‘Fideri’ Castro, liberación y un viejo asunto: cómo incluso los anticomunistas africanos llegaron a respetar al líder cubano (Parte II)

16/12/2016 | Crónicas y reportajes

La primera parte de esta serie sobre el ex líder revolucionario cubano Fidel Castro, que murió el pasado 25 de noviembre, y su relación con África, nos informaba de que en los primeros años fue considerado un peligroso comunista por muchos en el continente.

Sin embargo, todo comenzó a cambiar con la independencia de Zimbabue en 1980 y las aportaciones de superestrellas mundiales de la música como Bob Marley y Stevie Wonder. Éstos se unieron al diálogo de liberación con sus canciones y abrieron nuevos caminos para en la lucha por la libertad, de forma que abarcaron a un amplio grupo de africanos con distintas convicciones ideológicas.

Fue también un tiempo en que la Unión Soviética, la potencia del Este, comenzaba a tambalearse tras su desastrosa invasión de Afganistán. Especialmente en el momento en que llegaba al poder un grupo de líderes inspirados, como Ronald Reagan en los Estados Unidos y Margaret Thatcher en el Reino Unido.

Se expandió un sentimiento de aislamiento y humillación en África, y Cuba fue el único país dispuesto a pagar el precio necesario para mantenerse al lado de ciertos grupos progresistas y los gobiernos:

Tras la celebración que desató la música por la independencia de Zimbabue, surgió una necesidad entre los africanos de sentirse bien después de 10 años en los que hubo poco que celebrar. Sin embargo, fue difícil conseguir buenas noticias, ya que a comienzos de la década de los 80 la horrible hambruna etíope sacudió el panorama internacional. Se estima que murieron entre 400.000 y un millón de personas. La desafortunada actuación frente a la hambruna por parte de la junta militar de Mengistu Haile Marian en Etiopía, un régimen marxista de línea dura, aceleró su caída en 1991 frente a los rebeldes, liderados por Meles Zenawi. La hambruna, sin embargo, dio a luz al denostado programa «Ayuda en vivo”, una serie de conciertos, que se llevaron a cabo el 13 de julio de 1985 en Londres y Filadelfia con el objetivo de recaudar fondos para Etiopía y Somalia. Hace 31 años, este cinismo habría parecido una locura.

BOB GELDOF Y PAUL SIMON

En julio de 1985, Bob Geldof y Midge Ure organizaron conciertos simultáneos de «ayuda en vivo» para recaudar fondos para los hambrientos en África, en particular Etiopía. Se superó con creces el objetivo de 10 millones de libras.

Los tiempos y las sensibilidades cambian, pero en ese momento los conciertos de «ayuda en vivo», y músicos como Bob Marley, abrieron espacios que permitieron a un grupo más diverso de africanos involucrarse con los problemas en el continente y ver cosas como el apartheid como un problema «humanista» o «ubuntu», no contemplado con una ya desfasada rigidez ideológica. La “ayuda en vivo” fue importante para que estos países ganaran apoyo.

Otra fase de este cambio político, dirigido por la música, llegó en 1987 con la controvertida gira de Paul Simon «Graceland» de Sudáfrica.

Simon viajó a Sudáfrica para grabar el álbum con músicos locales, ignorando un boicot internacional establecido por el Comité Anti-Apartheid de las Naciones Unidas.

Sin embargo, un concierto en frontera, en Zimbabue, con músicos como Miriam Makeba y Hugh Masakela, tuvo un efecto inesperado. Presentó a África y al mundo al grupo coral sudafricano Ladysmith Black Mambazo. Pero también lanzó la idea de la cooperación multirracial, de las sociedades multirraciales en los países liberados del sur de África, y diferentes ideas sobre cómo elaborar coaliciones pro-democracia. (Simon fue uno de los primeros artistas internacionales en actuar en Sudáfrica después del final del apartheid, invitado por Nelson Mandela). fidel_2.jpg

Mientras que el arte y las nuevas formas de exigir o discutir la liberación habían traído consigo un gran rango de ideas sobre el apartheid, políticamente hablando, la batalla parecía inútil.

Con una clara ventaja tecnológica y sus rivales en el continente debilitados por brutales e ineptas dictaduras, Sudáfrica atacó a objetivos en Zambia, Mozambique, Angola, Zimbabue y, ocasionalmente, Botsuana, con total impunidad.

Fue en 1985 cuando, quizás la mayor fuerza moral política en África en ese momento, el presidente de Tanzania, Julius Nyerere, se retiró. El Comité de Liberación de la Organización de la Unidad Africana (OUA, por sus siglas en inglés) tenía su sede en Tanzania. Nyerere fue también el líder de los Estados de primera línea en la lucha para la liberación de África meridional, gobernada por los blancos.

