¿Es idónea una revolución nigeriana?

30/01/2013 | Opinión

Hace un año los nigerianos coquetearon con la revolución. En un movimiento sin precedentes, los ciudadanos protestaron para resistirse a una política económica impuesta sobre ellos por los vampiros en el poder. Un gobierno que hace mucho había fallado en su manera de gobernar, se encontró al borde de la revolución. Sabemos cómo las protestas de enero de 2012 se disolvieron. La revuelta popular fue atajada, pero mientras duró, duró. El hecho de que ocurriera como consecuencia de la Primavera Árabe provocó inquietud en los distritos financieros.

Aunque la revolución nigeriana puede que no haya tenido el impacto de la Primavera Árabe, espoleó a la gente. Se hicieron preguntas, las repuestas fueron cuestionadas. Se tomó una nueva dirección. Y lo que es más importante mostró a la gente que existían posibilidades. Su efecto prolongado e inmediato, para lo bueno y para lo malo, transformó Nigeria.

Desde ese momento, una versión lenta de revolución se ha introducido en las mentes de ciertas personas de la élite nigeriana. Desde hace mucho tiempo han sido la moda de la élite, divorciados de las realidades local e internacional tanto tiempo, que recaen entre la retorica y una postura tonta. Una inclinación impulsiva por la revolución en Nigeria parece estar de moda.

Políticos, comentaristas sociales, jóvenes y marginados parecen encontrar inevitable la posibilidad de una revolución y, quizás como la solución final a nuestros problemas intratables. Es raro que pase un día sin que un abrumado nigeriano no suspire “Necesitamos una revolución en este país”.

La pregunta es: ¿Es idónea una revolución para Nigeria?

Un ex Jefe de Estado, Muhammadu Buhari, ha repetido hasta la saciedad la palabra revolución; hasta que alguien se pregunte qué más tendría que decir si de hecho ocurriera una revolución en Nigeria. El expresidente Olusegun Obasanjo no se queda fuera del carro de alarmistas que despotrican sin parar sobre una revolución. En una entrevista reciente el prelado metodista Dr. Sunday Ola Makinde se unió al debate sobre la revolución. No sólo dio la predicción usual de una revolución amenazadora, también procedió a describir a Boko Haram y a los militantes del Delta del Níger como revolucionarios.

En su entrevista hay algunas afirmaciones con las que no estoy de acuerdo, pero describir a Boko Haram como una “revolución” para mí es preocupante. No solo es una desodorización de la pestilencia, es completamente erróneo. Si lo que piensa Mankinde refleja el pensamiento de otros nigerianos nostálgicos de una revolución; ¿No es eso un gran problema?

Es decir, si la gente no sabe lo que es exactamente una revolución, ¿hasta dónde llegarán tergiversando? Hablando en serio, ¿puede la idea de “revolución” ser lo suficientemente capaz de subsumir a cada insurgente, cada militante, cada nihilista, cada rebelde e incluso cada bandido?

Me he estado preguntando sobre la idoneidad de una revolución nigeriana mientras los llamamientos a la revolución cada vez son más frecuentes e intensos. ¿Están al tanto aquellos que llaman a la revolución del impacto de gran alcance que tendría o simplemente asumen que es otra palabra de moda que pueden divulgar? ¿Son simplemente pesimistas que han encontrado un cliché del que enamorarse para no tener que enfrentarse a asuntos críticos? ¿Quizás están demasiado agobiados por los problemas de Nigeria y los han utilizado para llamar a la revolución como una forma de pacificación? ¿Hay alguna ideología que dirija estas llamadas o sólo es una panacea que les da tiempo para no hacer nada?

¿Cuántos de ellos se han implicado en una planificación estratégica como preparación de la caída del actual gobierno? De hecho, ¿se les ha ocurrido que una revolución significaría como poco el derrocamiento del actual sistema de gobierno y su sustitución con algo radicalmente diferente? ¿Han pensado cómo evitar un vacío de poder postrevolucionario, para que mientras intentemos cazar un demonio otros siete no lo remplacen? ¿O es este uno de esos casos de “que caiga primero el Imperio”? ¿Qué pasa si la iniciamos y los militares la secuestran? ¿Están los nigerianos preparados para comenzar de nuevo bajo un gobierno militar? ¿Pueden resistir a los militares? ¿Alguien tiene armas?

Por supuesto, se puede comparar los ejemplos famosos de revolución: Francesa, Rusa, Nazi y Americana.

En las tres primeras los revolucionarios se convirtieron en autócratas más malvados que sus predecesores; en comparación, la última tuvo éxito ya que los padres fundadores trabajaron diligentemente para crear una gran nación de los trozos arrebatados al Imperio. ¿Dispone Nigeria de esos padres/madres altruistas y con visión de futuro a la espera, listos para reconstruir?

¿Resolverán, aquellos que han pensado en una revolución, cualquier particularidad cultural que surja? ¿Se imaginan que los nigerianos tienen la perseverancia de los egipcios o los sirios para mantener la revolución? ¿O más pronto que tarde estaremos deseando volver a los rituales de nuestra monotonía diaria mientras esperamos que otros mantengan la lucha?

¿Hemos revisado lo suficiente nuestra historia para preguntarnos si la revolución es adecuada para nosotros? África está llena de ancianos que fueron jóvenes revolucionarios pero que en sus países se convirtieron en una plaga mayor que el VIH/SIDA.

El golpe de 1966 en Nigeria es una revolución en sí misma y de sí misma; hasta hoy, Nigeria todavía está impactada por sus efectos secundarios.

La idealización no es algo malo pero, ¿pueden los defensores de la revolución exponer en qué difieren sus deseos de lo enunciado en la Constitución y por qué necesitamos una revolución para conseguirlos? ¿Qué es lo que realmente les fascina de la revolución? ¿Los espectáculos de violencia y matanza o un genuino deseo de cambio? Si fuera la última, ¿es realmente necesaria una revolución? ¿No serían suficientes la cultura de la protesta o incluso una rebelión? ¿No sería más útil una ciudadanía más participativa? He planteado todas estas preguntas, no necesariamente para buscar respuestas sino para que nos interroguemos sobre lo que pensamos.

Muy pronto, seremos llamados para iniciar el proceso de elegir un nuevo grupo de líderes. Más que mostrar indignación ante los planes del Presidente para ser relegido, depende de nosotros el actuar con cautela. Es nuestro deber el no dejarnos llevar cuando nuestros líderes empiecen a arrastrase ante motivo religiosos o a arrodillarse ante los dioses. Parecerán la imagen perfecta de unos proyectos patéticos de orante cuando asuman una actitud humilde y anuncien que necesitan la sabiduría divina. Cuando llegue ese momento, ¿podrán los nigerianos ir más allá de todo este vodevil y rechazar un liderazgo sin rumbo e incompetente? ¿Podemos ir más allá del tribalismo, la etnicidad, el regionalismo, el sexismo y todos esos factores que en el pasado nos han refrenado con éxito y elegimos a gente que merezca más la pena? Quizá sea una revolución que debamos anhelar.

…El hombre sólo será libre cuando el último rey sea ahorcado con las tripas del último sacerdote Denis Diderot

POR ABIMBOLA ADELAKUN

Publicado en The Punch, Nigeria, publicado el 10 de enero de 2013

Traducido para Fundación Sur por Pilar Valentín Gamazo.

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