Ruth Finnegan FBA OBE (1933, Derry, Irlanda del Norte) se doctoró en Antropología en Oxford y luego trabajó en la Open University, donde es hoy profesora emérita. Entre sus publicaciones se encuentran Oral Literature in Africa (1970), Oral Poetry (1977), The Hidden Musicians: Music-Making in an English Town (1989), Why Do We Quote? The Culture and History of Quotation (2011), y Time for the World to Learn from Africa (2018). En esta entrevista, Ruth cuenta la historia de su relación con el continente africano y sus culturas, y analiza los puntos principales de su último libro sobre África; un libro que no fue pensado para la comunidad académica sino para todos los interesados en el continente africano, y sugiere dos palabras africanas, es decir dos conceptos, que nosotros en Occidente deberíamos aprender de África.
Sarali Gintsburg: Ruth, es usted una investigadora muy conocida en el mundo académico. Cualquiera que alguna vez haya tenido interés en las tradiciones orales africanas seguro que ha escuchado su nombre. ¿Cómo empezó su historia personal con África?
Ruth Finnegan: Buena pregunta. Supongo que en gran parte se remonta a mi infancia: me crié en el Ulster y luego, por varias razones, me enviaron a una escuela cuáquera en York, en Inglaterra, y luego a Oxford. Aquello significó involucrarme en una cultura que en algunos (no todos) aspectos me resultaba extraña, yo era una extraña. Aquel contexto hizo que me diera cuenta de que las voces y los modos de comunicación eran distintos y que podían verse como interesantes, no solo como algo natural. Un comienzo en la observación, supongo. Pero entonces, ¿por qué África? Me encantaba estudiar la Antigua Grecia y Roma, podría haber pasado toda mi vida estudiando la literatura griega antigua, especialmente Homero. Y en aquel momento podías conseguir becas para hacer trabajo de campo porque había un par de lugares que todavía eran colonias, así que eso me llevó a Sierra Leona. Y si seguimos, esto tal vez sea otra pregunta: desde que era una niña me ha interesado el folclore y el mito, Homero, los antiguos mitos celtas, sobre los que leí. Homero y los mitos celtas fueron mis primeras lecturas cuando aprendí a leer, por supuesto, en traducción. Yo estaba interesada en la literatura, no en la antropología funcional. Quería estudiar historias, mitos, cuando fui a estudiar a la gente de Limba, en el norte de Sierra Leona, en el campo de trabajo. Y luego lo que aprendí fue, como sigo diciendo, mi hipótesis, en el modelo clásico era que serían textos escritos; podrían dármelos oralmente, pero en realidad tenían que ser textos que se pudieran escribir, y haría un comentario, una traducción y notas, usando el modelo clásico. Si fuera en el siglo XIX, lo habría traducido al latín, pero, afortunadamente, no. Pero –cuando los conseguí, se los mostré a un amigo mío, eran increíblemente increíblemente conmovedoras, y ese amigo mío, un clasicista dijo: “¡Oh, qué cuentos de hadas tan bonitos y primitivos!”. Y yo no podía entender por qué para mí habían sido tan dramáticos, profundos, emotivos. Y luego me di cuenta, por supuesto, de que no todas las cosas estaban, faltaba no solo el drama, sino también la performance, y yo estaba allí, en el comienzo de los estudios de performance, y eso realmente, eso llevó el trabajo a mi vida.
Así que estaba llegando a comprender lo que había de real en estas historias -no su significado textual cognitivo, sino su existencia multimodal en la performance-, esto, para mí, en cierto modo, constituyó el inicio del trabajo de mi vida. Más importante aún fue que tenían valor por sí mismas. Como ha ocurrido con tantas otras historias, podrían haberse perdido para el resto del mundo. Por eso es maravilloso que, hace unos años, alguien se ofreciera a digitalizar estos relatos grabados hace mucho tiempo. Así, las voces de la gente de Limba contando sus historias pueden volver a escucharse en línea, un recurso que merece la pena conocer. Esto se ajusta al principio de un aprendizaje y un conocimiento compartido, que siempre me ha atraído, en lugar de restringirlo a algún grupo de élite que se precie. Por ello, me ha alegrado mucho pasar gran parte de mi carrera trabajando para la pionera Open University y haberme unido al movimiento de Open Access (OA), pero que en su día luchó contra el recelo de los interesados, liderado en Gran Bretaña por los valientes editores de libros abiertos.
