El escritor, autor teatral y activista cultural deja tras de sí una obra rotunda siempre con África en la mirada
Antonio Lozano, escritor, autor teatral y amante infinito de África, falleció este domingo (10 de febrero) en Las Palmas de Gran Canaria tras una larguísima batalla contra el cáncer. Su obra, extensa e intensa, es el mejor reflejo del espíritu abierto de alguien a caballo entre dos mundos, Europa y África, que dedicó su vida al conocimiento del otro, a la superación de las barreras y al encuentro cultural.
Nacido en Tánger en 1956, se licenció en Magisterio en la ciudad de Granada para luego trasladarse a Ouxda y Nador, en Marruecos, donde dio sus primeros pasos como profesor. En 1984 se instala en Agüimes (Gran Canaria) y obtiene también la licenciatura de Traducción e Intérprete. Su carácter inquieto le lleva a aceptar la oferta del alcalde Antonio Morales de sumarse al equipo municipal de gobierno como concejal de Cultura. Y es aquí donde pone en marcha uno de sus grandes hitos, el Festival del Sur-Encuentro Teatral Tres Continentes, del que fue su director durante 22 ediciones.
Gracias a él, el público grancanario pudo disfrutar de grupos de teatro de Guinea Ecuatorial, griots de Burkina Faso o bailarines senegaleses, convirtiendo a este encuentro en un espacio inédito de intercambio entre muchas orillas. No contento con esto puso en marcha también en Agüimes el Festival Internacional de Narración Oral, abriendo así la puerta a cuentacuentos de todos los rincones del mundo, por supuesto de África y Latinoamérica. En 2003 dejó la Concejalía y se incorporó al Instituto Joaquín Artiles de esta localidad como profesor de Francés.
Además de traducir al español a autores como Amadou Hampaté Bâ, Moussa Konaté o Ken Bugul, Antonio Lozano era, ante todo, un magnífico escritor. Su obra literaria se abrió con Harraga y Donde mueren los ríos, en los que aborda el complejo fenómeno de las migraciones. Luego vinieron Preludio para una muerte, El caso Sankara (premio internacional novela negra Ciudad de Carmona), Las cenizas de Bagdad (premio novela Benito Pérez Armas), La sombra del Minotauro, Me llamo Suleimán, también sobre un joven maliense que viaja hacia España, Un largo sueño en Tánger y, por último, Nelson Mandela. El camino a la libertad, un encargo de la editorial Anaya publicado el año pasado y escrito ya cuando la enfermedad enseñaba sus fauces.
Sus últimos años fueron especialmente prolíficos y fue en ellos cuando dio el salto a la autoría teatral con piezas como El crimen de la perra Chona, escrita a cuatro manos con Alexis Ravelo, la adaptación teatral de su novela Me llamo Suleimán y Los malditos, estos dos proyectos llevados a los escenarios con la dirección de Mario Vega. Compaginaba su indestructible creatividad con el activismo, siempre con África en la mirada, ya fuera proponiendo a Boubacar Boris Diop al Premio Príncipe de Asturias o apoyando que se investigara hasta el final la muerte de Thomas Sankara, un personaje que le fascinó siempre.
En un mundo de ombligos, Antonio Lozano apostó por los ojos, los oídos y la boca que sirven para mirar, escuchar y contar. Se entregó, apasionado siempre, al reto de leer y de escribir, de dejarse llevar hacia historias de otros y de traernos las suyas. Con pertinaz empeño, sin hacer mucho ruido, como una hormiguita, fue tejiendo una red de palabras y encantamientos en la que fuimos cayendo uno detrás de otro, encandilados por su fuerza serena y su herramienta más maravillosa, la curiosidad. La mejor noticia es que tras de sí queda un furgón lleno de cuentos a los que acudir una y otra vez cuando su voz se eche de menos. Y pasará, vaya que si pasará.
Original en : Blogs de El País -África no es un país