Esas guerras… ¿en nombre de los tutsi?

18/11/2013 | Opinión

La guerra de 1996, que iba a llevarse por delante el régimen de Mobutu, estalla en Kivu Sur y en primera línea se encuentran los banyamulenge – tutsi congoleños que viven sobre todo en las altiplanicies Mulenge y cuya ciudadanía zaireña es negada por el MPR, el partido-Estado -. Sus principales aliados y valedores son los militares tutsi ruandeses del APR, que hacía poco habían derrocado el régimen hutu de Juvénal Habyarimana.

Dos años más tarde, en agosto de 1998 estalla una nueva rebelión, al frente de la cual está el denominado Reagrupamiento Congoleño por la Democracia (RCD), como consecuencia del distanciamiento de Kabila respecto de sus padrinos, Uganda y Ruanda y los tutsi congoleños y ruandeses. El RCD, apoyado por Ruanda, ocupará casi la mitad del territorio congoleño hasta 2003. Entretanto el “traidor”, a ojos de los tutsi que tanto le ayudaron a instalarse en Kinshasa, Kabila será asesinado en enero de 2001 en circunstancias turbias; una de las hipótesis plausibles es que fue víctima de una venganza tutsi.

Como consecuencia de los acuerdos de Pretoria de diciembre de 2002 entre beligerantes, en 2003 un tutsi mumyamulenge, Azarias Ruberwa Manywa, ocupa una vicepresidencia del gobierno de transición y otros numerosos tutsi ocupan puestos relevantes en el ejército, la policía, servicios de inteligencia y administración. Ruberwa fue candidato (obtuvo muy pocos votos) en las elecciones presidenciales de 2006.

Ya en 2004, Jules Mutebusi y Laurent Nkunda intentan una nueva rebelión en el Kivu Sur. Mutebusi se refugia en Ruanda. Nkunda se instala en el Kivu Norte, donde formará el movimiento político-militar Congreso Nacional por la Defensa del Pueblo (CNDP), en realidad por la defensa de los tutsi que se sentirían amenazados por los rebeldes hutu ruandeses instalados desde 1994 en el Congo. Posteriormente, Laurent Nkunda es detenido en Ruanda y su movimiento firma un acuerdo con Kinshasa el 23 de marzo de 2009, por el que el CNDP se integra en las FARDC. Pero, en abril d 2012, cientos de ex-miembros del CNDP desertan y crean el M23, último, hasta ahora, movimiento rebelde de inspiración tutsi, derrotado militarmente hace unas semanas por las FARDC.

Desde Azarias Ruberwa, Bizima Baraha a Laurent Nkunda, Bosco Ntaganda, Sultani Makenga, todos los jefes de guerra tutsis protagonistas de rebeliones en el este de la RDC pretenden luchas por los derechos de sus hermanos tutsi: derecho a la nacionalidad, a ser considerados en igualdad de condiciones en la vida nacional, derecho a regresar si se han exiliado, etc. Pero, la mano del régimen tutsi de Ruanda no ha estado, ni está, lejos de esas intrigas guerreras, de tal modo, que, desdichadamente, el conjunto de los tutsi congoleños – colectivamente – son acusados de estar en el origen de los sufrimientos que padecen las poblaciones congoleñas. Se ha extendido mucho la idea de que existiría un plan de instaurar un imperio Tutsi-Hima en la región o que detrás de las rebeliones existe una operación de trocear el Congo. Incluso el presidente Jopseph Kabila es acusado, con razón o sin ella, en este sentido, de incompetente y de pro-ruandés. Pero el resentimiento del resto de congoleños contra los tutsi no es la única consecuencia de estas rebeliones llevadas a cabo en nombre de los tutsi. Están los millones de muertos, los millones de desplazados, la pérdida de bienes, el abandono de la escuela para tantos niños, las violaciones masivas de mujeres… Por otra parte, la situación de los tutsi congoleños no ha mejorado apenas, antes al contrario. Son miles los que viven en el exilio y las guerras en su nombre están lejos de permitirles o favorecer un retorno.

Como lo resumía perfectamente Enock Ruberangabo, presidente de la comunidad banyamulenge, los tutsi congoleños son “doblemente víctimas” de las guerras crónicas: como el resto de congoleños viven cotidianamente las violencias, el exilio, la miseria; como tutsi son señalados como culpables, marginados, excluidos, odiados, por parte de las otras comunidades. Ahora bien, son pocos los tutsi ordinarios que sacan provecho de estas locuras, salvo algunos oficiales militares, hombres de negocios y políticos. Podría decirse lo mismo con relación a los otros grupos armados con pretensiones de defensa de comunidades concretas (hunde, hutu, lega, tembo, shi, etc.). Sólo un puñado de manipuladores son los que siempre se benefician oponiendo unas comunidades tribales o étnicas a otras.

Así pues, ¿esas guerras y violencias valen la pena? ¿Quién saca provecho de ellas? Raramente aquellos cuyo nombre es utilizado abusivamente para legitimarlas, se llamen tutsi, hunde, lega, hutu, mande, tembo. El día en que la población haya interiorizado esta realidad, nadie podrá servirse de la instrumentalización étnica para justificar o legitimar las violencias. Afortunadamente parece que ese día comienza a apuntarse en el horizonte.

Jean-Mobert N’Senga

Jambonews.net (13/11/2013)

(Traducción/resumen: Ramón Arozarena)

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