SG: Dado que hoy el tema principal de nuestra conversación es África, me gustaría preguntarle por su último libro “Time for the World to Learn from Africa«. Estaba destinado al público en general o, como usted dice, a «personas sabias, pensantes y perspicaces» más que a investigadores. ¿Cuál fue su motivación?
RF: Uno de los puntos principales de mi libro, «Time for the world to learn from Africa«, pensado no para los académicos (¡aunque parece que también les gusta!) sino para cualquiera que quiera entender el mundo actual, así como para todos los integrantes del movimiento Black Lives Matter, es sacar a la luz la verdad de que hay mucho, aquí y ahora como en siglos pasados, que podemos aprender de África. Fíjense en que no digo sólo «sobre» sino «de»: si nosotros, el resto del mundo, somos capaces de convertirnos en aprendices aquí, ganaremos mucho. El propósito tácito pero fundamental de este libro es recordarnos nuestra humanidad y la importancia de seguir siendo humanos. «Es hora de aprender de África» consta de once capítulos. El primero, introductorio, está pensado para recordarnos la riqueza y diversidad de África, los diez capítulos siguientes ofrecen una visión de aspectos particulares de la cultura de África: la performance, el lenguaje y sus usos y asombrosas sutilezas, la poesía de alabanza, los tambores y el lenguaje de los tambores, la música, los nombres, los proverbios, las enseñanzas de los cuentos, las mujeres y su papel y, por último, los niños, sus juegos y lo que hacen y sufren. El libro también propone sugerencias para el debate -así que resulta útil en el aula-, junto con una lista de obras para una lectura adicional.
SG: Cuando leemos la prensa, las únicas noticias que nos llegan sobre África son la corrupción, la pobreza, la migración y la delincuencia. Esto puede hacer que algunos lectores se pregunten si se puede aprender algo. ¿Hay algo?
RF: Oh, sí. La música y la narración de historias, las bellas danzas y la dedicación religiosa -una característica de muchos individuos en África- y la resolución de conflictos y los manuscritos. Ah, y -más frívolo- hablar de pin-ups occidentales: ¡también hay mujeres increíblemente bellas en África!
SG: ¿Qué aprendió de sus experiencias africanas como investigadora y como persona?
RF: Una de las principales cosas que he aprendido de África, y no es que se pueda generalizar, es que siempre no se trata tanto del texto como de la performance. Me di cuenta de que era una visión muy occidental, o mejor dicho, elitista, que el lenguaje es el arte superior, el lenguaje en sentido estricto y no cognitivo. Si se examina el desarrollo, la evolución de la humanidad, se pasa de lo oral a lo escrito y luego a lo digital. Más aún, solo se convirtió en humano cuando habíamos alcanzado el lenguaje humano y este era la escritura. Siempre pensé eso sin darme cuenta de que lo pensaba, pero después de haber hecho mi trabajo de campo en África, y de haber trabajado allí durante varios años, pensé ¿por qué debemos pensar que el lenguaje es el arte superior? ¿Por qué no la danza, o el teatro, o los tambores? Todas esas cosas podrían ser igualmente buenas en diferentes culturas y ¿por qué deberíamos pensar que la racionalidad -que tendemos a identificar con el lenguaje- cogito ergo sum- es la nota alta típica del ser humano? ¿Por qué no la emoción – sentio ergo sum? Siento por lo tanto soy, siento que soy.
SG: En su libro menciona algo que parece bastante obvio para los africanistas y arabistas, pero que sigue siendo muy desconocido para el público en general y, sorprendentemente, incluso para los académicos de otros campos de investigación: me refiero al hecho de que África, además de ser el continente de las ricas tradiciones orales, de la danza y la música, es también el continente de las ricas tradiciones de alfabetización y escritura.
RF: Sí, totalmente de acuerdo. A mucha gente le sorprende esto. Olvidan el conocido caso de la lengua etíope para la tradición cristiana en hermosos manuscritos caligráficos durante muchos siglos, o las inscripciones en piedra (que también es escritura), que ahora se descubren cada vez más en el norte de África y el Sahara. En África se han inventado, y se siguen inventando, nuevas escrituras que se adaptan a las lenguas locales, aunque la mayoría de ellas no logran imponerse. Pero la gran proliferación de la escritura en el África subsahariana ha sido en escritura árabe, a veces en lengua árabe, a menudo textos transcritos de lenguas locales. No sé por qué se ignora tan a menudo, esta escritura es enorme. Supongo que puede deberse a que existe (todavía) la idea de que sólo la escritura romana es una escritura correcta.
