Escupir sin saliva, por Nuno Cobre

20/06/2012 | Bitácora africana

LA DIFERENCIA. Entre Europa y África también se manifiesta a la hora de protestar. Pongamos primero África. Yo. Vivo en uno de los países más pobres del mundo con unas altísimas tasas de desempleo, unos porcentajes mínimos de alfabetización, unos escasos recursos sanitarios, una prácticamente inexistente seguridad social, una lacerante falta de infraestructuras básicas: el agua hay que ir a buscarla a la playa o al río, la electricidad es un suplicio. Si se quiere tener un futuro decente y alguna oportunidad, hay que emigrar a Europa o a los Estados Unidos. Puede que haya futuro en este país africano, pero aún hay que esperar mucho.

Ando un tanto confundido.

Pongamos ahora España. El 15 M es un movimiento social que nació motivado por la hartura de jóvenes y no tan jóvenes ante el escaso empleo digno disponible, la falta de oportunidades y el oscuro futuro al que se enfrentan jóvenes preparadísimos (y no tan jóvenes) que no encuentran trabajo, ni ese mercado paradisíaco, ni esa vida gloriosa que en teoría les estaba esperando con las manos abiertas. Están cansados de tanto político corrupto e inepto, de tanto banco chupa sangre, de tantos sinvergüenzas y caraduras. Entre otras razones. Y por eso salieron a la calle. En realidad, el 15 M debió haber surgido hace bastante tiempo. Había motivos de sobra. Pero por fin salió a la calle.

Ando un tanto confundido.

En España todo el mundo protesta. En España, en Europa, todos sabemos mucho. En España, en Europa, todos sabemos lo que hay que hacer. La gente expresa su descontento y sus ‘propuestas’ a través de las redes sociales, del Facebook, del twitter. Somos los reyes del aforismo, del hayquismo. No sé si poseemos una capacidad de trabajo coherente con nuestros reclamos, pero está claro que tenemos una capacidad crítica encomiable. Somos unas ovejas revoltosas, unas ovejas que de vez en cuando se descarrían pero que casi siempre acaban regresando a la senda segura del sistema. Protestamos y eso supongo, está bien. Claro que está bien que uno no se calle cuando se cometen tropelías como las que se están viviendo actualmente en España y en Europa.

Ando un tanto confundido.

De manera que vivo en uno de los países más pobres del mundo, donde a dos tercios de la población le cuesta lo indecible encontrar un trozo de comida para llevarse a la boca y sin embargo. Nadie protesta. Cuando Europa ya estaría ardiendo con un panorama similar. Pero todo es tan silencioso aquí, en África. Todo es tan silencioso en este país africano que ha sufrido cruentas y despiadadas guerras que uno se despista, se confunde ¿Dónde está toda esa rabia? Que yo sepa, ni siquiera existen sindicatos aquí, que yo sepa, tan solo habitan unas cuantas ONGs locales que se quejan esporádicamente con un estilo lógico y cualificado.

Sin embargo, el respeto supremo que se le tiene a la autoridad en África, la consagración de la jerarquía como un ente indiscutible e intocable, provoca que las ONGs locales, la ‘masa crítica’, la gente que se queja, no tenga ningún inconveniente en saludar respetuosamente e incluso reírle los chistes a miembros del Gobierno que en teoría son el origen de su disgusto. Yo lo he visto. He visto a algunas organizaciones críticas exponer sus quejas de una manera tan calmada y sosegada, que cualquiera que no escuchase sus mensajes pensaría más bien que dicho parlamento constituía una declaración de paz y amistad.

Odio ¿dónde te hallas? Rabia ¿sabes bien a quién señalas?

En el supermercado, en los taxis, la gente se queja poco del Gobierno. El Gobierno es el jefe y hay que respetarlo. La gente protesta, dicen que les falta comida, oportunidades, pero no señalan un culpable claro. La culpa, la responsabilidad, no se plantea, la desgracia es algo que surgió así. Nos tocó. Cuando vas a los pueblos, la gente te pide de todo, se queja de todo, pero no hay culpables. No hay crispación. Es así.

¡Y además! Cuando el Gobierno u otras instituciones contrarrestan las críticas de la gente, el pueblo suele callar. No hay una contrarréplica. Entiendan o no entiendan la justificación que se les da, se callan, guardan silencio y al final hasta acaban sonriendo y abrazándose a su teórico enemigo. Basta una respuesta, y entonces el silencio.

Claro que en cuanto a ‘prontos’ se refiere, parece que nadie gana a los africanos (perdonen la generalización, cada país es diferente pero) La historia es muy sencilla, la de siempre. Un pez gordo por aquí con el apoyo de una potencia y una industria, otro pez gordo por allá con el apoyo de otra potencia y otra industria. Hagan juego señores. Los dos bandos priorizan como no, la militarización y ofrecen al africano medio algo que no le da la calle: un sueldo, una identidad, algo que se puede tocar ahora. A las pocas semanas, miles de pillos y vagabundos se han enrolado en diferentes facciones militares. Por primera vez en sus vidas, son “alguien”, enfundan un AK – 47 y tienen licencia para entrar en las casas en la aldeas y saquear y violar. Los próceres de ambas facciones saben lo que tienen que hacer para envilecer y convertir en máquinas de matar a estos pobres diablos: drogarles y llenarlos de odio. Entonces, la guerra, el desastre, la brutalidad. Y vuelta a empezar.

Y mientras tanto, silencio, mucho silencio, y mucha gente sonriendo también.

Original en : Mundo Negro

Autor

  • Sin que nadie le preguntase si estaba de acuerdo, a Nuno Cobre lo trajeron al mundo un día soleado del Siglo XX. Y ya que estaba por aquí, al hombre le dio por eso que llaman vivir.

    Sin embargo, durante mucho tiempo creyó Nuno que el mundo era sólo eso, sólo eso que se presentaba de manera circular y hermética ante sus ojos. Se asfixiaba. A veces. Pero algunos viernes o lunes por la mañana, una vocecita fresca y lejana le decía que habían otras cosas por ahí, que debían haber otras cosas por ahí.

    Y un día Nuno Cobre salió y se fue a la Universidad, y un día siguió viajando y al otro también, y al otro, mientras iba conociendo a gente variopinta y devorando libros sin parar… Entonces descubrió con un cierto alivio que no estaba solo. Que habían más. Cuando llegó la hora de elegir, Cobre decidió convertirse entonces en viajero sólido y juntaletras constante, pero quería más, un más que venía del Sur. Y fue así como el latido africano empezó a morderle tan fuerte que una noche abrió la puerta del avión y se bajó en un país tropical. África.

    Los temores. Llegó con cierto temor a África influenciado por la amarilla información occidental ávida de espectáculos cruentos y de enfermedades terminales. Y resultó que en lugar de agitarse, a Cobre se le olvidó la palabra nervios a la que empezó a confundir con un primo lejano. Y así fue como se llenó de paz, tiempo y vida.

    Tras varios años en África, Nuno Cobre sólo aspira a lo imposible: vivir todas las experiencias mientras le da a la tecla, a los botoncitos negros del ordenador que milagrosamente le proyectan un nuevo horizonte cada día.

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