Había inquietud por saber quién ocuparía su puesto.

Para más inri, en octubre de 1986 murió el líder mozambiqueño, Samora Machel, cuando su avión presidencial cayó cerca de la frontera entre Mozambique y Sudáfrica en lo que, según se creyó, fue un sabotaje del apartheid sudafricano.

La sensación de impotencia y humillación podía palparse.

Incluso los anticomunistas, que no simpatizaban con los regímenes de izquierda del sur de África, sintieron herido su orgullo como africanos por la impunidad sudafricana.

A estas alturas ya era evidente que la Unión Soviética se estaba desangrando y no apoyaría a sus aliados en África como solía hacer en el pasado.

Y fue entonces cuando sucedió.

Después de que Angola y Mozambique se independizaran de Portugal en 1975, y Zimbabue acabara con la supremacía blanca en 1980, se permitió a los grupos sudafricanos de lucha contra el apartheid establecer bases políticas y militares en sus territorios.

Por lo tanto, mientras anteriormente sólo Tanzania y Zambia ofrecían terreno a los movimientos de liberación de Sudáfrica, ahora los estados de primera línea se pudieron expandir considerablemente.

Con su apoyo a Renamo y Unita, y llevando a cabo ataques regulares, Sudáfrica, con un poder militar superior, hizo que Mozambique y Angola pagaran un alto precio.

Las fuerzas del apartheid causaron tantos estragos en Mozambique que, en 1984, Maputo firmó los Acuerdos de Nkomati con Pretoria, bajo los cuales cada país ya no apoyaría a los movimientos de oposición de ningún otro país.

Fue entonces cuando Sudáfrica dirigió toda su atención a Angola y la invadió. Angola pidió ayuda a Cuba y Fidel Castro respondió, enviando miles de tropas y armas pesadas. Después de casi cuatro años de guerra, el Waterloo del apartheid sudafricano llegó en 1988, en la pequeña ciudad de Cuito Canavale, al sureste de Angola.

LA BATALLA DE CUITO CUANAVALE

La batalla de Cuito Cuanavale se puede considerar fácilmente el mayor enfrentamiento militar en la África moderna desde la Segunda Guerra Mundial.

Los sudafricanos presentaron el resultado como una victoria total, y Cuba y Angola también reclamaron la aniquilación de las fuerzas del apartheid.

Finalmente, el poderoso ejército sudafricano obtuvo por primera vez, un empate en batalla. Humillado, el régimen del apartheid se vio obligado a entablar conversaciones de paz con Angola y, posteriormente, hacia una transición democrática en su país. Sudáfrica se retiró de Angola y poco después de Namibia, que obtuvo su independencia en 1990.

Sin Cuito, tal vez la democracia no habría llegado a Sudáfrica en 1994 y la mayoría de estos avances habrían tardado años en llegar.

Fue una época en que los vídeos virales aún no existían en Internet. Porque no había Internet. Sin embargo, a finales de los ochenta y principios de los noventa, existían en África dos videos «virales» en VHS que casi todos los pan-africanos, progresistas, izquierdistas o simplemente «africanos orgullosos » que se tomaban en serio habían visto.

Uno de ellos contenía a Castro describiendo la Batalla de Cuito Cuanavale, de manera bastante efusiva. En un momento dado, él gesticulaba para mostrar cómo el poder de fuego cubano había «sacudido el suelo como un terremoto». Se pueden ver fragmentos del vídeo en YouTube, si buscamos sobre la dinámica política que se inició en la Batalla de Cuito Cuanavale.

El otro, era el concierto de Paul Simon de 1987 en Harare, acompañado por la verdadera fascinación que producía el coro Ladysmith Black Mambazo.

En un momento en que la Unión Soviética estaba más débil que nunca, cuando África se había arrodillado tras una terrible década, y todo lo que había en las pantallas de todo el mundo era niños hambrientos, en un momento en que África necesitaba algo de lo que sentirse orgullosa, llegó Cuito Cuanavale. «Fideri», como muchos en el continente lo llamaron entonces, había traído lo que necesitaban.

Unos 4.300 cubanos murieron en conflictos africanos, la mitad de ellos en Angola. El sacrificio no pasó desapercibido.

Muchos, que nunca se habían preocupado, o no se interesaban por todas las hazañas revolucionarias asociadas a Castro en el continente, lo amaban, aunque de mala gana, por ello.

Nota del autor: la mayor parte de esta historia tiene su origen en apuntes que el autor tomó en su época de estudiante y, más tarde, joven periodista sobre el África que él atestiguó durante 15 años.

[Artículo de Charles Onyango-Obbo para Rogue Chiefsr]

[Traducción de Clara Esteban García]

[Fundación Sur]

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