España/Marruecos: El eterno malentendido entre amigos, por Mohamed Boundi Boundi

10/09/2010 | Bitácora africana

Los ciudadanos en España y Marruecos tienen el derecho de preguntarse sobre la incapacidad de los gobiernos de preservar las relaciones de amistad entre los dos países vecinos. Si las tensiones son cíclicas, sólo los Estados asuman la responsabilidad de subsanar todo tipo de desencuentro e evitar a los pueblos malos tragos. ¿Por qué la vecindad entre los dos países está siempre a la merced de deslices, roces y conflictos jamás entendidos?

La situación de las relaciones hispano-marroquíes tras la descolonización en 1956 y las secuelas de los conflictos territoriales y de pesca ponen de manifiesto que existen realmente numerosas asignaturas pendientes y los choques entre los dos gobiernos son incesantes. El contencioso territorial infecta, 50 años después del fin del protectorado español, el conjunto de las relaciones bilaterales a pesar de la muestra de la buena voluntad a nivel oficial. La tensión y el clima de crispación que dominaban las relaciones entre Madrid y Rabat reaparecen con fuerza cada vez que surge un anodino malentendido entre los dos gobiernos. Las afinidades de las familias reales española y marroquí se iban fortaleciendo, para la sorpresa de la clase política.
A nivel de gobiernos, las relaciones hispanomarroquíes están marcadas fundamentalmente desde el inicio de los años 80 hasta 1996 por la teoría del colchón de intereses para fomentar inversiones en Marruecos y la cooperación económica y financiera en el objetivo de apaciguar las tensiones entre los dos Estados. La proximidad geográfica, la necesidad de deslocalizar una parte de la producción española y las enormes oportunidades que ofrece el mercado marroquí en términos de coste de la mano de obra son razones lógicas para la empresa española de instalarse en la otra orilla del Estrecho. Los enfrentamientos entre los gobiernos de Madrid y Rabat, que siguen siendo la nota dominante en las relaciones hispanomarroquíes entre los dos países, se atizaron durante el segundo mandato (2000-2004) de José María Aznar como Presidente del gobierno español.

Los intentos de sanear las relaciones de los conflictos heredados del pasado acaparan el esfuerzo de los diplomáticos, de la sociedad civil y de los círculos económicos.

Los clásicos conflictos como la pesca, la inmigración, el Sahara y las posesiones españolas en el Norte de Marruecos recobrarían fuerza situando los dos Estados al borde de la ruptura total. Sin embargo, en las relaciones sociales ocurriría todo lo contrario y no se produjo ningún tipo de incidente racista o xenófobo contra los marroquíes a pesar de la implicación, por ejemplo en marzo de 2004, de sus conciudadanos en los atentados del 11-M. El descontento del gobierno marroquí se fue incrementando con el tratamiento informativo que se hace de los temas relacionados con las instituciones nacionales, particularmente la monarquía. En la literatura diplomática usada por Marruecos y España, los términos colaboración y cooperación ocupan un espacio simbólico en su discurso sobre la manera de luchar contra los flujos irregulares de inmigrantes. En cuanto a las posesiones territoriales en el Norte de Marruecos, la postura oficial del gobierno de Rabat parece, desde los años 80, condicionada por el pragmatismo y la evolución de las negociaciones entre España y el Reino Unido en relación con el futuro de Gibraltar. Preocupación recurrente en la agenda política de las dos partes, la persistencia del conflicto del Sahara, a pesar de las multitudes resoluciones del Consejo de Seguridad, conduce a una evidencia según la cual la comunidad internacional está enfrentada a uno de los conflictos irresolubles.

El análisis de una nueva etapa, iniciada por la victoria del PSOE en las elecciones del 14 de marzo de 2004, permitió resaltar la disposición de las dos partes a dar un giro total en sus relaciones e inaugurar unas relaciones cuyos protagonistas serán el Rey Mohamed VI y el presidente del gobierno, José Luís Zapatero. Es una clara respuesta a la doctrina de Aznar que había dejado de privilegiar en el plano bilateral a Marruecos en beneficio de Argelia.

Los intentos de sanear las relaciones de los conflictos heredados del pasado acaparan el esfuerzo de los diplomáticos, de la sociedad civil y de los círculos económicos. El desastre de Anual (1921) está apenas citado en los libros de textos en Marruecos y las percepciones negativas sobre el colectivo marroquí se diluyen paulatinamente con la integración social de los inmigrantes y los intercambios culturales. Hasta 1956, el marroquí había sido identificado en la memoria colectiva, como el indígena, el colonizado o el infiel. Actualmente, la imagen de Marruecos en España se mide a través del legado cultural, los medios de comunicación y las encuestas sociológicas, pero lamentablemente en ninguno de los tres canales goza de simpatía dentro de una gran parte de la población española.

Esta vecindad conflictiva ha sido con el paso del tiempo, un tema recurrente en los comentarios, crónicas y editoriales de la prensa española ocupando, a menudo, un importante espacio en sus páginas. La permanente presencia de temas marroquíes en los periódicos se justifica por la preocupación de informar a los lectores de lo que afecta a su entorno geográfico. La misma tendencia se observa en los resultados de algunos barómetros de centros demoscópicos y durante las crisis migratoria (septiembre de 2001), diplomática (octubre/noviembre de 2001) y territorial/Perejil (julio de 2002).
Sorprende admitir que en los momentos de crisis, la hostilidad sustituye de inmediato los acercamientos y salen a la luz las discrepancias en las relaciones. En estas condiciones, la valoración del sistema político marroquí no puede sustraerse al condicionamiento de los problemas coyunturales. Está visto a través del déficit en infraestructuras, del descontrol de los flujos migratorios, del ritmo de las reformas y del carácter de sus instituciones. La ignorancia de lo que se hace en el otro lado del Estrecho, en éstos momentos, hace pasar a un segundo plano la labor de la clase política, los resultados de las reformas realizadas y los intentos de progresar en la vía del entendimiento entre las dos sociedades.

Autor

  • Mohamed Boundi Boundi (59 años, Safi - Marruecos)
    Doctor en sociología y en ciencias de la Comunicación (Universidad Complutense de Madrid),
    DEA en Culturas de masas y opinión pública, Facultad de Ciencias de la Información, Universidad Complutense de Madrid (2004),
    Licenciado en periodismo (Instituto Superior de Periodismo y Comunicación – Rabat, 1976).
    Corresponsal de la agencia Agencia Maghreb Arabe Presse en España (Madrid, 1987-2004),
    Editor de marruecosdigital.com (Madrid, 2002/2003)
    Responsable sección marroquíes en: www.elnie.org
    Línea de investigación: ciencias sociales y de comunicación, sistemas políticos del mundo árabe y de África, inmigración y movimientos sociales, relaciones hispanomarroquíes.

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