Manu Osa, es un joven Padre Blanco. Se encuentra en la parroquia de Kisenso, un barrio de la ciudad de Kinshasa en la R.D del Congo. El país, que ha pasado por un largo período de inestabilidad política, vuelve poco a poco a recobrar la paz que necesita para el bienestar de todos los congoleños. Las elecciones celebradas recientemente han favorecido a esa estabilidad tan ansiada por todos desde hace 40 años. Agustín Arteche aprovechó su estancia en España de vacaciones para hacerle algunas preguntas.

A. Arteche: Kinshasa es una ciudad inmensa. ¿Dónde vives y en qué condiciones?

M. Osa: Estoy viviendo en una localidad llamada Kisenso, con otros 4 compañeros misioneros. Uno de ellos está aún en formación. Hace su experiencia pastoral con nosotros. Hace pocos meses me han nombrado párroco de la parroquia de Sainte Félicité, una pequeña parroquia de los suburbios. El barrio es pobre, sin infraestructuras, con un acceso difícil por caminos imposibles. Sus habitantes no tienen trabajo. Cientos de jóvenes y adultos se desplazan cada día, de madrugada, de Kisenso al centro de la ciudad, a unos 20 Km. Ellos lo llaman el “lukaluka”, ir a buscar algo, un trabajo para ganarse unos francos congoleños que puedan alimentar a su familia ese día. Uno encontrará una ocupación como albañil por horas, otro como mecánico puntual, otro ayudará a descargar un camión o transportará a alguien su mercancía, otro trabajará como vendedor ambulante… Trabajos mal pagados, sin contrato ni garantías, y mucho menos estabilidad. Muchos otros no encontrarán nada que llevarse a casa ese día. Y es que Kinshasa es una urbe de más de 7 millones de habitantes. Las estadísticas muestran que solo el 5 % de la población tiene un trabajo estable asalariado. Los demás viven del “sector informal”: los trabajos por horas y el pequeño comercio familiar.

A. Arteche: Si la distancia a la ciudad es tan grande y tan escasas las posibilidades de encontrar trabajo, ¿cuáles son las condiciones en que vive la gente?

M. Osa: Esta es la situación extrema en la que vive la gente de mi parroquia. Además, por parte de las autoridades se ve muy poco interés en que las cosas cambien, aún en el clima de elecciones que nos toca vivir. Los frutos son evidentes: Muchas familias no comen bien, muchos padres no pueden pagar la escolaridad de sus hijos, los maestros están mal remunerados y la calidad de la formación es muy pobre. La gente cree en la brujería como explicación de sus fracasos y las sectas encuentran un terreno de cultivo fácil para sus adeptos. La filosofía poco solidaria del “sálvese quien pueda” está a la orden del día, dificultando las iniciativas populares. Las calles están llenas de basura y la falta de higiene produce enfermedades de todo tipo. El desempleo, tan habitual sobre todo entre los jóvenes, crea desánimo, falta de horizontes y la juventud se deja llevar por una propaganda mediática, que promueve el vestir bien, a la europea y el sexo como placer inmediato y necesario. El SIDA y las enfermedades venéreas hacen cada vez más estragos. En fin, demasiados obstáculos para salir de esta situación caótica.

A. Arteche: Supongo que tenéis un plan de trabajo en la parroquia ¿Cuáles son las prioridades del mismo?

M. Osa: Llevo unos ocho meses en la parroquia y mi experiencia es aún limitada. Eso sí, trabajar en equipo con compañeros más experimentados, me ayuda a no tener que decidir solo y a analizar mejor la realidad en que nos movemos. En medio de todo este desconcierto que es el ambiente de Kinshasa, nuestra apuesta firme es la formación a todos los niveles. La formación intelectual no es suficiente en esta lucha, aunque sea fundamental. La formación humana y espiritual completa la primera dando una garantía al desarrollo del pueblo.

A. Arteche: ¿Cómo es la formación a nivel escolar de la que hablas?

M. Osa: En nuestra parroquia tenemos una escuela primaria que tiene este año unos 700 alumnos. Hay que decir que la enseñanza en Kisenso deja mucho que desear. La falta de medios y estructuras se plasma en una formación a veces muy deficiente, sin libros de texto adecuados, con material didáctico escaso y anticuado. En este sentido uno de los objetivos de la parroquia es cuidar en lo posible nuestras escuelas para que tengan unas instalaciones y material en condiciones y puedan ofrecer una enseñanza adecuada y de calidad. Estamos ofreciendo esta enseñanza también a niños y niñas de familias sin recursos mediante asistencias puntuales o microcréditos para que puedan emprender una actividad que haga a esa familia autosuficiente. Sin embargo, a pesar de la situación en la que vive nuestra gente, su aportación económica y humana es fundamental.

