Ganar la batalla del desarrollo en Senegal.

15/01/2014 | Crónicas y reportajes

Recientemente, leía un artículo de la revista Foreign Policy que aludía al actual boom económico de África. Tras acabar de leerlo, hojeaba los comentarios cuando reparé en uno, muy perspicaz, que decía, en esencia: “África no es un único país, sino un conjunto de países como se deduce del contenido del artículo. Algunos despegan, otros se estancan”. Senegal no figura en la lista – Tanzania, Etiopía, Ghana – de los países africanos que prosperan.
Desde su independencia, Senegal ha vivido estable, en términos globales. Siendo la estabilidad, una condición necesaria del desarrollo económico, ¿cómo se explica que Senegal haya retrocedido desde 1960 (año de su independencia)?

Para explicar el estancamiento de Senegal –mientras otros avanzan- lo comparamos con Costa de Marfil, en los últimos tiempos, y con Asia en una etapa más lejana.

Entre el golpe de Estado de Robert Guei en 1999 y la elección de Alassane Ouattara en 2010, Costa de Marfil vivió una época de gran inestabilidad, mientras que Senegal reforzaba su estabilidad y consolidaba su democracia. A pesar de ello, Costa de Marfil continuó siendo la primera economía de la UEMOA*. Hoy, con su vuelta a la estabilidad, aumenta la diferencia con Senegal, con una tasa de crecimiento del 9.8% en 2012, por un 3.4% de Senegal.

En 1960, durante su independencia, Senegal, siempre empobrecido, se encontraba casi en la misma situación que el Sudeste asiático, hoy desarrollado. Asia preocupaba más que África, por su superpoblación y la desnutrición de sus habitantes: así lo puso de manifiesto, el que fuera premio Nobel de Economía en 1974, Gunnar Myrdal, en su libro titulado “El drama asiático. Investigación sobre la pobreza de las naciones”, publicado en 1968. En 2013, esta época parece lejana. Asia habiendo desbaratado aquellos pronósticos con las ayudas al desarrollo que varios de sus estados ofrecen a sus homólogos africanos. Hace unos días, caminaba por las calles de Dakar cuando vi una ambulancia donada a Senegal por la cooperación tailandesa. Soñaba entonces con el día en que Senegal ceda ambulancias a otros países en vez de recibirlas.

Esto llegará cuando Senegal cambie algunos políticos que perjudicaron al país desde las independencias y cuando la población cambie el paradigma y adopte otro más propicio para su desarrollo. Yo identifiqué tres:

– En primer lugar, la responsabilidad personal y el compromiso con su propio destino. Es frecuente en las casas senegalesas, acusar al Estado de ser el responsable de su propia situación. El Estado senegalés no es rico; con un presupuesto de 2400 millones, debe pagar a sus funcionarios, hacer frente a la deuda pública, realizar inversiones, lo cual le deja poco margen. Pero puede, como escribe Guy Sorman en su libro “La felicidad francesa”: promover un ambiente, unas circunstancias, unas instituciones favorables que impulsen a los potenciales empresarios” (página 78). Y es en esta tarea, en la que deben concentrarse.

– En segundo lugar, designar a “la persona conveniente para el puesto adecuado”. Senegal conoce a menudo reajustes ministeriales. En el sistema japonés, el ministro puede ser político o no, pero para asegurar la continuidad del estado, los tecnócratas apolíticos son los que verdaderamente detentan el poder ministerial. Esto, a fin de evitar al Estado japonés disfunciones tras las reorganizaciones o sucesiones ministeriales. ¿Acaso no beneficiaría a Senegal la adopción de este modelo, a la luz de su inestabilidad gubernamental y en previsión de los cambios lógicos que acontecen en una democracia? Más allá de los ministerios, la competencia debe primar siempre sobre el nepotismo; una persona que no merece el puesto que ocupa en un organismo, dificulta su funcionamiento. Cuando es una situación generalizada como ocurre en Senegal, se obstaculiza la marcha de todo el país.

– Por último, y más importante, el convencimiento por parte de los políticos y la población senegalesa, de que nuestro país puede y debe alcanzar el nivel de los Estados en mejor situación. 79 dólares por habitante y año es la irrisoria suma que recibe Senegal en concepto de ayuda al desarrollo. Con esta cantidad no podemos salir adelante. Sólo con nuestro trabajo, la confianza en nuestras aptitudes podremos hacerlo. Y eso, lo debemos comprender desde ahora.

Hoy, proliferan nuevos centros comerciales en Dakar, de la mano de grandes marcas que una clase media en expansión puede permitirse. Este desarrollo del consumo estimularía la economía senegalesa si fuera captado por las compañías nacionales. Desgraciadamente, aquél sólo es aprovechado por las empresas extranjeras que retornan a sus fronteras los beneficios acumulados en Senegal. Los japoneses compran más productos japoneses – Toyota, Sony… -, igual que los surcoreanos – Kia, Samsung… Ningún país puede producir todo aquello que necesita, pero los estados con perspicacia y perspectiva piensan en sustituir sus importaciones por productos locales. Senegal no lo hace, por lo tanto el déficit de su balanza comercial aumenta.

Durante la época de la descolonización, los países asiáticos, hoy desarrollados, compartían, en general, nuestras mismas realidades –economías agrícolas y mineras, recién salidas de una dominación colonial. Se han desarrollado al favorecer los bienes de equipo en detrimento de los bienes de consumo, al fomentar las inversiones productivas por la disminución de su fiscalidad, al ahorrar mucho y exportar en abundancia. Senegal no sigue esta senda. Gasta mucho en bienes de consumo, ahorra poco, lo poco que guarda es para atraer al sector inmobiliario, e importa mucho.

Es a causa de todo esto, que se aleja del desarrollo. El despegue económico está llamando a nuestra puerta, pero exige sacrificio. Botsuana salió de la lista de los países menos avanzados –PMA- en 1994, Cabo Verde en 2007, mientras que Senegal entró en ella en 2001. Se puede argumentar que Botsuana dispone de recursos naturales, diamantes, como nosotros, pero no así Cabo Verde.

El ejemplo de Cabo Verde demuestra que la ausencia de materias primas no representa un impedimento para el despegue económico. Por el contrario, sí lo son los comportamientos ominosos, los “escándalos geológicos” son una muestra de ello. Para desarrollarse es necesario hacer hoy sacrificios a fin de conseguir una gran prosperidad mañana: ¿No vale la pena hacer estos sacrificios por un Senegal que se presente al mundo con una economía pujante, un nivel tecnológico suficiente y una población instruida?

Moussa SYLLA

Le Quotidien (Senegal)

* Unión Económica y Monetaria del África Occidental.

(Traducción Antonio Vázquez)

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