Fabricamos “ídolos” que podamos celebrar y controlar

27/07/2020 | Editorial

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Los humanos tendemos a controlar nuestra propia vida y la vida de los demás. Para ello, llegamos a emplear diferentes formas y métodos de manipulación, distorsión y engaño para ganar la probación y apoyo de los demás.

Antropólogos, como John O^Donohue y Alward Shorter, afirman que a los humanos nos cuesta conocer y aceptar la realidad de la vida y de los hechos, y que fácilmente nos refugiamos en ideologías, fantasías e ilusiones, donde nos sentimos más cómodos y que podemos componer y deshacer a nuestro antojo.

Místicos, como Juan de la Cruz y Teresa de Ávila, también nos advierten que para llegar a la cima de la montaña y de la plenitud de la vida y de la libertad, en la Comunión, lo más difícil y exigente es despojarnos de todas las ataduras y esclavitudes, fabricadas por nosotros mismos.

Biblistas, como Pikaza, Fray Marcos o Pagola nos avisan del peligro de formar nuestros “ídolos” o “becerros de oro”, olvidando la maravillosa realidad de un Dios que se manifiesta y comunica en Jesús, como Amor y Nueva Humanidad.

Muchas manifestaciones populares, como: procesiones, romerías, celebraciones, pueden ayudar y animar a muchas personas que necesitan ese calor emocional, humano y popular. Si ese calor devocional nos lleva al mismo tiempo, a cuidarnos de los demás, bienvenido sea. Pero si solo se queda en una manifestación emocional, se marchitará como las flores que ponemos a los pies de las imágenes.

Esta tendencia humana a fabricar nuestros ídolos es tan antigua como la misma humanidad, y la encontramos por todos los continentes y culturas, tanto en Europa como en África.

Si analizamos esta tendencia humana universal, descubrimos algunas de las causas más profundas, como: nuestro deseo de independencia, nuestra necesidad de controlar nuestra vida y de imponernos sobre los demás, y nuestra ambición de poder, de placer y de gloria.

Al mismo tiempo descubrimos numerosísimos ejemplos de mujeres y hombres, que, a lo largo de la historia humana, han sabido integrar esa tendencia natural al poder, placer y control de Dios y de los demás, con una capacidad de acogida y de cuidado de los demás, y con una vivencia extraordinaria de los valores humanos, auténticos y universales, que han enriquecido nuestra vida y convivencia, a través de los siglos y fronteras.

Millones de hombres y mujeres han vivido y entregado su vida para apoyar a los demás y por ser fieles a su propia fe. Esto lo hemos experimentado en medio de los mayores sufrimientos y tragedias como los genocidios recientes de Ruanda, la RDC y Libia, y todos los que han tenido lugar durante la historia de la humanidad.

Existe en toda sociedad humana, el mal que nos causamos unos a otros, pero abunda mucho más todavía el bien que compartimos unos con otros. Para los que creemos en el futuro de la Humanidad, nuestra esperanza sigue firme.

Como existe la tendencia humana a controlar el poder y acumular riquezas, abunda más todavía la capacidad humana de entregarse y compartir con los demás todo lo que somos y hemos recibido.

Como decía Mandela: “No hemos nacido sabiendo odiar. Lo aprendemos. Pues más fácilmente podemos amar, porque nuestro corazón está creado para amar”.

AFS os desea un buen descanso en agosto. Reconectamos de nuevo, el 1 de septiembre.

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