En tan sólo treinta años, el número de habitantes se ha triplicado en Níger, un país muy poco desarrollado pero número uno en natalidad, un verdadero dolor de cabeza para sus líderes.
En una pequeña oficina que sirve de consulta, Hadiza retuerce los dedos encima de la mesa. Lleva un chador turquesa y su rostro se muestra preocupado. Tímidamente, cuenta que se trata del primer blanco que ha visto en 15 años. La última vez que vió uno era todavía una niña. El equipo de una ONG occidental ha ido a su pueblo natal cerca de Magaria, en el sur del país, en la frontera con Nigeria.
A lo largo de la conversación, se va relajando y cuenta la historia que la ha traído hasta aquí, el centro médico de Niamey.
Hadiza tiene 25 años. Se casó a los 12 y es madre de 8 niños. El hospital más cercano está situado a muchos kilómetros de su pueblo, por lo que siempre ha dado a luz en casa. Pero su último parto fue más difícil. Durante largas horas, la cabeza del bebé estuvo presionando fuertemente contra la pelvis. La interrupción prolongada del flujo sanguíneo la ha dejado una lesión en la vejiga y la vagina. El niño no sobrevivió y ella, Hadiza, sufre de incontinencia y se queja de fuertes dolores en las piernas. Por consejo de su hermano, se desplazó hasta la capital para visitar un centro especializado en fístulas.
Creado en 2004 por «Dimol», una ONG dedicada a la salud reproductiva, el centro de Niamey acoge una veintena de mujeres jóvenes como Hadiza con problemas de fístulas. «Antes, no había ninguna estructura específica para estas mujeres marginadas. No sólo las fístulas las hacen sufrir, sino que además, a menudo son abandonadas por sus familiares. Sus maridos las rechazan, sobre todo por el olor. Aquí, encuentran un lugar para ellas. Pueden curarse, hablar, aprender a contar, leer, escribir, y formarse para un empleo. Explica Salamatou Toure, fundador de Dimol.
En el centro se les practica la cirugía que repara las fístulas de forma gratuita. Las mujeres recorren, a veces, centenares de kilómetros para llegar hasta aquí. Este es el caso de Hadiza quien, con su lesión, ha llegado hasta el sur del país caminando cientos de kilómetros por el monte. «Cuando llegó aquí, llevaba un gran vendaje bajo su chador que se había vuelto negro manchado con tierra y sangre. Inmediatamente le dimos jabón para que se lavara y evitar la infección”. Hadiza lleva acogida en el centro dos semanas a la espera de poderse operar.
Desde la creación de este centro, 1.240 mujeres se han beneficiado de esta intervención quirúrgica gratuita.
Explosión demográfica
En Europa, las fístulas obstétricas casi han desaparecido gracias al uso generalizado de cesáreas. Por el contrario, son cada vez más comunes en África, en las zonas donde los servicios sanitarios son escasos o inexistentes. Las fístulas son especialmente comunes en los países en los que los embarazos son numerosos y prematuros.
Níger es un ejemplo de ello. Con 7,6 hijos por mujer, el país tiene una de las tasas de fecundidad más altas del mundo. En los últimos treinta años, el número de habitantes se ha triplicado pasando de 5 millones en 1977 a 17 millones en 2012. Hoy en día, el 66% de la población tiene menos de 25 años.
Un crecimiento de la población de vértigo. Escuelas, puestos de trabajo, la vivienda, el transporte, los centros sanitarios, la cobertura de la energía… La oferta de servicios está muy lejos de poder seguir el ritmo frenético de las necesidades de la población. Sobre esta cuestión, las conclusiones presentadas en el foro celebrado en Niamey a finales de marzo de 2014 sobre los temas de población y desarrollo en Níger son claras: «la situación demográfica actual, con una tasa de crecimiento del 3,9% anual, se traducirá, a todos los niveles, en problemas que afectarán gravemente el desarrollo económico y social del país durante los próximos años, si no se toman las medidas adecuadas ahora”.
Clasificado en el penúltimo lugar en el índice de desarrollo humano de la ONU, Níger acumula todas las frustraciones que afectan a una juventud numerosa y empobrecida. Según varias fuentes del Ministerio del Interior de Níger, la demografía constituye una bomba de relojería en este país ya muy debilitado de por si en la situación de seguridad. Los jóvenes sin empleo y sin recursos son caldo de cultivo para los grupos armados que circulan en las zonas desérticas del norte de Níger. En el sur, en la frontera con Nigeria, los jóvenes son los más susceptibles a influencias radicales difundidas por Boko Haram.
