Es necesario romper el círculo vicioso de la violencia en la República Centroafricana y para los creyentes, la fe debe ser el motor de ese cambio

24/07/2018 | Crónicas y reportajes

centroafrica_mapa_2-6.png En Bangui no hay combates, pero sí una gran tensión. Fuera de la ciudad, se entra en un círculo infernal causado por la guerra entre bandas. Es lo que relata el padre Dante Carraro, director de Cuamm, tras su reciente visita a la República Centroafricana. Cuamm es una asociación que desde hace 68 años proporciona ayuda médica en África.

“Cuando llegas a la capital inmediatamente notas que estás entrando en un contexto de crisis social y política. En el aeropuerto y en un clima de guerra, te recibe un contingente militar internacional que protege el único aeropuerto de posibles ataques. Al salir del aeropuerto, la situación va empeorando. Para los extranjeros no es seguro moverse a pie. E incluso desde las ventanas del automóvil, puede verse a personas huyendo rápidamente para evitar los enfrentamientos. No existe el normal ajetreo diario como en otros muchos países africanos”, observa el padre Dante.

Hay 16 grupos armados en el país. Si quizá al comienzo tenían una connotación religiosa (los musulmanes Seleka, los cristianos anti Balaka), hoy se han convertido en bandas de merodeadores dispuestos a hacer cualquier cosa. A menudo están al servicio de aquellos que quieren explotar los recursos naturales (oro, uranio, madera, etc.). “Muchos tratan de hacer negocio con las riquezas naturales y la situación de inestabilidad les favorece. Los civiles y, en concreto, las mujeres, los niños y los ancianos son los que pagan un alto precio”, lamenta Carraro.

La seguridad es escasa y los servicios básicos, especialmente la asistencia sanitaria, son insuficientes. En algunas zonas rurales del país no se vacuna ni al 10% de los niños y hay más de 130.000 personas portadoras del VIH de las que solo están en tratamiento la mitad. Hay seis hospitales regionales, sin agua y ni electricidad, el personal es escaso y está mal preparado y la tasa mortalidad materno-infantil es muy alta.

El padre Dante viajó a Bangui precisamente para seguir la evolución de un proyecto sanitario. “El complejo pediátrico de Bangui, – asegura el sacerdote -, es el único hospital público pediátrico del país: cuenta con 180 camas y, aunque los pacientes llegan a centenares, hay un departamento y una sala quirúrgica bastante decente (con la ayuda de la Unión Europea y Cooperación Italiana) con un equipo médico preparado. En 2015, el Papa Francisco lo visitó y, a través del Hospital Bambino Gesù, aportó recursos para la reconstrucción del departamento de desnutridos y ayudó al hospital en su conjunto. Fue precisamente el Bambino Gesù quien solicitó la intervención de Cuamm. Comenzamos el 1 de julio”. El desafío para Cuamm es hacerse cargo de todo el complejo, apoyando al personal local también en con formación.

Para este proyecto encontraron el apoyo de la universidad y también del cardenal Dieudonné Nzapalainga, arzobispo de Bangui, que, desde el estallido de la guerra en 2013, está dedicando sus esfuerzos al diálogo entre las partes y con la comunidad musulmana. “Debemos hacer el bien”, aseguró el cardenal en su reunión con el padre Dante. “Debemos responder al mal con el bien. Es con el amor con lo que uno puede cambiar la realidad, no con el odio, la violencia o las represalias. Debemos romper el círculo vicioso de la violencia. Para nosotros, creyentes, la fe es el motor de este cambio. Queremos una nueva política que tenga en cuenta a todos y permita a los niños soñar y disfrutar de su infancia”, concluyó.

Fuente: Agencia Fides

[Fundación Sur]


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