Esclavos desde la cuna , Por José Naranjo

17/06/2013 | Bitácora africana

En Malí hay unos 300.000 esclavos. Sí, han leído bien. Esclavos. Personas desposeídas de todos sus derechos que son un bien material, propiedad de su señor, intercambiables en una transacción comercial, que trabajan por un plato de comida, que son castigados y golpeados al antojo del amo o, si se trata de mujeres, que son usadas como un mero objeto sexual sin capacidad de decidir sobre los hijos de esa relación, que son a su vez esclavos desde que nacen. Apenas se habla de ellos, pero existen. Una asociación llamada Temedt presidida por Ibrahim Ag Idbaltanat, un tuareg negro descendiente de esclavos, lucha contra esta práctica a través de la sensibilización y aboga por la aprobación de una ley que prohíba la esclavitud.

En 1988, Tallewate Wallet Litni era una niña de solo nueve años que se había quedado huérfana de madre y padre. Como dicta la costumbre, fue recogida por su tío, Zilly Ag Choukka, también residente en Rharous (región de Tombuctú). Sin embargo, al poco tiempo, Hamad Aguissa Ag Khaharno se presentó en la casa alegando ser el propietario de los padres de la niña y, por tanto, también de Tallewate. Así que se la lleva y la pone a su servicio. Veinte años más tarde, la joven se fuga, harta de sufrir malos tratos y abusos de todo tipo, dejando atrás a un hijo fruto de las violaciones repetidas por parte de su señor. Éste le encuentra y se la vuelve a llevar al desierto, argumentando que es de su propiedad. A los pocos meses, un equipo de Temedt la localiza y logra liberarla.

Pese a estar oficialmente abolida en todo el Planeta, Malí no es el único país donde persisten prácticas esclavistas, se calcula que unos 27 millones de personas en el mundo trabajan sin salario y bajo la amenaza de la violencia, pero en este país africano, al igual que en Mauritania, Níger o Sudán, la esclavitud es algo muy arraigado. Según Ibrahim Ag Idbaltanat, “durante la época de la colonización, los franceses escribieron que era un crimen contra la Humanidad y, tras la independencia, la Constitución recoge esto mismo. Sin embargo, no fue un proceso interno de la sociedad maliense, no fue algo propio, sino una norma que vino de fuera. Para esta sociedad, la esclavitud es algo normal que viene del pasado, una práctica con la que no ha habido una ruptura, una revolución que la extirpe”.

Son varias las comunidades que practican la esclavitud. En primer lugar están los tuaregs y los maures, «blancos» que esclavizan a negros, pero también existe entre songhays, peuls y soninkés, sobre todo en el norte del país. “En otras etnias la esclavitud persiste también, pero bajo formas más sutiles”, asegura el presidente de Temedt. El esclavo en Malí suele proceder de familia de esclavos durante generaciones y generaciones. Es propiedad del señor, tratado como un bien material y heredado por los hijos del amo si éste muere. Además, no decide sobre la vida de sus hijos, que son también esclavos. Es lo que se llama esclavitud por ascendencia, muy diferente de la trata de personas que existe en otras latitudes y que existió durante siglos.

Los hombres normalmente se dedican a la ganadería y a la agricultura, trabajan en los campos del amo o cuidan sus animales. Las mujeres, al servicio doméstico. Los horarios no están en absoluto regulados, apenas hay tiempo para el descanso. Los castigos corporales son habituales. «Son vistos con normalidad tanto por el señor como por el siervo», asegura Soumaguel Oyahit, secretario permanente de Temedt, «el esclavo piensa que esos golpes le ayudarán a ir al Paraíso cuando muera». Les suelen poner nombres de árboles o de animales, en una muestra más de su «cosificación». Por ejemplo Intamat (que significa acacia en tamashek) es un típico nombre de esclavo.

Ibrahim Ag Idbaltanat también se refiere a otros dos tipos de esclavitud muy en boga en Malí. En primer lugar, lo que él denomina esclavitud moderada, “cuando el esclavo no vive con su señor, pero éste puede aparecer en cualquier momento para coger niños y llevárselos como esclavos”. En segundo lugar, la esclavitud política, “un señor que vive en Bamako por ejemplo y se reúne con un partido político y le dice que tiene 150 ó 200 personas que votarán por este partido a cambio de algo. Por eso también existe una gran complicidad pasiva con estas prácticas feudales”. Si bien se calcula que unas 300.000 personas sufren la esclavitud de manera directa, la cifra aumenta a 800.000 si hablamos de estas otras formas de dominación.

Temedt nació hace tres años durante un fórum celebrado en Menaka (región de Gao) y en la actualidad cuenta con 31.000 miembros. Sin embargo, los comienzos no fueron fáciles. De un lado, una sociedad que tolera estas prácticas; de otro una clase política que se beneficia de las mismas; y, finalmente, unas autoridades que consideraban que airear este problema era un descrédito para Malí. “Hemos crecido mucho desde entonces, ahora aceptan que gritemos sin tener mucho en cuenta lo que decimos. Pero nosotros no nos desmoralizamos”, asegura el presidente.

Mediante las campañas de sensibilización y educación dirigidas tanto a esclavos como a señores, “ambos son víctimas de una práctica que se encontraron ya establecida”, han logrado la liberación de una treintena de personas. Y ahora Temedt está empeñada en promover la aprobación de una ley contra la esclavitud porque, pese a estar recogido en la Constitución, no existe una norma que establezca la prohibición de esta práctica. Para ello cuenta con el apoyo de organizaciones internacionales como la Fundación Rosa Luxemburgo o Antislavery International y la complicidad de colectivos hermanos como Timidria (Níger) y SOS Esclaves (Mauritania) con los que Temedt colabora habitualmente. De hecho, este fin de semana las tres organizaciones han celebrado una conferencia en Bamako bajo el título de «La persistencia de la práctica de la esclavitud en el Sahel, qué impacto sobre la actuación del Estado de Derecho».

Original en : Blogs de El País – África no es un país

Autor

  • José Naranjo Noble nació en Telde (Gran Canaria) el 23 de noviembre de 1971. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid en 1994, ha seguido profesionalmente el fenómeno de la inmigración africana hacia Canarias, tanto desde la óptica de las Islas como desde los países de origen y tránsito de los irregulares. Así, para elaborar sus reportajes, publicados en diversos medios de comunicación, ha viajado por el sur de Marruecos, el Sahara, Argelia, Malí, Senegal, Gambia, Cabo Verde y Mauritania, donde ha recogido los testimonios de centenares de personas. Por este trabajo le fueron concedidos los premios Antonio Mompeón Motos de Periodismo 2006 y el Premio Derechos Humanos del Consejo General de la Abogacía Española 2007, en este caso junto al también periodista Nicolás Castellano.

    Buena parte de su trabajo está recogido en los libros Cayucos (Editorial Debate, 2006), con el que fue finalista del Premio Debate, y en Los invisibles de Kolda (Editorial Península, 2009). Además, es coautor de los libros Inmigración en Canarias. Procesos y estrategias (Fundación Pedro García Cabrera, 2008) y Las migraciones en el mundo. Desafíos y esperanzas (Icaria, 2009).

    Es redacror de la revista digital de información sobre África Guinguinbali donde tiene su blog Los Invisibles , que reproduciremos en Bitácora Africana

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