Estragos para la Salud
Por no hablar de las consecuencias dramáticas que tienen los nacimientos en cadena en la salud de las jóvenes madres y en los niños. Además de la explosión de patologías como las fístulas, la mortalidad infantil y maternal alcanza niveles récord. De cada 1.000 nacimientos, 51 niños mueren antes de un año y 127 antes de llegar a cinco. Por el lado de las madres, se registran 554 muertes de mujeres por cada 100. 000 nacimientos.
El embarazo precoz y el escaso espaciamiento entre los partos fomentan la desnutrición infantil que causa estragos en Níger. «A los catorce años, una chica no sabe cómo alimentar a su hijo», reconoce La Sra. Kiburente, especialista en nutrición de UNICEF. «En el caso de los embarazos poco espaciados, una niña tiende a preocuparse por el nuevo bebé y alimenta más o menos a los demás. La batalla contra la desnutrición infantil, sin reducir el embarazo en la adolescencia, es una batalla perdida».
Bebés en cadena
Níger bate todos los récords: el 59% de las jóvenes nigerianas están casadas antes de cumplir los 15 años y la mayoría dan a luz a su primer hijo antes de los 17 años. Este es el principal motor de esta natalidad frenética que frena el desarrollo del país. «Tan pronto como las chicas tienen su primer periodo, muchos padres las presionan a casarse por temor a un embarazo fuera del matrimonio. Desde el momento en que se casan, los embarazos se encadenan porque los medios anticonceptivos se ignoran y son muy poco comunes», explica Oumarou Salmey Bebert, responsable de protección de la infancia de Unicef. Además, una vez embarazadas las adolescentes deben abandonar los estudios.
Una situación, hoy en día, agravada por una tasa de desempleo alarmante y una entrada cada vez más tarde de Nigeria en el mercado laboral. «Hace cerca de diez años, se encontraba trabajo rápidamente. Hoy, para encontrar el mismo trabajo, se pueden tardar hasta diez años», añade Oumarou Salmey Bebert». Ahora los padres hacen un rápido cálculo coste-beneficio. Si tienen que elegir, mandan a sus hijos a la escuela en lugar de a sus hijas a las que casan lo antes posible».
Esto es lo que nos cuenta Sahada, de 27 años, ama de casa en Niamey. A los 13 años, su madre le dijo que debía viajar a Sokoto, en el extremo noroeste de Nigeria, para conocer a su futuro marido y casarse con él. «Nunca le había visto. Cuando me di cuenta de que tendría que dejar la escuela por un desconocido, llegar a un lugar igualmente desconocido, lloré durante toda la noche. «Entre los 14 y los 19 años, Sahada tuvo cinco hijos con su marido. Él tomó una segunda esposa y, finalmente, una tercera. Con humor, la joven Sahada nos cuenta: «mis desgracias se multiplicado a causa de ellas.» Las cosas están lejos de ser fáciles. Desde que se mudó a Niamey con su hijo menor, Sahada malvive con sus escasos ahorros. «Si hubiera continuado en la escuela ahora podría dedicarme a la agricultura».
Las niñas en la escuela barren
Los problemas económicos de los padres se suman a las profundas creencias y tradiciones que relegan a las mujeres al mundo del hogar. Las iniciativas para mantener a las niñas en las escuelas, provocan regularmente la ira de los imanes y asociaciones islámicas ampliamente representadas en la esfera política nigeriana.
Para colmo de horrores, las niñas son a veces violadas por sus maestros, lo que obliga a los padres a sacarlas de la escuela. En clase, muchas pasan la mayor parte de su tiempo barriendo el suelo en lugar de aprender a leer.
El resultado: actualmente en Níger, 4 de cada 10 niñas van a la escuela y más de 8 de cada 10 mujeres son analfabetas. La escuela sigue siendo la baza más poderosa en la lucha contra el embarazo entre las adolescentes. Según UNICEF, el riesgo de matrimonio antes de los 18 disminuye en un 40% entre las niñas que van a la escuela primaria y en un 120% entre las que llegan a la escuela secundaria.
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Fundación Sur