Además, en toda África y, sobre todo, en África oriental y meridional, y en los grandes reinos de África occidental, el árabe era una lengua conocida y los gobernantes empleaban regularmente a escribas profesionales especializados en árabe que, como en la época romana, se encargaban de la comunicación escrita entre los reinos y demás (tenemos muy buenas pruebas de ello en Ghana, por ejemplo). Y, después, especialmente a partir del siglo XVIII, los misioneros llevaron la imprenta occidental, como hicieron en Sudamérica, de modo que millones de ejemplares de la Biblia se tradujeron a las lenguas locales, se imprimieron y circularon. Lo mismo ocurrió con los libros de himnos en las lenguas europeas y locales, y con el muy popular Pilgrims Progress, que circuló en grandes cantidades en casi todas las lenguas de África. Así que, de una forma u otra, la escritura se ha utilizado, y ha sido importante durante siglos, es más, podría decir milenios en África. Es cierto que la alfabetización fue algo minoritario durante muchas generaciones, pero en Europa ocurrió exactamente lo mismo.
SG: Ruth, es usted una experta mundialmente conocida en tradiciones orales en África, ¿podría compartir con nosotros una palabra o un término, y el concepto que hay detrás de todo esto, que haya aprendido de su trabajo de campo en África y que deberíamos incorporar a nuestras lenguas occidentales?
RF: Oh, tantas cosas, ¿por dónde empezar? Bueno, las historias y la música, por supuesto, ¡la categoría o las lenguas «de clase» en tantos lugares! Vamos más allá del relato general de la filosofía especial del mundo y las maravillosas formas en que tratan el verbo, que son aún más ingeniosas que los aspectos rusos pero, supongo, al final es un contexto más amplio, no sólo lingüístico, es algo que realmente me queda. Sólo me di cuenta de la importancia más general hace poco, cuando estaba hablando con alguien que enseña en el programa de paz del Magee University College, en mi Derry natal, es este recuerdo de mi trabajo de campo de 1961 en Sierra Leona. Había observado la asombrosa resolución de una disputa por parte de los ancianos reunidos en la veranda parcialmente cubierta y parcialmente abierta que rodea las chozas de barro circulares, con otras personas observando desde fuera. A la mujer que se consideraba perjudicada se le pidió que hablara sobre el tema, y a la otra que respondiera. Los ancianos, muy formales, pronunciaron largos discursos sobre la importancia de la armonía en la aldea y la ausencia de disputas. Luego, todavía muy solemnes, pidieron a las partes en conflicto que lo aceptaran formalmente. Si hay alguna duda, los ancianos siguen hablando hasta que ambas partes dicen de manera formal y ritual «acepto». Los ancianos concluyen declarando que una vez más haya paz y tranquilidad, o como ellos dicen, thebina lima, «corazones fríos».
Este mismo proceso se ha adoptado ampliamente en la Sierra Leona contemporánea, hogar reciente de horribles guerras civiles, con asesinatos gratuitos generalizados, explotación de niños como combatientes, mutilaciones y amputaciones deliberadas. Lo que sucede, documentado en el maravilloso libro y la película, una inspiración para todos nosotros, adaptan, sorprendentemente, las preciosas tradiciones locales de reconciliación, entre los aldeanos que han visto con sus propios ojos -y sufrido- el saqueo, el asesinato, la violación, la amputación (los niños también, a menudo en primer lugar). En un proceso conocido localmente como fambul tok («charla familiar» en la lengua franca krio de Sierra Leona), se reúnen ritualmente en un círculo alrededor de un árbol sagrado, se cuentan historias, bailan, se enfrentan cara a cara con alguien a quien han perjudicado profundamente (como el asesinato de su único hijo o la mutilación para que no pueda volver a caminar sin ayuda), se confiesan y… son perdonados. Se abrazan, genuinamente, a menudo entre lágrimas, y después de la solemnidad ritual todo termina con un baile glorificador.
Y luego están los notables resultados de la maravillosa Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Sudáfrica, aún no suficientemente conocida, que sigue el mismo patrón, sobre todo con su notable percepción de que los perpetradores, incluso de los horrores de los años del apartheid, fueron también víctimas – una percepción que encuentro increíblemente reveladora y conmovedora, y relevante para hoy.
Sí, efectivamente, Europa también necesita ese proceso. Tenemos que aprender de África.
Sarali Gintsburg
[Traducción, Ana Fernández Vallejo]
[Fundación Sur]
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