Desde 2003, cuando la Universidad de Brown estableció un proyecto titulado “Esclavitud y Justicia» para estudiar su dependencia en el pasado del comercio transatlántico de esclavos, otras 40 universidades comenzaron a reexaminar de nuevo su historia. Si bien se ha logrado un enorme progreso al reconocer los pecados del pasado y en rastrear a los posibles descendientes de las víctimas originales, las respuestas sobre cómo se puede reparar el daño causado siguen siendo difíciles de responder.
El año 1838 fue muy importante para la historia colonial sudafricana porque supuso la adquisición de tierras y el establecimiento de las relaciones raciales. Fue el año en el que un grupo de colonos blancos, que huían del gobierno británico «liberal» en el Cabo, lucharon en carros tirados por bueyes en diferentes batallas y finalmente derrotaron al ejército Zulú en Blood River. También fue un año importante para la educación en Estados Unidos, ya que fue el año en que la sociedad Jesuita de Maryland recaudó una pequeña fortuna con la venta de 272 esclavos a los propietarios de las plantaciones de Louisiana, para financiar las deudas de la prestigiosa Universidad de Georgetown.
Los descendientes de las personas involucradas en estos eventos nunca han recuperado las pérdidas que sufrieron sus antepasados. Y es que como se expuso en una brillante conferencia internacional sobre las repercusiones de la historia en la Universidad de Stellenbosch: “cuando los afroamericanos pudieron emerger de la esclavitud; la pobreza y las celdas de la prisión les estaban esperando”.
¿Cómo debería de arreglar la sociedad las consecuencias catastróficas de estos eventos? ¿Cómo compensar a las personas, tras varias generaciones, no solo por la violencia física y la pérdida de vidas y tierras sufrida, sino también por la pérdida de dignidad y de oportunidades? En Ruanda y Bosnia, la gente se hace las mismas preguntas. Y en Rusia y Alemania, Canadá y Australia, Palestina e Israel, y en toda Sudamérica, África y Asia…
En Sudáfrica, creemos que algunas de las respuestas se encuentran en la redistribución de la tierra y en una educación más accesible. Y, por supuesto, en una economía capitalista en auge que facilite la creación de empleos. Pero no estamos muy seguros de cuán lejos debe llegar el acto de la reparación por los hechos pasados ¿hasta la batalla de Blood River? ¿a 1652?
La doctora Linda Mann de la Universidad de Columbia, en su presentación sobre el Proyecto de Memoria de Georgetown con el título: “Reconocimiento, Reparación, Reconciliación : Las luces y sombras de un trauma histórico”, estableció que la injusticia racial continuó impregnando todos los aspectos de la vida en su Estados Unidos natal, desde la educación a la economía y a la esperanza de vida.
Desde 2003, cuando la Universidad de Brown estableció un proyecto de «Esclavitud y Justicia» para estudiar su dependencia pasada en el comercio transatlántico de esclavos, otras 40 universidades comenzaron a examinar su historia de nuevo. Si bien se ha logrado un enorme progreso en el reconocimiento de los pecados del pasado y en el rastreo de los descendientes de las víctimas originales, la respuesta sobre cuál es la compensación más adecuada sigue siendo difícil de responder. Mann mencionó a lo largo de su exposición que la posibilidad de reorientar la historia, establecer proyectos a gran escala sobre historia oral, hacer estudios de casos generacionales, desarrollar políticas de expiación y reparación, desarrollar nuevas políticas universitarias de admisión para los descendientes y crear una Comisión de la verdad y reconciliación podrían ser posibles soluciones.
El Proyecto de Memoria de Georgetown, como expuso Mann, no está vinculado a ninguna universidad o institución. Entre 1717 y 1838, la Sociedad de Jesuitas de Maryland participó en la esclavitud a gran escala para financiar, entre otras cosas, el establecimiento de lo que entonces eran los Colegios Jesuitas. En una venta masiva de esclavos en 1838, se vendieron 272 esclavos por unos 115.000 dólares. En su proyecto para identificar a los descendientes de esos esclavos, el Proyecto de Memoria de Georgetown se embarcó en la búsqueda genealógica más extensa en la historia de los Estados Unidos. Hasta ahora, los movimientos de 211 de los 272 esclavos originales han sido rastreados y se ha identificado a más de 7.100 descendientes, de los cuales 3.100 están vivos a día de hoy.
La mayoría de ellos no tenían conocimiento de sus lazos familiares con una de las mejores universidades de Estados Unidos. Después de descubrir la historia de su familia, varios descendientes han contratado abogados para exigir reparaciones. ¿Pero qué tipo de reparaciones? Según Mann, las ceremonias de conmemoración en los sitios conflictivos no significan mucho para los descendientes que viven a cientos de kilómetros de distancia de dichos centros.
“Reconocimiento, reparación, reconciliación: las luces y sombras de un trauma histórico” llevaron a la Universidad de Stellenbosch a algunos de los principales teóricos e investigadores poscoloniales del mundo. La conferencia fue presidida por la profesora Pumla Gobodo-Madikizela, profesora de “Trauma y Transformación Histórica”, y excomisionada de la CVR de Sudáfrica.
Roger Friedman
[Traducción, Clara Palacios]
Fuente: Daily Maverick
Artículos relacionados:
– La esclavitud persiste en Mauritania
– Acaparamiento de tierras y esclavitud, por Begoña Iñarra
– Causas de las nuevas formas de esclavitud en África, por Lázaro Bustince
– Tráfico de niños en Costa de Marfil, el infierno de las plantaciones de cacao
– Esclavitudes modernas : El Tráfico de mujeres en Nigeria
– Los nuevos esclavos del siglo XXI
– Esclavitudes en África alternativas de transformación
– Los nuevos esclavos del siglo XXI
– La venta de esclavos en Libia en pleno siglo XXI
– Nuevo comercio de esclavos en África
– La rebelión de los esclavos de Stono
– Ser esclavo en África y América
– La Trata de esclavos : Hechos y responsabilidades
– Yo fui un esclavo que trabajé en el Departamento Correccional de California
– El terror supremacista estadounidense
– El Proyecto de la “palabra N” (The n-Word Project)
– Entrevista a Juan de Dios Mosquera, líder del movimiento Cimarrón