Fotografía, música y cambio social

25/04/2019 | Opinión

No conozco personalmente a Marta Moreiras, y hasta hace unos días ni siquiera sabía que existiera. Me la “encontré” en la página web de la BBC en la que el pasado 16 de abril leí un artículo sobre uno de sus últimos trabajos, “How I made fathers in Senegal carry babies on their backs” (“Como conseguí que algunos padres llevaran a sus hijos sobre su espalda”). Buena conocedora de algunos países africanos, especialmente de África Occidental, Marta Moreiras, gallega y fotógrafa, comenzó a interesarse por Senegal ya en 2008. Ella cuenta cómo su reciente trabajo nació repasando las numerosas fotografías de madres senegalesas con sus niños a la espalda. No tenía ni una sola en la que fuese el padre quien acarreara al niño. Así nació su proyecto, fotografías de padres con el niño a la espalda, que fue preseleccionado para el “Sony World Photography Awards” de este año en la categoría de retratos.

En una entrevista, aparecida hace dos años en El Correo Gallego, Moreiras explicaba cómo la fotografía, por su capacidad para transmitir emociones, ayuda a conectar con la vida, con las personas y a comunicar historias que parecen importantes: “Es una herramienta que uso para explorar el mundo. Me ayuda a entenderlo y asimilarlo”. Y también a intentar mejorarlo. De ahí que trabaje “con distintos colectivos para, a través de la fotografía, formarlos y empoderarlos en su propio entorno social: mujeres de pescadores en pueblos costeros de Senegal, adolescentes en riesgo de exclusión en Londres, jóvenes en pueblos del interior de Galicia”.

Para su trabajo, Marta contactó con sus numerosos amigos senegaleses. Algunos prefirieron no ser fotografiados. Hacerlo en casa, sí. Pero acarrear al niño en la calle, como si fuera una mujer, pensaban que estaría mal visto. En realidad las sesiones se hicieron con la mayor naturalidad. Eso sí, alguna señora pidió a Marta copias de sus fotos para mostrarlas a sus maridos.

He observado a los hombres fotografiados que aparecen en la reseña de la BBC. Son personas con un buen nivel de educación y un cierto status social. Como si el cambio de mentalidades que auguran las fotografías de Marta necesitara del ejemplo de los de “arriba”. Ahí están Biramqa, ingeniero civil, jefe de equipo en la importante Général d’Entreprise de Dakar, con su niña Ndeye; Demba, consultor financiero, formado en Canadá y jefe de Proyectos en Investpreneur, y su pequeño Ely; Cheich, camarógrafo, y su hija Zoe; Jules, especialista en computadoras, llevando a la espalda a su hija Jade; Mouhammed, fotógrafo, con su hijo Zakaria; Badou Mbodji, conocido rapero, con su Mouhammed; y el rapero, cantautor y productor Moulaye Wam, con sus hijos Hassan y Malick, uno a la espalda, el otro en brazos.

moulaye_wam.jpgMe han llamado especialmente la atención los dos últimos, Badou y Moulaye, el rapero y el productor. En África siempre la canción ha sido vehículo tanto de las tradiciones como del cambio social. Para que éste arraigue en las masas y las motive, la música y el canto siguen siendo absolutamente necesarios. Cuando se escriba la historia política y cultural de África, un lugar importante lo ocuparán sus “cuatro grandes”, comenzando por Zenzile Miriam Makeba, “Mamá África”, la gran cantante sudafricana y activista por los derechos humanos y contra el apartheid. Luego, en segundo lugar, Fela Anikulapo Kuti (1938-1997). Hijo de un pastor protestante y con una madre anticolonialista y feminista, uno de los músicos más importantes del continente africano (su canción «Zombie» figuró en la lista de las 100 mejores canciones de la revista Time), Fela fue acérrimo defensor de los derechos humanos frente a la deriva de los dirigentes de su país. África Central ha sido marcada por el tercero de los grandes, Jules Shungu Wembadio Pene Kikumba (1949-2016), conocido como Papa Wemba. Además de promotor de la rumba africana, el soukous, se convirtió en el icono de la moda, al popularizar el “Sape” (Société des Ambianceurs et des Personnes d’Élégance), “sapeur” siendo aquel que, aun pobre de recursos, consigue vestirse a la última moda. Está todavía activo el que considero como el cuarto de los grandes, el senegalés Youssou N’Dour (n. Dakar 1959). Icono popular por su compromiso en asuntos sociales y culturales, N’Dour ha hecho famosa la música de su país, combinándola con las tradiciones narrativas de los griots, los ritmos afrocaribeños, y los cantos religiosos de los sufíes.

Y, volviendo a las fotografías de Marta Moreiras, es significativo el hayan incluido a Badou Mbodji y a Moulaye Wam. Badou Mbodji, conocido como Nigger Jah, jugador de baloncesto durante trece años, terminó siendo rapero y animador de radio. “Soy el negro que representa a los negros de manera positiva », explica. “Cuando se trata de lanzar mensajes contra la no violencia, mi referente ha sido siempre Martin Luther King. Rap es un acrónimo de ‘Reorganise Action Peace’, ‘Reorganizar por medio de la acción y de la paz”’. Y como buena acción he escogido el rap y su música”. Moulaye Wam, tras completar sus estudios en Lille y Paris, volvió con 22 años a su país natal. Allí encontró a Ken Aicha Sy, que en 2011 había creado Wakh’Art para promover a los artistas senegaleses y despertar en la conciencia popular el amor a su propia cultura. Juntos iniciaron en 2012 Wakh’Art Music para ayudar a la naciente industria senegalesa de la música. Los trabajos de Moulaye Wam, incluido “Epik”, el más reciente, con un lenguaje casi intraducible en el que se mezclan y distorsionan el wolof, el francés y también a veces el inglés se pueden visionar en YouTube. Se trata de música, palabras y fotografías al servicio de la concientización y el desarrollo.

Los retratos de Marta Moreiras fueron expuestos en mayo y junio del año pasado en “Dak’Art”, la bienal del arte africano contemporáneo durante la cual Dakar se convierte en una galería de arte. Badou Mbodji y Moulaye Wam con sus niños a la espalda eran más que arte contemporáneo, y más que una provocación. Eran la contribución al desarrollo social en ciernes en África Occidental.

Ramón Echeverría

[Fundación Sur]


Artículos relacionados:

El museo de fotografía de Saint-Louis

Los creativos más impactantes de África del Sur

Los creativos visuales más impactantes de África del Norte

Los creativos visuales más impactantes de África del Este

La perspectiva de una artista sobre África en la expo Armory: Una entrevista con Ato Malinda (parte I)

La perspectiva de una artista sobre África en la expo Armory: Una entrevista con Ato Malinda (parte II)

Hacia una cultura popular, arte y resistencia bajo el apartheid :Arte en estado de sitio

Así es como el afropunk se convirtió en un gran movimiento

Autor

  • Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

Más artículos de Echeverría Mancho, José Ramón