Desconozco si Eduardo Galeano pisó algún país africano. Aun cuando no fuera el caso, no le hizo falta. Él destripaba la realidad. Hacía de la lengua bisturí, lúcido y afilado, para sacarle las entrañas a lo que acontecía y mostrar que no hace falta vivir una situación en carne propia para conectar con lo que todos llevamos dentro, para conectar con el lado humano. Su empeño por reanimar la humanidad pasó también por hablar de las realidades africanas. Normal, para Galeano “en África empezó el viaje humano en el mundo”.
Como si con las palabras abriera en canal la actualidad, Eduardo Galeano profundizaba en la historia hasta dar con el órgano a diseccionar, desechando el pensamiento tóxico y rescatando las contra-historias para tocarnos la fibra. Así, nos ofrecía ‘Puntos de vista’:
Desde el punto de vista del Oriente del mundo, el día del Occidente es noche. En la India, quienes llevan luto visten de blanco. En la Europa antigua, el negro, color de la tierra fecunda, era el color de la vida; y el blanco, color de los huesos, era el color de la muerte.
Según los viejos sabios de la región colombiana del Choco, Adán y Eva eran negros y negros eran sus hijos Caín y Abel. Cuando Caín mató a su hermano de un garrotazo, tronaron las iras de Dios. Ante las furias del señor, el asesino palideció de culpa y miedo, y tanto palideció que blanco quedó hasta el fin de sus días. Los blancos somos, todos, hijos de Caín.
El uruguayo se lee como se oye, pausadamente, catando las palabras. Su pluma y su voz son serenas, como si masticara la palabra para digerir una reflexión que plasma contundente. A menudo decía que somos arcoíris terrenal porque la humanidad tiene “más colores que el arcoíris del cielo”. Una paleta que Galeano sitúa en el continente africano: Desde allí emprendieron nuestros abuelos la conquista del planeta. Los diversos caminos fundaron los diversos destinos, y el sol se ocupó del reparto de colores. Por eso, explica, “somos todos africanos emigrados”.
Partiendo de este origen de la humanidad, muchas de sus letras evocan a África para rescatar una identidad diezmada en su propia tierra de origen, América del Sur, la niña de sus ojos; a la que mira de frente para invocar justicia social e igualdad de oportunidades sirviéndose, a su vez, del continente olvidado:
Los esclavos negros trajeron a América sus dioses alegres, peleones; y su certeza de que cada persona tiene dos cabezas y dos memorias. Una cabeza de barro, que será polvo; y otra cabeza por siempre invulnerable a los mordiscos del tiempo y de la pasión, que es la cabeza que te espera en el espacio sagrado, más allá de la muerte. Y también dos memorias: Una memoria que la muerte mata, brújula que acaba con el viaje; y otra memoria, la memoria colectiva que vivirá mientras viva la aventura humana en el mundo.
Eduardo Galeano murló el 13 de abril de 2015, pero sólo en parte. Quedan sus escritos y queda su voz, que es su otra cabeza y su otra memoria, la que no acaba con el viaje.
Hijos de África Eduardo Galeano
Original en : Ruthaciaáfrica