El individualismo es ciertamente una enraizada tendencia del ser humano en todos los pueblos. Al mismo tiempo, constatamos que mientras el aislamiento personal y social nos lleva al empobrecimiento y al enfrentamiento, la necesidad de conectar con los demás y de ser solidarios nos lleva a la cooperación, convivencia y desarrollo integral.
Una mayor integración social y regional es muy importante si el continente africano y el resto del globo desea promover y garantizar una mejor calidad de vida para todos.
Para comprender todo conflicto, y en particular el conflicto étnico en África, debemos situarlo en el contexto más amplio de la democracia y del proyecto de desarrollo integral en el continente, que implica competencia, cooperación y resolución de conflictos causados por las condiciones de escasez, por el control del poder y la distribución de los recursos.
La sabiduría africana mira la ciudadanía a la luz del vínculo que une a todos los ciudadanos de una misma nación y esa conexión trasciende las diversas fronteras muros y vallas sean tribales, económicas o políticas.
La nación es una asociación de ciudadanos comprometidos en “hacer juntos una renovada humanidad”, integrando la pluralidad de sus filiaciones naturales.
Las demandas extremistas de los movimientos tribales, nacionalistas, políticos y económicos han socavado los esfuerzos de integración regional en África, particularmente en la región de los Grandes Lagos, como lo hacen en todas las regiones del mundo.
No hay lugar para la discriminación en nuestra pertenencia a un Estado, porque cuanto más uno está en armonía con los demás, más realiza su identidad como persona. Cuanto más trabajamos por la unidad y el bien común, más nos realizamos como individuos y, superando toda discriminación, sembramos armonía.
Promover constituciones y políticas que estén inspiradas en la ética del Bien Común, se convierte entonces en una condición para la integración regional, política ética y desarrollo sostenible. El nuevo acuerdo sobre el Comercio Panafricano debe medirse en relación con la reducción de la pobreza, el desarrollo sostenible, la resolución de conflictos, la participación ciudadana en la gestión del poder y en el respeto a la dignidad y derechos humanos.
Hoy necesitamos una concepción ética y universalista para poder transformar el mundo en un espacio de diversidad de pueblos y naciones. Su pertenencia a la humanidad explica su apertura y tolerancia hacia la diversidad de valores en el espacio público. Este nuevo paradigma promueve la acogida de todos los inmigrantes.
Este proceso de humanización, exige:
- El compromiso de los líderes para construir su Constitución basada sobre los valores humanos y mantener abierta la noción de su ciudadanía.
- Construir la Humanidad pide flexibilidad en la gestión de fronteras para permitir que la humanidad viva de forma solidaria, transcendiendo fronteras.
- Promover un plan educativo de valores éticos, para que, junto con la ciencia, se promueva un desarrollo sostenible.
- La participación social es fundamental para garantizar una gobernanza profesional y responsable en la gestión de recursos y servicios.
- Construir una identidad transnacional como medio para resolver la crisis de identidad nacionalista y de integración regional y continental.
- Reforzar el comercio y la corporación transnacional como medio de pacificación interestatal, comenzando con los países vecinos.