Los proyectos no deben ser nunca proyectos únicamente de asistencia, que vienen del extranjero. Es importante no sólo para el provecho de estos proyectos, sino también para la autoestima de los congoleños, que ellos se sientan capaces de crear y desarrollar sus propias estructuras. Por eso intentamos involucrar a los responsables de cada comunidad también en las decisiones de asistencia pidiendo la contribución de sus miembros, por mínima que ésta sea. Hace poco, hemos confeccionado un proyecto para dotar a la parroquia de una sala de lectura y una biblioteca donde los jóvenes puedan informarse y enriquecer su formación intelectual. Estamos convencidos de que un conocimiento integral y adecuado de las cosas, el estar bien informados, puede alejar esa tendencia del pueblo de Kisenso a dejarse llevar por la resignación y el fatalismo, y también a dejar de buscar el por qué de los acontecimientos trágicos en la brujería y el mal de ojo.

A. Arteche: En España se habla mucho de la necesidad de formar a los jóvenes en valores. ¿Tienes algo que decir al respecto?

M. Osa: En materia de valores, y en el terreno sexual, nuestros jóvenes necesitan también una asistencia. La parroquia tiene mucho que aportar a este respecto. Últimamente hemos organizado unas charlas-coloquio sobre temas tan importantes como la higiene, la salud y la sexualidad. El personal del centro hospitalario de Kisenso, gestionado por religiosas africanas, ha participado activamente. Los jóvenes aprecian estos cursos, que les ayudan a crecer como personas. Estamos convencidos de que hay mucho más que hacer y ofrecer en este campo tan amplio como sensible.

A. Arteche: La gente piensa muchas veces que la misión discurre solamente en los templos. ¿Qué hacéis para desarrollar los valores culturales?

M. Osa: Todo tiene la misma dinámica: el objetivo son las personas en sus necesidades globales, tanto religiosas como deportivas y culturales. Los jóvenes necesitan sentirse activos y, en cierta manera protagonistas de lo que viven. Hace poco, hablaba con alguien de aquí sobre este tema. La parroquia en África no es como la parroquia en Europa. En África la pastoral no se limita, ni mucho menos, a lo espiritual o litúrgico. La parroquia es el lugar de encuentro de jóvenes y mayores, el lugar de formación humana y de debate, el centro de actividades juveniles y el sitio de recreo. El teatro, las corales, el baile, las salidas turísticas, la lectura, los conciertos, los concursos, los juegos… son actividades que debemos promover con imaginación y creatividad.

A. Arteche: En Europa, algunos tienen la percepción de que en África funciona mucho el amiguismo y la corrupción. ¿Cómo lucháis contra estas tendencias, tan corrientes, arraigadas en la vida social?

M. Osa: Otro campo importante a tener en cuenta, y esto también para los adultos, es el de la solidaridad. La proximidad de las elecciones y las campañas de sus candidatos tienden a dividir nuestras comunidades. Las diferencias étnicas o de partido se hacen más sensibles. La corrupción, también es signo de falta de solidaridad, es frecuente en Kinshasa. Corrupción sobre todo en las altas esferas, en los dirigentes, pero también en cada institución y organismo. La corrupción llega a todos de una manera u otra. La honestidad en cuestión financiera no es un valor codiciado. Lo que es más grave, la gente se ha acostumbrado y cierra los ojos ante la evidencia, como si fuera algo natural o algo imposible de corregir. La sensibilización a la solidaridad y a la justicia es una prioridad que tiene lugar sobretodo en las pequeñas comunidades de base. A través de sus encuentros semanales se intenta formar y promover un espíritu de respeto y solidaridad. Sabemos que el desarrollo del pueblo es real y más duradero cuando afecta y beneficia a la comunidad.

A. Arteche: ¿Qué conclusión sacas de tu trabajo en el Congo?

M. Osa: Aunque actividades y proyectos no faltan en este medio tan necesitado, sabemos que nuestra aportación no va a producir un gran cambio en la sociedad en Kinshasa. Eso sí, lo hacemos con ilusión tratando de dar un apoyo sobre todo humano desde el cariño y el respeto a sus necesidades e inquietudes.

Agustín Arteche es Provincial de los Misioneros de África.

Manuel Osa es Padre Blanco, párroco de Kisenso, en la RepúbliCongo R.D.