Europa y África: una relación penosa, Por José carlos Rodriguez Soto

29/05/2008 | Bitácora africana

Hoy traigo a colación dos temas, que aparentemente no tienen mucho que ver entre sí y que ocurren en dos lugares harto distintos y distantes en África. El primero es este: si van ustedes a la República del Níger (el país más pobre del mundo si no me equivoco) encontrarán abundantes cebollas de bastante buena calidad procedentes de Holanda en casi cualquier mercadillo o tienda del país, y a precio más barato que las cebollas que produce cualquier agricultor nigerino, que ya le debe costar sus buenos sudores con el secarral que es aquello. Imagínense ustedes las consecuencias para los productores locales que intentan vender sus hortalizas en el mercado local.

El segundo lo conozco algo mejor y me causa una gran pena. En Uganda muchas familias tienen que enfrentarse estos días a una difícil situación, la de decidir cuáles de sus hijos abandonarán sus estudios y se quedarán en casa, porque debido a la subida de los precios de los alimentos las escuelas han visto dispararse el coste de sus modestos menús escolares y no han tenido más remedio que subir el precio de las tasas escolares, que muchos padres ya no pueden pagar.

Se preguntarán ustedes, a lo mejor, qué tiene que ver la velocidad con el tocino. Pues mucho, porqué resulta que de ambos males, el de Níger y el de Uganda (y tantos otros sitios más de África) tienen mucha culpa algunas políticas nefastas que se deciden en la Unión Europea. En primer lugar, si en muchos lugares de África los productos importados están inundando ya los mercados locales, y a menudo a precios más baratos, con el consiguiente perjuicio para los productores locales, eso se debe a los acuerdos (más o menos impuestos) de libre comercio conocidos como EPAs (Economic Partnership Agreements) entre la Unión Europea y los países de ACP (Africa, Caribe y Pacífico).

Y en cuanto al tema de la subida de los precios de los alimentos, si siguen ustedes la actualidad en los medios de comunicación sabrán que una de las principales causas que explican la vertiginosa subida de alimentos en el mundo, y que está afectando sobre todo a los más pobres, es el desmedido uso de producción de cereales para biocombustibles. Pues bien, hoy acabo de enterarme de fuentes bien informadas que el 65% del maíz que se cultiva en los países de la Unión Europea no es para consumo como alimentos, sino para producir etanol. El maíz, por cierto, es el alimento básico en las escuelas de Uganda y de muchas otras partes de África.

Reflexionando sobre estos dos temas, me llama enormemente la atención la falta de reacción y de crítica que distintos grupos más o menos reivindicativos en Europa tienen ante temas como estos y otros parecidos. Podríamos hablar también de los intentos que durante estos últimos días está realizando la Unión Europea de endurecer los periodos de detención para los extranjeros en situación irregular, al mismo tiempo que favorecen la inmigración de personal extracomunitario profesionalmente cualificado, como médicos y enfermeras, robando a los países africanos de un personal sanitario muy necesario para atender a enormes masas de población con problemas serios de salud.

Lo que más me llama la atención del caso es que multitud de grupos y lobis en países europeos sí suelen ser muy sensibles ante ciertos temas percibidos como injusticias y abusos de derechos humanos cometidos por EEUU. Ahí sí que se organizan campañas, se grita, se sale a la calle y se aplaude a quien hace gala de su antiimperialismo ‘yankee’. ¿Es despiste o es oportunismo más o menos teñido de ideología? ¿Por qué no mostrar la misma sensibilidad y afán reivindicativo cuando las malas políticas y las injusticias sociales se plasman en legislaciones de la Unión Europea? ¿No será que en el fondo nos cuesta más criticar dentro de nuestra propia casa a unos gobernantes y parlamentarios que después de todo hemos elegido con nuestros votos?

Les invito a que saquen ustedes sus propias conclusiones. Yo, que durante 20 años me he encontrado a muchos campesinos africanos que vuelven del mercado sin dinero para comprar ni una pastilla de jabón y a muchos padres que no pueden pagar la escuela a sus hijos, hace tiempo que he sacado las mías.

Autor

  • Rodríguez Soto, José Carlos

    (Madrid, 1960). Ex-Sacerdote Misionero Comboniano. Es licenciado en Teología (Kampala, Uganda) y en Periodismo (Universidad Complutense).

    Ha trabajado en Uganda de 1984 a 1987 y desde 1991, todos estos 17 años, los ha pasado en Acholiland (norte de Uganda), siempre en tiempo de guerra. Ha participado activamente en conversaciones de mediación con las guerrillas del norte de Uganda y en comisiones de Justicia y Paz. Actualmente trabaja para caritas

    Entre sus cargos periodísticos columnista de la publicación semanal Ugandan Observer , director de la revista Leadership, trabajó en la ONGD Red Deporte y Cooperación

    Actualmente escribe en el blog "En clave de África" y trabaja para Nciones Unidas en la República Centroafricana

Más artículos de Rodríguez Soto, José Carlos